Cómo podemos compensar las emisiones que genera un viaje transatlántico: el aprendizaje que deja nuestra cobertura de la COP26- RED/ACCIÓN

Cómo podemos compensar las emisiones que genera un viaje transatlántico: el aprendizaje que deja nuestra cobertura de la COP26

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Los traslados en avión (pero también en trenes) producen lo que se conoce como huella de carbono. Algo que también ocurre en muchas otras de nuestras actividades cotidianas. Cuando este impacto ecológico no se puede evitar o reducir, hay acciones que pueden tomarse para disminuir una cantidad equivalente de emisiones. Nuestra enviada al Reino Unido para cubrir la conferencia climática cuenta su experiencia, que ayuda a entender la importancia de dicha práctica y cómo podemos involucrarnos desde nuestro lugar.

Cómo podemos compensar las emisiones que genera un viaje transatlántico: el aprendizaje que deja nuestra cobertura de la COP26

Intervención: Julieta De la Cal

Un vuelo que cruzó el océano desde Buenos Aires a Ámsterdam. Un vuelo más breve que desde Ámsterdam partió a Londres. Un tren que, con molinos eólicos en el paisaje, me llevó de Londres a Edimburgo. 14 viajes ida y vuelta en tren de Edimburgo a Glasgow para cubrir la conferencia climática. Un tren de Edimburgo a Londres para emprender el regreso. Un vuelo de Londres a Ámsterdam. El océano de nuevo como observador de otro vuelo desde Ámsterdam a Buenos Aires. 

En las Yungas, selvas de montaña del norte de Argentina con vegetación de bosque denso y húmedo y de arbustos y pastizales, un árbol empieza a ser el equivalente de todo eso. 

Lo que describí fue todo lo que supuso mi viaje a Reino Unido para cubrir para RED/ACCIÓN la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) en noviembre pasado. Pero no solo lo que supuso en términos de traslados, sino también de mi huella de carbono.

El Diccionario de Cambridge define a la huella de carbono como “una medida de la cantidad de dióxido de carbono (CO2) producido por las actividades de una persona, una empresa o una organización”. 

La enciclopedia Britannica amplía un poco más el concepto: “La huella de carbono incluye las emisiones directas, como las que resultan de la combustión de combustibles fósiles en la fabricación, la calefacción y el transporte; así como las emisiones necesarias para producir la electricidad asociada con los bienes y servicios consumidos. Además, el concepto de huella de carbono también suele incluir las emisiones de otros gases de efecto invernadero (GEIs), como el metano, el óxido nitroso o los clorofluorocarbonos”.

Llevada la definición a mi cobertura de la COP26 y el foco en el viaje, estamos hablando de las emisiones que produje al trasladarme en avión y trenes.  

Volver a viajar (no hacía una obertura en el exterior desde diciembre de 2019) fue una mezcla de emociones, trámites, hisopados (18 en apenas un mes) y preocupaciones. Por sobre todo fue eso: volver a viajar, a trasladarme de un país a otro, de una ciudad a otra.

Cuántas emisiones genera el transporte

El transporte a veces queda algo relegado respecto de su contribución al cambio climático. Los números le dan algo de argumento a esta marginalidad. Como vemos en el gráfico, la energía es responsable del 73.2% de las emisiones globales de GEIs, contribuyentes al cambio climático. (En esta guía especial de RED/ACCIÓN sobre el cambio climático pueden profundizar más sobre este vínculo).

Imagen: Our World in Data

De ese porcentaje, un 24.2% corresponde al uso de la energía en la industria, un 17.5% al uso de la energía en edificios residenciales y comerciales, y un 16.2% al tema sobre el cual puse foco en mi viaje: el transporte. La quema de combustibles fósiles —como el carbón, petróleo y gas— para las actividades del transporte genera emisiones directas de GEIs. 

Pero veamos lo que ocurrió durante la pandemia. O lo que ello nos deja de enseñanza.

En 2020 las emisiones de CO2 disminuyeron un 7% respecto de 2019, según un reporte de la Universidad de East Anglia, la Universidad de Exeter y el Global Carbon Project. Esa disminución se debió a la suspensión de actividades que se tomó como medida preventiva ante el nuevo coronavirus. Moverse lo menos posible, fábricas que no operaron, vuelos suspendidos. 

Bueno, el transporte fue la actividad que más contribuyó en la reducción de emisiones, especialmente las del transporte terrestre. 

¿Esto significa que no debemos movernos para hacer frente al cambio climático? ¡Por supuesto que no! Pero sí nos demuestra en qué actividades hay que hacer cambios para reducir las emisiones. O, en caso de no poder reducirlas, compensarlas. Y eso fue lo que me propuse para la cobertura de la COP26.

La compensación de la huella de carbono implica realizar una acción que reduzca una cantidad equivalente de emisiones. La acción puede compensar parte o la totalidad de la huella. Si compensa el equivalente total de emisiones, se vuelve neutral en carbono por esa huella en cuestión. 

El modelo actual más común para la compensación funciona algo así. Se calcula la huella de carbono en cuestión de una persona, empresa u organización. Esa persona, empresa u organización realiza una donación a una organización u empresa que se ocupa de la compensación. Ese dinero irá destinado a la actividad que reduce emisiones y que compensará la huella. Esa actividad puede ser plantar árboles, apoyar una producción agroecológica local, invertir en un parque eólico o solar, entre otras.

Veamos entonces cómo compensé (¿o compensaré?) la huella de carbono de mi viaje a la COP26. Antes, seamos honestos.

No, no estoy salvando al planeta con mi compensación

Desde el 2014 que viajo, bastante, por trabajo. He llegado a estar en total 6 meses en un año fuera de Argentina, donde resido. Al ser periodista en cambio climático, uno de los comentarios que más recibo cuando viajo es que estoy contaminando con mis viajes. A veces, confieso, el comentario no viene en un tono tan amable. Pero su contenido es cierto. Sí, estoy generando emisiones cuando viajo. Más emisiones de las que genero, como vos y todos, en su día a día al, por ejemplo, movilizarme al trabajo. Pero busco hacer algo al respecto.

Compensar la huella de carbono de mi viaje es una acción individual ante el cambio climático. Realizarla no resolverá todo el problema del cambio climático, es una contribución desde la acción individual. Una de múltiples que cada uno de nosotros como individuos podemos hacer. Realizarla no implica dejar de exigirle a los tomadores de decisiones que actúen con la ambición y la urgencia necesaria ante el cambio climático. 

Lo individual, lo colectivo, lo sistémico —con sus correspondientes diferencias en responsabilidad e impacto— son un complemento, no algo excluyente. Como dijo en PLANETA Andreu Escrivà, doctor español en Biodiversidad y autor del libro Y ahora yo qué hago, sobre ansiedad climática: “Toda la acción individual suma, incluso la individualista, pero solo la colectiva transforma”.

Un hombre trabaja en la plantación de árboles.
Foto: Seamos Bosque.

Evitar, reducir, compensar

Con el foco de este artículo en compartir una experiencia individual para que genere involucramiento e impacto colectivo, hagamos algunas salvedades.

Compensar no es un sustituto de reducir. Es la última instancia en el proceso de intentar generar un impacto positivo. Como dice Dietrich Brockhagen, CEO de Atmosfair —organización alemana sin fines de lucro dedicada a la compensación—: “La compensación es solo la tercera mejor opción, después de evitar y reducir”.

Si debíamos viajar a la COP26 para cubrirla e informar a nuestra audiencia sobre las negociaciones climáticas, ¿podíamos evitar las emisiones del traslado? No. ¿Podíamos reducirlas? Con algunas decisiones previas, se puede.

No desestimando la variable económica del análisis, que tiene gran presión en las decisiones de viajes, tratar de que los vuelos sean con la menor cantidad de escalas posibles contribuye en la reducción de emisiones. ¿Por qué? Un estudio sobre las emisiones que generan los aviones en aeropuertos de Turquía, demostró que aproximadamente el 25% de las emisiones del vuelo se producen durante el ciclo de despegue y aterrizaje.

Entonces, a más aviones y escalas que haga, más aviones estarán despegando y aterrizando, más emisiones generadas. Por eso, cuanto más directo pueda ser el vuelo, mejor, en términos climáticos.

"Gracias por viajar en tren". La seña en las estaciones de tren de Glasgow al llegar cada día desde Edimburgo | Foto: Tais Gadea Lara.

Otra forma de reducirlas es eligiendo el medio de transporte que genera menos emisiones. ¿Es lo mismo viajar en avión que en tren? No. De allí que en lugar de tomarme un vuelo de Londres a Edimburgo —y a la inversa—, opté por el tren. Claro que esto fue posible porque hay una infraestructura y escala que lo permite en ese territorio. Y que parece encontrar cada vez más adeptos, y por motivos climáticos. Veamos sino lo que está ocurriendo en Europa, donde algunos países quieren reactivar el uso de trenes para realizar viajes nocturnos entre países y reducir las emisiones. Aquí la propuesta a este respecto de Los Verdes, el partido político ecologista de Alemania. 

Hasta ahí mi segunda opción, en términos de Brockhagen. Ahora me quedaría la compensación. 

Mi viaje a la COP26, mi árbol

No se puede compensar aquello que no se mide. Así que el primer paso para poder compensar mi huella de carbono era conocerla. Para esta ocasión decidí realizar la compensación con Seamos Bosques, una empresa argentina de triple impacto que, a través del servicio de la compensación, planta árboles en áreas degradas con el propósito de restaurar bosques nativos.

Delfina Schiano, coordinadora del Programa de Biodiversidad de la empresa, nos cuenta que se trata de una iniciativa familiar. La familia Bellsolá Ferrer heredó unas tierras en Las Yungas, una ecorregión selvática subtropical andina que abarca las provincias de Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy. 

Si bien desde 1998 la familia realiza plantaciones, fue en 2017 que empezó formalmente la propuesta de compensar con plantación para la restauración. De las 6.500 hectáreas, hoy son 300 las que se encuentran bajo restauración. 

“Otras iniciativas te permiten que con un click ya tengas tu huella compensada. Seamos Bosques te conecta con el bosque nativo, invitándote a seguir su crecimiento”, explica Schiano y subraya: “Restaurar un bosque nativo no es solo plantar un árbol. Hay que hacer un seguimiento de todo lo que está pasando en el ecosistema para recuperarlo”. 

Así que, si mi viaje a la COP26 fue inevitable, hagamos que, al menos, contribuya a este propósito. El cálculo fue más rápido de lo que pensaba. Me pidieron los detalles de cómo eran mis traslados: ciudades, cantidad de viajes, tipo de transporte. En un primer momento, solo lo contemplaba para el viaje Argentina-Reino Unido. 

Luego en la conversación con ellos, me di cuenta que también podía sumar a la compensación los viajes diarios en tren que haría entre mi lugar de hospedaje (en Edimburgo) y el predio de la COP26 (en Glasgow). No les voy a compartir en detalle números ni filas ni columnas, pero sí que el dato que resaltó durante el cálculo fue la diferencia que hacen —en términos de más emisiones— los viajes de corta distancia. De nuevo: si hay posibilidad de tren, mejor. Y si hay políticas que contribuyan a que sean a precios más competitivos, mucho mejor.

El resultado del cálculo de mi viaje: 1,88tCO2eq (toneladas de CO2 equivalente)

¿Es mucho o poco? Fue lo primero que me pregunté. Seamos Bosques toma como referencia el Climate Transparency Report de 2020, según el cual la huella de carbono anual de un argentino es de 8,4tnCO2e (toneladas de CO2 equivalente). Es decir que, en 25 días emití casi ¼ de lo que emite un argentino por año. O, en otras palabras, que en la cobertura de la COP26 aumenté casi en un 25% mi huella anual de carbono. 

Imagen: Google Maps

Para poder compensar esas emisiones, Seamos Bosques plantó un árbol nativo en las Yungas Tucumanas. “Todos los árboles que se plantan son nativos, son de la misma ecorregión del país. Trabajamos con cinco especies —cedro, jacarandá, tipa, lapacho rosado y pacará— para generar mayor diversidad en la restauración”, explica Schiano, quien específicamente se ocupa del monitoreo de las especies que ya están en el lugar y las que pueden llegar a estar”. Además, monitorean cómo la plantación de especies incide en la aparición y permanencia de animales. 

A mi árbol, llamado L14-36-24 (por el lote, fila y número de árbol) lo puedo observar en Google Maps desde mi departamento en Buenos Aires, además del reporte que la empresa me enviará periódicamente. En breve, tendré una foto y en unos meses espero conocer el lugar 🙂 .

Foto: Seamos Bosques

¿Compensé mi huella o la compensaré?

¿Listo? ¿Mi viaje a la COP26 fue carbono neutral? No. Aún. Recién en 25 años el árbol plantado alcanzará una cifra de captación de carbono equivalente a las emisiones que yo generé. Por eso es que, según me remarcó Schiano, prefieren no hablar de una compensación como algo pasado, sino de un compromiso de compensación del presente hacia el futuro. 

Para ello, hay que considerar que la capacidad de captura de carbono de los árboles depende de la densidad de la madera, la edad del ejemplar y sus dimensiones finales.

Así que tengo unos cuantos años para seguir cuidando mi árbol y, probablemente, sumando nuevos árboles para continuar compensando mi huella de las COPs. 

¿Qué se hará en un futuro cuando el bosque sobre el cual hoy trabaja Seamos Bosques esté completamente restaurado? Para Seamos Bosques aún no hay una respuesta definitiva. “El primer paso es restaurar, después las opciones son infinitas”, responde Schiano refiriéndose a oportunidades de donación de las tierras, o promoción del ecoturismo, o rewilding, o iniciativas como ProYungas.

Distintas formas en que podés compensar tu huella

Arranquemos por la tercera acción: compensar. ¿Podés compensar solo las emisiones del transporte de un viaje? No. Afortunadamente, podés compensar también tu huella de carbono anual. En el caso de Seamos Bosques, contemplan distintas variables para el cálculo como el transporte, el estilo de vida alimenticia, el consumo eléctrico y de gas.

Existen distintas propuestas de calculadora de huella de carbono. El año pasado, ONU Cambio Climático y la empresa sueca de tecnología Docomy presentaron Calculadora 2030, una iniciativa que ayuda a consumidores, fabricantes y marcas a medir el impacto climático de algunos de sus bienes de consumo. La organización Global Footprint también tiene una alternativa de calculadora en diferentes idiomas para conocer de forma ágil y práctica tu impacto.

Así como Seamos Bosques, hay otras iniciativas de compensación de la huella de carbono, algunas de las cuales actúan más como intermediarios entre quien quiere compensar y el proyecto de compensación, tal es el caso de CeroCO2 de la organización española Ecodes.

Vayamos a la segunda acción: reducir. Hay múltiples acciones que podemos llevar a cabo para que, antes de compensar, reduzcamos nuestra huella. Algunas de ellas: priorizar el transporte público y la bicicleta por sobre el vehículo particular o compartir con otros el viaje en auto de tramos más extensos; optar por una dieta más rica en vegetales y menos en carnes y lácteos; usar eficientemente la energía.

Primera como última, pero no menos importante: evitar. Por supuesto que si podemos evitar cierta generación lo hagamos. Si no, los párrafos anteriores.

No estamos salvando al planeta con la compensación. Nos estamos involucrando para generar una huella más positiva, al menos desde nuestro lugar.