Horacio Vogelfang, el médico que hizo más de 60 trasplantes pediátricos: "Donar órganos es un gesto de solidaridad enorme" - RED/ACCIÓN

Horacio Vogelfang, el médico que hizo más de 60 trasplantes pediátricos: "Donar órganos es un gesto de solidaridad enorme"

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

"Hay que difundir la buena calidad de vida de los pacientes trasplantados para generar conciencia", considera el cirujano de 72 años en diálogo con RED/ACCIÓN. Y admite que, tras años de experiencia, la decisión de donar órganos le sigue despertando admiración.

Horacio Vogelfang, el médico que hizo más de 60 trasplantes pediátricos: "Donar órganos es un gesto de solidaridad enorme"

Foto: Javier Sinay.

Horacio Vogelfang es un ícono del trasplante pediátrico. En el 2000 creó el programa de Trasplante Cardíaco del Garrahan. Allí practicó más de 60 trasplantes cardíacos infantiles hasta junio del 2019. Actualmente continúa haciendo trasplantes en el sanatorio de la Obra Social de Empleados de Comercio. En 2017, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró personalidad destacada de las Ciencias Médicas. En diálogo con RED/ACCIÓN analiza cómo evolucionó en estas últimas décadas la donación de órganos.

—¿Cómo evaluás la toma de conciencia en relación a la donación de órganos?
—Noto que en el último tiempo, sacando la edad pediátrica de muy bajo peso, hay un incremento en la donación. Me parece que lo que más influye es la difusión del tema. Porque creo que la gente tiene cada vez más conciencia de la donación de órganos. Y, como suele decirse ahora, estamos transitando un cambio cultural. Creo que se dejó de dramatizar tanto la cuestión, que la gente al momento de perder un familiar o ser querido sabe que la donación es una alternativa que acompaña a la muerte.

—¿Cómo ahondar en esta toma de conciencia?
—Hay que seguir difundiendo… Como es algo que depende de un gesto altruista, humanitario, creo que la concientización es fundamental. Debe haber campañas permanentes. Considero que es importante difundir no tanto un pedido dramático de órganos, como que hay un paciente que está grave y lo necesita. Ese pedido en general siempre va acompañado de una sensación de culpa. En cambio, es importante la difusión de trasplantes realizados, de la buena calidad de vida que tienen los pacientes trasplantados. Este es el paradigma internacional. En países como España, con una altísima tasa de donantes, las campañas son fundamentales y constantes.

—Las campañas ayudan a tener meditada la decisión en momentos duros…
—Cuando una persona pierde por un hecho abrupto a un ser querido el grado de tristeza hace que, si no hay una fuerte conciencia sobre la donación de órganos, el posible donante se pierda. Es donante quien presenta muerte cerebral, lo que hace que durante unas horas el organismo siga funcionando con medidas de terapia intensiva. Esto puede extenderse a uno, dos días, pero no mucho más. Luego el deterioro aleja la posibilidad de una donación.

—¿Es más complejo en el caso de los niños y niñas?
—Es un universo de pacientes con características muy especiales. Los niños y niñas requieren donante que se adecúe en su peso y superficie corporal. Es cierto que en las enfermedades del corazón que llevan un trasplante, el corazón suele dilatarse mucho y genera un espacio propio que luego permite albergar un corazón más grande de lo que normalmente correspondería a un paciente de ese tamaño. Pero siempre cuanto más pequeño es el paciente menos cantidad de donantes hay. En pediatría, las enfermedades que sueñen llevar al fallecimiento pacientes son enfermedades que de por sí contraindican que sea donante. Por eso, en general, para ser donante un niño tiene que sufrir muerte cerebral a raíz de algún accidente y no de una enfermedad crónica.
Un detalle importante en el caso de la pediatría y de trasplantes cardíacos es que hoy hay dispositivos, como los llamados corazones artificiales, que permiten que el paciente pueda sobrevivir con asistencia durante meses. Esto amplía el tiempo en el que pueden esperar que llegue un donante adecuado.

—¿Qué sentís cuando te enterás de familias que, en momentos de dolor, deciden donar los órganos de una persona fallecida?
—Hay dos momentos muy emotivos para mí. Uno es cuando se acepta la donación del órgano. Ahí hay un gesto realmente de solidaridad comunitaria enorme. El trasplante, para encuadrarlo en términos científicos, es una actividad médica, técnica, científica. Pero si hay un milagro es ese: que una mamá o papá, al perder un hijo, acepte que los órganos sirvan para que otro pueda seguir viviendo.
El otro momento que me sigue maravillando es cuando ese corazón que llegó sin latido, cuando lo colocamos dentro de ese tórax vacío, vuelve a latir. Es un momento muy emocionante dentro del quirófano.


Esta entrevista fue publicada originalmente en la edición de la newsletter OXÍGENO del 28 de mayo. Podés suscribirte acá.