—¿Qué te llevó a impulsar colectas de sangre en pandemia en lugares como clubes, sociedades de fomento o iglesias?
—Al principio de la pandemia bajó mucho la asistencia a los hospitales, que es donde la gente va a donar. Esto nos obligó a salir a buscarlos. En la región donde trabajo nunca se habían hecho colectas y el año pasado se realizaron unas 65, lo que generó que hubiese 4.000 donaciones voluntarias en plena pandemia. Nos encontramos con varias organizaciones que nos ofrecieron lugares y se conformó un entramado de gente que ayudó a promover la donación. Y que este año volvió a convocarnos.
—Esto debe haber sido complejo de llevar adelante en lo más duro del confinamiento…
—Había una sensación de tristeza en la gente. Buscamos que las colectas fueran momentos alegres, con música. También tuvimos que trabajar en generar confianza en personas que tenían miedo, de ambo lados: desde los donantes al personal de salud. Y, además, no contábamos con la infraestructura necesaria. Voluntarios pusieron sus camionetas. No contábamos con camillas para donación y compramos reposeras tipo de playa, más económicas.
—¿Y en qué resultó todo el esfuerzo más allá de los números?
—La crisis nos reforzó porque, de algún modo, se cambió el perfil del donante. En Argentina la gente suele donar por reposición, ante el pedido por un familiar o conocido que está en el hospital. Pero en las colectas la gente se acercó a donar. No saben para quién va su sangre, es un acto completamente altruista. Algunos se hicieron donantes regulares y esto da una tranquilidad también al personal sanitario al tener su serología estudiada en forma regular.
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—¿Qué falta para que se pueda hacer más frecuente este perfil de donante?
—Sobre todo falta comunicación, que los medios le den lugar. Se habló mucho de donación de plasma y la gente se acercó a donar. Y es clave trabajar en la educación: los chicos y chicas son los que luego terminan enseñando a sus padres y madres. Antes de la pandemia trabajé en escuelas. Terminábamos con una colecta de sangre en la escuela y los chicos y chicas eran los que convencían a sus padres y madres. Los niños y niñas sienten de verdad lo que significa el acto solidario de donar sangre.
—¿Qué respuesta ves en la gente que dona?
—He conocido a personas a quienes donar les cambió la vida. “Me siento viviendo en otros”, me dijo un señor. Yo cuando termino de donar me siento “Moni Argento”, siento una enorme energía. Uno hasta que no lo vive, no cae. Hay donantes que llegan a la donación por un evento triste y luego agradecen haber empezado a donar. Mi esperanza es que la gente se acerque a donar sin llegar a una situación desesperante, a que falten donantes. Las cirugías están volviendo. Necesitamos que la gente tenga la cultura de la donación de sangre.