La de Rocío, que tiene 37 años y vive en Pilar, es una de esas historias difíciles de encontrar en la cuarentena: a fines de agosto renunció al trabajo que tenía desde hacía más de dos años y medio como veterinaria en la Dirección de Zoonosis municipal para abrir un local junto con dos amigas que conoció en este último tiempo.
“Tenía mucho miedo. Yo le tengo pánico a los cambios. Me sentía una pelotuda por renunciar a un trabajo fijo en blanco en la época en que está todo tan difícil”, recuerda sobre el momento en el cual tomó la decisión.
¿Por qué lo hizo? No podía congeniar la relación de dependencia con su vida familiar, el estudio (acababa de comenzar un posgrado) y el proyecto que había iniciado con estas nuevas amigas: atención veterinaria a domicilios. Ellas le propusieron abrir un local en Malvinas Argentinas para hacerlo más profesional. Y, luego de poner sobre la mesa proyecciones que indicaban una mejora sustancial en sus ingresos y en su calidad de vida, dio el salto.
“Ahora no tengo miedo. Siempre había tenido proyectos, pero nunca en lo laboral. Ahora tengo ganas de sentarme a resolver, que nos den la llave del local que alquilamos, pintarlo, armarlo. Se me ocurren ideas”, cuenta, cargada de entusiasmo.
Un nuevo proyecto, un plan, hizo que su vida cambiara radicalmente.
Claro, no todos los planes son posibles de realizarse por estos días. Después de casi seis meses de cuarentena, casi nadie se anima a vaticinar cómo será el futuro inmediato. Y esto complica planear.
Lo curioso es que parecería que nos resistimos a la idea de que nuestra vida quede en stand by: pensamos ideas, proyectos, emprendimientos, sueños. Incluso aunque, a veces, no sepamos bien cómo ni cuándo vamos a concretarlos.
Un ejemplo: Aerolíneas Argentinas vendió 188.661 tickets dentro del último "Hot Sale", a fines de julio, un 48% más que en la edición 2019. La gente aprovechó rebajas para comprar pasajes que nos sabe en qué momento podrá usar.
Otro ejemplo surge del ámbito universitario. Leandro Carbelo, Secretario de Asuntos Estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, a partir de conversatorios y talleres que realizan en forma virtual, tiene “la sensación de que el interés de nuevos ingresantes es similar al de años anteriores”. Aunque aclara que el real diagnóstico lo dará la muestra de carreras que se hará en octubre (claro, en forma virtual).
¿Por qué planeamos?
En las redes, les preguntamos a nuestros lectores y miembros (y sus conocidos) qué los lleva a planear, incluso pese a la incertidumbre.
“En esta cuarentena, hacer planes fue el motor para seguir conectada con mi salud emocional. Para saber que voy a seguir teniendo proyectos, y pensar mi vida más allá de la enfermedad y lo que suceda”, dice Agustina (35 años, de Villa Urquiza).
Mónica vive en Buenos Aires pero planea mudarse a un lugar más tranquilo (posiblemente en el sur del país. Dice que no va a renunciar a esto, que va a hacerlo “apenas se retomen los vuelos”. Ella opina que “planear es como una necesidad frente a la incertidumbre, quizás ese deseo de tener algo seguro”.
“Parte de hacer planes es reducir la incertidumbre. Hacer planes y evaluar nuestros recursos para ello nos ayuda a reconocer estresores futuros, para evitarlos o reducir su impacto”, analiza Shevaun Neupert, profesora del departamento de Psicología de la Universidad de Carolina del Norte.
Neupert lleva varios años estudiando lo que llama el “afrontamiento proactivo”, es decir, afrontar el futuro a partir de planes y acciones que siguen esos planes. Uno de los estudios de los que fue coautora (publicado en marzo pero con datos de 2016), sugiere que combinar los planes futuros con la vivencia del presente ayuda a enfrentar mejor, de una manera más resiliente, los estresores diarios, como se identifica a los estímulos, condiciones o situaciones que generan estrés.
Recientemente Neupert también coescribió una investigación similar, pero en tiempos de pandemia. Y su investigación volvió a remarcar la importancia de hacer planes. “Cuando las personas fueron capaces de hacer más afrontamiento proactivo, reportaron una mejora en la salud, más conocimientos sobre el COVID-19, y tomaron más precauciones para evitar contagios”, comenta vía mail, a la vez que aclara que estos efectos son más notorios en adultos mayores.
Por su parte, Paula Quattrocchi, secretaria de Relaciones Institucionales, Cultura y Comunicación y profesora de la Facultad de Psicologia y CBC de la UBA, explica: “En momentos de tan alta incertidumbre es justamente cuando más necesitás previsibilidad. Necesitás certidumbre sobre cosas que te importan. Por ejemplo, que la universidad va a funcionar y voy a estudiar el año que viene, más allá de que haya pandemia”. También cuenta que, en lo que va del año, 17.000 personas hicieron consultas para estudiar el año próximo en la UBA. "Un número significativo dado el contexto", aclara.
Color esperanza
“Para mí, los planes son una forma de esperanza, de sentir que hay mucho más. Son también una forma de escapar”, dice Mercedes (33, desde Córdoba).
Milagros (45, de Santa Fe) argumenta en la misma línea sobre por qué hacemos planes: “La razón de todo esto se llama ESPERANZA y es lo que nos mantiene vivos. Hacemos planes porque así vivimos: construyendo ilusiones, trabajando para cumplirlas, esforzándonos por lograrlas. Nos proyectamos porque somos seres para trascender”.
Si una palabra pudiera sintetizar las respuestas a por qué planeamos es, precisamente, esperanza.
“Aunque siempre es necesaria, cuando hay una dificultad particular la esperanza debe intensificarse para salir adelante”, dice el Doctor en Psicología Mario Pereyra, quien ha investigado la relación entre la esperanza y la salud mental (es autor, por ejemplo, de Psicología de la Esperanza).
“La esperanza nos ayuda a lidiar con todo esto porque nos da fortaleza, confianza, seguridad y nos da certeza. Es uno de los recursos que tiene la persona para ser resiliente, para salir fortalecido de la crisis”, agrega, antes de parafrasear un texto bíblico que define a la esperanza como “una puerta que se abre ante la incertidumbre, en los valles de indecisión”.
¿Cómo nos la rebuscamos con la pandemia?
Aunque la necesidad de hacer planes y proyectar el futuro es evidente, el contexto nos limita. ¿Qué hacemos entonces?
Un recurso es el de planear “con asteriscos”, “para cuando se pueda”, con cierta flexibilidad.
Aunque los viajes se encuentran entre las actividades más difíciles de planificar, algunos, como Milagros, arman esos días en que tomarán aviones o colectivos, aunque sin fecha.
Proyectos postergados: ¿cuándo nos tomamos vacaciones?
En este sentido, Pereyra remarca: “La esperanza es que, en algún momento, se va a poder. Más allá de las circunstancias, uno puede esperar lo mejor a largo plazo, eso nos da un grado de certidumbre”.
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“Lo más importante que me enseñó la cuarentena fue aprender a vivir el aquí y ahora”, dice Mercedes. Pero, aunque esto es importante, no debiéramos dejar de planear en la medida en la que podamos.
“A veces, es posible obtener entretenimiento solo con planear, incluso cuando no pueda capitalizarse. Hay beneficios en el presente cuando planeamos al futuro”, destaca Neuvan.
“No es solo una cuestión de futuro, sino de cómo se vive en el presente, si se vive atrapado por las condiciones opresivas del medio o se tiene la capacidad de mirar más allá de los horizontes oscuros”, acota, a propósito, Pereyra.
Otra lectora llamada Milagros (22, Villa María, Córdoba), elije “ir día a día en la mayoría de las cosas y hacer planes a corto plazo”, como reuniones de fin de semana con amigos.
Para quienes se resisten a planear, Neuvan aconseja comenzar con un plan pequeño. “Evalúen sus recursos y objetivos y piensen sobre qué pueden planear en función de ellos”. De todas maneras, aclara que los planes a corto plazo no tienen por qué desplazar a los de largo plazo, sino que ambos pueden desarrollarse en paralelo.
Mucha flexibilidad
Otra de las lecciones que deja la cuarentena es la necesidad de ser flexibles y de reconocer que algunas cosas escapan a nuestro control.
Neri (28) es argentina y pasó un año y medio viviendo en Brasil. Volvió una semana antes de la cuarentena, con varios planes que pronto quedaron truncos: ver gente y trabajar en turismo. “Lo importante fue no quedarme quieta, haciendo nada y esperando que pase”, contó en Facebook. Entonces, se enfocó en conseguir trabajo y comenzó a planear cursos de fotografía, yoga y algún posgrado. “En ningún momento dejé que la cuarentena anulara la posibilidad de planificar, de hacer cosas, de construir una vida, de tener un proyecto como una manera de mantenerme a flote. Si no fuera así, tal vez estaría aburrida, deprimida y amargada. Sí, la cuarentena impone limitaciones, pero no tiene sentido luchar contra algo a lo que no le puedo ganar. Entonces me pregunté ¿qué sí puedo hacer en estas condiciones? Y me enfoqué en eso”.
“Sigo tratando de amigarme con la idea de que en realidad nosotrxs no manejamos nada”, dice Milagros, de Villa María. En su caso, este año tenía programadas sus prácticas finales de la licenciatura en Psicología: un dispositivo de escucha en una institución educativa. Por la pandemia, analiza hacerlo en forma virtual, “del modo más parecido a lo original”.
“Quienes sienten que tienen control de las cosas, en alguna medida, están más capacitadas para afrontar el estrés y las dificultades”, explica Pereyra. ¿Qué hacemos entonces ahora? Pereyra aconseja algo como lo que hizo Neri: “Reconocer lo que podemos controlar y enfocarnos en eso”.
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El plano educativo es uno en el cual los proyectos han tenido que flexibilizarse.
Para Máximo, parte de la Promo 2020, no poder planificar exactamente cómo será su 2021 universitario fue un “baldazo de agua fría, una desilusión”. Sin embargo, sigue con su plan de comenzar Abogacía en el próximo ciclo lectivo y ya acapara material de estudio.
Lo cierto es que la adaptación de muchas casas de estudio a la virtualidad ha sido una gran ayuda para muchos.
Agustina, por ejemplo, aprovecha las alternativas para hacer cursos.
Paulina (18, Santa Rosa de Calamuchita) está en el primer año del profesorado en Filosofía. No se siente del todo cómoda con la modalidad virtual. Pero se adapta sobre la marcha: “No renuncio a mi plan de seguir estudiando. Incluso cuando tenemos que parar el plan por algo que escapa a nosotros, la decisión te permite buscar alternativas, conservar la calma y te mantiene viva la esperanza de seguir con el plan en otro momento o quién sabe, escribir otro plan. Pero todo esto no es un camino individual: apoyarse en la comunidad y apoyar a los que me rodean, ya sea que tengan el mismo plan u otro, nos lleva a no renunciar”. Ella cuenta que el diálogo con sus compañeros y la ayuda mutua la ayudaron a seguir adelante.
La flexibilidad, hoy, es vital. “También es importante reevaluar los planes. Sentite libre de hacer un ajuste. Hay que animarse a intentar nuevas estrategias para afrontar el futuro si aquellas que realizan parecen no ir bien”, aconseja Neupert.
Mientras tanto, seguir planeando nos ayuda a seguir adelante. “Para mantenernos vivos”, dice Maxi, otro de nuestros lectores. Y agrega: “Planeamos una vida más allá de la pandemia. Planeamos porque sabemos que del otro lado del coronavirus está nuestra vida con viajes, estudios, abrazos y afines”. Sus palabras me recuerdan a cómo Pereyra define la esperanza: “Es pensar que hay algo mejor más allá”.