Por mucho tiempo, los niños que iban a la Escuela 4189 en Salta y al Jardín 219 en Chaco tenían que incluir en sus mochilas una botellita de agua porque la escuela no contaba con agua potable. Otras veces, directamente se suspendían las clases porque no estaban dadas las condiciones sanitarias mínimas, incluso pese a que los padres se acercaban al colegio llevando bidones de agua para que sus hijos no perdieran días de clases. Hoy, ambos lugares cuentan con el abastecimiento del preciado líquido. La solución estaba ahí, por encima de sus cabezas: había que captar el agua de lluvia. Ahora hay clases todos los días y, además,muchos padres vinculados con la comunidad educativa retiran bidones de agua para sus hogares. Ambos casos son los ejemplos más recientes de una metodología que ya benefició a un total de 26 escuelas (25 en Chaco y una en Salta).
Cómo funciona el SCALL
Mediante canaletas ubicadas a nivel de los techos de las escuelas, el agua es obtenida y enviada a un filtro que la limpia y la habilita para su consumo. Luego, el agua filtrada va a una cisterna de placas. Estas cisternas gigantes también son conocidas como aljibes comunitarios y albergan hasta 52.000 litros de agua.
La construcción de los aljibes en ambas escuelas fue posible gracias al trabajo en equipo y al apoyo de empresas, aliados locales y cooperación internacional. La Fundación Aguas, que viene desarrollando diferentes actividades desde 2016 junto a comunidades de la Argentina para mejorar su acceso y fortalecer el derecho humano al agua, aportó dinero para la compra de materiales, sus conocimientos y la dirección de obra. Pero a estos recursos materiales se sumaron el compromiso y la ayuda de toda la comunidad. En ambos casos se necesitó el aporte de los municipios locales, la participación de las autoridades de los colegios, de los padres de los alumnos y de un equipo de mano de obra integrado por siete voluntarios que fueron aportados por el colegio.
En cada región que se hizo esta obra, la fundación proveyó un técnico que desempeñó el rol de maestro mayor de obra y tuvo a cargo la supervisión del trabajo que es llevado a cabo por un equipo de voluntarios que la comunidad tiene que aportar.
Víctor Jordán, coordinador de Aguas, diseñador y diplomado en Derechos Humanos, explica que a lo largo de los años fueron ajustando la manera de llevar adelante este tipo de obras. Si bien la fundación es la que se ocupa de conseguir los fondos para los insumos de construcción y toda la logística que implica cada uno de los proyectos, es una condición sine qua non contar con una comunidad comprometida para que la obra se concrete. “Nosotros nunca empezamos por brindar todas las soluciones armadas —dice—. Consideramos que es un modo de trabajo poco sostenible en el tiempo. Si el proyecto trae todo resuelto tiene menos nivel de apropiación de parte de los beneficiados”.
Dado que esta organización sin fines de lucro no trabaja con recursos propios sino que lo hace a través de donaciones y cooperación internacional, es muy importante que el dinero conseguido sea muy bien direccionado. También debe cuidarse que toda la comunidad se apropie de estos depósitos de agua y se ocupen de mantener su correcto funcionamiento a lo largo del tiempo.
En esa línea, la colecta del agua de lluvia demanda algunos cuidados. Si no se mantienen siempre bien limpios los techos y las canaletas, pueden ingresar partículas al aljibe. Por eso siempre se recomienda hervir o clorar el agua antes de utilizarla para beber.
“Hay que entender —sigue Jordán— que no se trata solamente de la instalación del sistema SCALL, sino que a esta obra se suma todo un proceso previo de educación que busca concientizar a los alumnos, profesores y a los padres de cada lugar acerca de la importancia del agua, cómo cuidarla y aprovechar este recurso al máximo para que este tipo de construcción una vez concluida se pueda utilizar correctamente y los habitantes del lugar se adueñen de ella”.
Por lo general implica meses de trabajo en capacitar a docentes, alumnos y a los padres para fomentar las buenas prácticas en el manejo del agua; enseñarles algo tan básico como el buen lavado de manos con agua y jabón para reducir enfermedades contagiosas o de qué manera clorar un volumen de agua con un gotero para eliminar microorganismos.
Desde la fundación explican que si bien los habitantes de las grandes ciudades están acostumbrados a utilizar en sus casas varios productos desinfectantes, en estos lugares alejados de los centros urbanos no es así. Gran parte de las enfermedades relacionadas al ausentismo escolar en estos centros educativos tiene origen en la falta de higiene y agua segura.
En esos encuentros y talleres educativos se presentan además maquetas y videos donde se comparten diferentes demostraciones acerca del uso correcto del agua así todos pueden apreciar cómo funciona el sistema de cosecha de agua.
El paso a paso
Al paraje El Ocultar en Salta, donde funciona el albergue escuela 4189, asisten 52 alumnos de jardín de infantes y primario. En este lugar existía mucha necesidad de agua potable porque los alumnos no solo van a educarse sino que muchos de ellos duermen ahí de lunes a viernes.
Al contemplar las urgencias del lugar, se decidió que lo mejor era trabajar en conjunto. Para eso, se acordó, con los habitantes de la comunidad cuál sería la infraestructura a desarrollar.
Así fue como se pensó que los jóvenes estudiantes de la Escuela Secundaria Técnica de la Unión ubicada a 25 km de la escuela albergue podían encargarse de fabricar los moldes en el taller de herrería. De esos moldes se obtuvieron las placas de cemento que dieron forma a las paredes y al techo del aljibe. Para esto, los alumnos de la escuela técnica recibieron una capacitación.
Cómo se construye
El desarrollo de la obra demanda en total por los menos 20 días de trabajo, 90 bolsas de cemento y una cuadrilla de siete personas. Lo primero que se hace es una excavación con maquinarias retroexcavadoras en el terreno. “Este proyecto comunitario —cuenta Jordán— fue posible gracias al apoyo técnico de la referente local de INTA Cristina Rosetto, del Ente Regulador de Salta, que contribuyó con traslados, pedidos de maquinarias, del municipio de Rivadavia Banda Sur y de toda la comunidad educativa de la escuela 4189 que lidera su directora Inés Sardina”.
Una vez hecho el pozo, se cubre el piso con cemento y se van levantando las paredes con los moldes de cemento. Es como si fuera un rompecabezas en el que se van uniendo las partes. En el medio hay una columna central en donde apoyan todas las vigas que luego van a sostener el techo. Una vez concluido el armado de este aljibe, lo que se hace es construir un prefiltro en la zona de los techos por donde viene el agua de lluvia. Esto es clave porque de esta forma, mediante los procesos de filtrado y decantación, toda la materia en suspensión y partículas que provienen de los techos y canaletas quedan retenidas, e impide que se produzcan procesos de descomposición dentro del almacenamiento.
Además de la construcción del aljibe en la escuela en Salta, se pudo hacer otro el año pasado de similares características en el Jardín de Infantes 219 en Pampa del Infierno, Chaco, donde asisten alrededor de 75 alumnos. Antes de contar con el aljibe, muchas veces los vecinos y los padres llevaban al colegio bidones de agua para que los chicos no perdieran las clases.
La directora del jardín Adriana Juárez comparte su alegría y satisfacción porque desde marzo de 2024 todos disfrutan del agua que proviene de este aljibe. “Esto benefició no solo a nuestra escuela sino a muchas familias de la región. Muchos padres que son parte de la institución vienen a buscar aquí con sus bidones agua limpia para sus hogares. También gracias a los talleres que se dieron hoy conocen cuáles son las amenazas que representa el agua contaminada para la salud”cuenta. El testimonio de Silvia Cañete, supervisora regional Educativa NIII de Chaco, refuerza las palabras de la directora Juárez: “La construcción de este sistema de cosecha de agua de lluvia puso fin a la gran problemática de escasez que teníamos en el jardín. Ganamos seguridad e higiene tanto en el consumo como en la limpieza de alimentos y espacios físicos. Considero que fue muy valioso transmitirles a los niños desde edades tempranas que el acceso al agua es un derecho y que comprendan la importancia de cuidarla”.
El origen del modelo
El diseño de estos SCALL fue tomado de una construcción que promociona el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Existen dos modelos, uno que puede almacenar 16.000 litros de agua que es de uso familiar y otro de 52.000 litros, que es el comunitario. A su vez, el INTA reprodujo un modelo de diseño que fue muy exitoso en Brasil durante el primer gobierno del presidente Lula da Silva (2003-2010) en el que se construyeron cerca de un millón de aljibes en zonas donde sus habitantes no tenían acceso al agua. A partir de esa experiencia, técnicos de Brasil viajaron a la Argentina para capacitar a personal del INTA y ellos, a su vez, entrenaron a personal de la Fundación Aguas, que desde hace ocho años ofrecen este tipo de soluciones a diferentes escuelas y comunidades, la mayoría del Norte de nuestro país.
Lo que viene
El 2024 se presenta como un año con muchos desafíos. Por el momento están en conversaciones con las autoridades de cuatro colegios, también ubicados en Salta y Chaco, que requieren de la instalación de aljibes que colecten agua de lluvia. Jordán agrega que les está costando mucho lograr la sostenibilidad en la organización integrada por un equipo de cinco personas y un consejo directivo. Necesitan del aporte de más donantes individuales. Agradecen la ayuda que desde hace cuatro años reciben del BBVA, uno de sus aliados más importantes, lo mismo que la contribución internacional que reciben de parte de la plataforma Globalgiving. Para generar un mayor impacto a largo plazo necesitan de la generosidad de más donantes mensuales. Para colaborar, se puede donar online.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.