Geysha González fundó DisinfoPortal.org, una plataforma digital de medios que monitorea noticias en línea para contrarrestar la desinformación. Además es vicedirectora del Atlantic Council’s Eurasia Center, donde se encuentra a cargo de la supervisión de las áreas de programación y estrategia. Antes pasó dos años en Freedom House, un organismo de control de los derechos humanos y la democracia donde fue parte del equipo de Libertad de Expresión. Es estadounidense y trabaja en Whashington, pero la semana pasada visitó la Argentina y conversó con RED/ACCIÓN.
–¿Por qué la desinformación presenta un riesgo particularmente alto durante los procesos electorales?
–En años de campaña y de elecciones, las emociones de la gente son muy fuertes, y la emoción es algo que se manipula con la desinformación. Es muy importante tomar una pausa cuando vemos un artículo, un video o una imagen que te cause mucha emoción, ya sea angustia, enojo, felicidad. Porque puede que haya algo detrás de eso que te está tratando de manipular. La desinformación es efectiva porque se mete en los temas que existen en cada sociedad.
–Hace poco Facebook, YouTube, Amazon e Instagram anunciaron que iban a prohibir cierto contenido falso, en particular sobre las vacunas. ¿Cuál es el rol que deberían tener las redes sociales en combatir la desinformación?
–Hay un cierto peligro en darle tanto poder a las redes, que es que las redes empiecen a determinar qué es verdadero y qué es falso. Antes de que todas estas redes se hayan puesto en contra de los grupos antivacunas, la primera red que lo había hecho fue Pinterest. Puso en sus términos de usuarios que el contenido que afecte la salud pública no iba a ser permitido en la plataforma. Creo que es una manera efectiva si se haces de manera democrática. Es decir, esta regulación tiene que estar en los términos de usuario, donde nosotros lo podamos aceptar, y tiene que estar apoyado por evidencia y por la opinión de expertos, por ejemplo la Organización Mundial de la Salud en el caso de las vacunas.
–¿Cuáles son algunas de las lecciones más importantes sobre la lucha contra la desinformación que podemos aprender de la experiencia de otros países?
–La primera es que el simple hecho de que mucha gente crea que la desinformación no es un problema, te demuestra qué tan efectiva es. Es algo que no se puede ver, que se permea en la sociedad, en el discurso político y presiona a la gente sobre lo que es la realidad y la ficción. La segunda lección es que la desinformación no siempre actúa sola, sino que muchas veces está apoyada por intereses monetarios, de empresas o gobiernos, que combinan la desinformación con ataques cibernéticos, o ataques físicos o militares. Todo esto trabaja en conjunto para crear condiciones de caos.
–En 2017, la frase “fake news” (noticias falsas) fue nombrada la palabra del año por el Diccionario Collins. ¿Es un fenómeno nuevo?¿Por qué estamos hablando tanto sobre el tema ahora?
–La información falsa, los rumores, los chismes han estado en el mundo desde que han habido humanos en este planeta. Eso no cambió. Pero lo que sí cambió ahora son las redes sociales y cómo amplifican estos mensajes de una manera que en otros ambientes no tendrían tanto alcance. Por ejemplo, hoy se puede comprar una red de bots que difundan un mensaje y hagan que se vuelva viral. Sin embargo, la desinformación no funciona de la misma manera en todos los países. Las narrativas no son las mismas de país en país. Nuestra relación con los gobiernos y las redes sociales también son diferentes. Hay gobiernos en los que la población tiene más confianza, y hay gobiernos en los que la población tiene menos confianza. Eso también cambia. Y el tipo de redes que usamos también es diferente.
–¿Cuál es el rol de los medios periodísticos?
–La población está inundada con información. Estamos todo el día en Twitter esperando a que aparezca la próxima cosa interesante, algo sensacional, o que llame la atención para darle click. Entonces los periodistas están con esto de tener un título interesante, de ser el primero en reportar una noticia, porque necesitan los clicks para poder vender publicidad, para poder sobrevivir como negocio. Pero esto presenta un riesgo muy importante, particularmente cuando se están reportando las últimas noticias. Si un medio reporta que hay 8 personas asesinadas en un ataque terrorista, y en realidad son 6, o si publican nombres o imágenes equivocadas, puede crear un caos. El rol del periodista en esta era de sobre-información es mantenerse en un camino más ético y crear confianza entre el medio y la audiencia. Es más fácil dicho que hecho, pero esa es la manera del futuro.
Una de las mejores prácticas que he visto cuando se publica información errónea es la de AP News. Por ejemplo, si mandan un tweet que termina siendo falso, borran el tweet, publican otro diciendo “borramos un tweet porque decía esto en vez de esto”, y después hacen otro con un link y la información correcta. Le quitan la viralidad a la noticia falsa. Y al mismo tiempo da más confianza porque admiten que cometieron un error.
–¿Qué podemos hacer a nivel individual para combatir la desinformación?
–Siempre hacer una pausa antes de compartir cualquier tipo de contenido en las redes sociales. Pensar en quién te lo está mandando, en qué grupo. En los artículos que leas, chequear si tienen autores, referencias, citas a expertos. Es más fácil dicho que hecho, porque estamos inundados con tanta información que tomar una pausa para hacer una búsqueda rápida no es algo que tenemos en nuestro instinto. Pero particularmente en años de elecciones es mucho más importante. Es importante que la gente esté alerta. La información falsa no discriminan en educación ni clase. Todos, hasta los más educados, pueden caer en una trampa de información. Hay que dudar, pausar, y siempre ser más crítico con la información que nos llega.