Estamos habituados a trabajar desde casa con la computadora y el celular cargándose, mientras en el lavarropas se limpian las prendas sucias de la semana y se prepara un almuerzo en el horno eléctrico. Todas estas opciones son posibles gracias a la energía y hay dos formas de obtenerla: a través de la red tradicional de distribución o mediante el uso de paneles solares instalados en cada hogar.
¿Por qué en 2020 más argentinos se sumaron a la segunda opción? Porque esta alternativa produce menor generación de emisiones contaminantes, menor uso de la energía procedente de la red y menor gasto en la factura de electricidad.
Entre las múltiples definiciones existentes, se podría resumir que la generación distribuida implica un punto de generación de energía a partir de fuentes renovables (como la solar) que se conecta a la red de distribución. Ese punto puede ser una casa o una industria en la que los usuarios “pierden” la exclusividad de ese término y pasan a ser prosumidores. Es decir, son usuarios y generadores de energía a la vez: usan la energía procedente de los paneles (autoconsumo) y devuelven (inyectan) el excedente de energía que generan a la red.
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Cómo funciona el sistema: el caso argentino
A fines de 2018, se reglamentó la ley que dio lugar a la creación del "Régimen fomento a la generación distribuida de energía renovable integrada a la red eléctrica pública" (ley 27.424) que le dio el marco normativo necesario a la generación distribuida en la Argentina. A medida que las provincias fueron adhiriéndose a la ley, varios usuarios buscaron convertirse en prosumidores.
Precisamente, en 2020 se triplicaron los usuarios-generadores respecto de 2019 y se registró un aumento interanual del 304 %, según informó la Secretaría de Energía argentina. Hasta fines de 2020, eran 12 las provincias adheridas a la ley con Córdoba liderando la cantidad de usuarios-generadores.
“Participé en el proceso que llevó a la ley y la única forma de llegar a un acuerdo con las distribuidoras fue que ellas le pagaran al usuario-generador el valor de la energía al mismo precio que ellas la compraban en el mercado mayorista eléctrico y eso era un valor muy chico para el usuario”, explica Marcos Naso, instructor del curso de Solar Fotovoltaica Distribuida de la Fundación Energizar y socio de la empresa especializada en energía solar Energe, y ejemplifica con cifras: “En un tarifario general promedio, un usuario residencial paga la energía entre $2,50 y $5,50 kilowatt/hora (kWh) y la distribuidora le compra la energía que el usuario inyecta a la red a más o menos a $2.00 el kWh”.
“El principal propósito de la ley es generar energía para el autoconsumo y, en el caso de tener excedentes, inyectar a la red”, subraya el experto. De hecho, la Secretaría de Energía de Argentina define a la generación distribuida como “el uso de fuentes de energía renovable para generar energía eléctrica destinada al autoconsumo y, a su vez, inyectar el excedente a la red de distribución”.
A diferencia de lo que se pudiera pensar, es en el autoconsumo donde se encuentra el mayor beneficio económico para el usuario-generador. ¿Por qué? Porque toda esa energía procedente de los paneles solares que utiliza equivale a energía que deja de usar de la red y, por lo tanto, de pagarle a la distribuidora. “El beneficio económico está más en lo que uno deja de comprarle a la distribuidora que en lo que uno pueda inyectar a la red”, explica Naso e ilustra con su propio caso: “En mi casa, salimos todo el día a trabajar y volvemos a la tardecita. No me serviría un sistema así, más allá de cualquier otro motivo por el cual uno decida instalar paneles solares”.
La instalación del sistema fotovoltaico apropiado en general no puede realizarse al azar. Ahí entran en escena los instaladores. “Uno de los principales desafíos es valorizar al instalador como parte integral e importantísima de las obras. En general, se asume que es un trabajo de baja calidad y conlleva mucha dedicación, herramientas y conocimientos continuamente actualizados”, explica Pablo Maril, técnico electrónico matriculado que les ofrece servicios de instalación a las empresas que venden los equipos, y reconoce lo que esto también implica para su profesión: “Como instalador, uno de los desafíos más importantes es estar actualizado, activo y tratar de ser competitivo sin resignar nunca la seguridad. Es un camino de continuo aprendizaje y capacitación porque hay mucha actualización de equipos”.
A ello, Naso le suma otras consideraciones necesarias: la evaluación del tipo de consumo del usuario, la ubicación posible de instalación y el hecho de que la factura de electricidad debe estar a nombre del cliente. ¿Es elevado el costo de la instalación de un sistema solar fotovoltaico para la generación distribuida? El socio de Energe reconoce que la inversión es cara y que tiene un período de amortización de entre ocho y 10 años, pero advierte: “El cliente no lo piensa en términos económicos, son clientes que quieren que la fuente de energía de su casa sea renovable”.
Luego de la consulta con un proveedor de equipos de generación distribuida o instalador calificado, se inicia un trámite a través de una plataforma digital para habilitar el equipo y convertir al usuario en usuario-generador.
Sea o no una coincidencia con la pandemia, Maril advierte que desde abril del año pasado han respondido a una creciente demanda de trabajo. “Nosotros que somos un pequeño grupo de trabajo, pasamos de que nos tomara 10 años en llegar a la instalación número 100 en diciembre de 2020, a hacer ya 25 obras en lo que va del 2021”.
Esta tendencia creciente durante la pandemia también fue advertida por Naso: “Al estar más tiempo en sus casas y trabajar desde allí, la gente empezó a invertir en ellas y ser más conscientes del consumo de energía que realizaban. Creo que fue una mezcla de factores que explica el aumento de la demanda de nuestras instalaciones”.
La media sanción del jueves pasado de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires fue recibida con optimismo por referentes del sector. “Una vez que sea aprobada por el Senado provincial, se abrirá un mercado inmenso para la energía solar a pequeña y mediana escala. Son más de dos millones de nuevos usuarios residenciales y decenas de miles de pymes y establecimientos rurales que potencialmente podrán convertirse en usuarios-generadores”, expresó Juan Carlos Villalonga, exdiputado nacional por Cambiemos e impulsor de la Ley de Generación Distribuida.
¿Es posible contar con este sistema en altos edificios de ciudades como Buenos Aires? Naso cree que no, sino que pueden aprovecharse para el uso de energía en los SUM y en espacios comunes, lo que permitiría reducir los costos en las expensas.
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Por qué la generación distribuida es importante en el contexto de la crisis climática
El sector energético es el que genera más emisiones de gases de efecto invernadero —que contribuyen al cambio climático— en la Argentina (53 %). Para que el país cumpla con sus compromisos asumidos en el Acuerdo de París y, como parte de una política internacional que busca limitar el calentamiento global, se debe acelerar la transición hacia fuentes de energías más amigables con el ambiente.
Es en esa transición donde la generación distribuida puede tener su aporte. Así lo afirman y explican desde la Asociación de Mujeres en Energías Sustentables: al usar menos energía de la red que procede de la quema de combustibles fósiles y reemplazar ese uso por energía procedente de una fuente renovable como los paneles solares, el usuario-generador contribuye a una menor emisión de dióxido de carbono (CO2, principal gas de efecto invernadero) de la energía usada.
La transición energética se ve acompañada de unas energías renovables cada vez más competitivas e, incluso, como la principal fuente que se mantuvo y creció durante el 2020 de la pandemia, según el último reporte de la Agencia Internacional de Energía. Y el hecho de que la solar sea la fuente de electricidad más barata de la historia –conforme la Agencia— repercute favorablemente en países con potencial como la Argentina. “Ya tenemos productos y precios a nivel mundial, es decir, sale lo mismo en Argentina que en cualquier parte del mundo y esa es una ventaja importante”, señala Naso.
Otros beneficios que subrayan desde la Asociación de Mujeres en Energías Sustentables son el desarrollo de proveedores y servicios locales y la posibilidad en los hogares de gestionar mejor la energía. Sobre este último punto, Maril considera que la educación del usuario en eficiencia energética es lo más importante: “Esto no es como comprar un televisor o una computadora, es un sistema que debe cumplir con normas y condiciones de programación y funcionamiento. Son cuestiones algo técnicas que la población todavía no acostumbra manejar, pero empieza a haber mayor interés en el aprendizaje”.
¿Es todo color de rosas para la generación distribuida? No. Desde la Asociación enumeran algunas dificultades para seguir de cerca: la generación distribuida que va en detrimento de las distribuidoras porque, en general, los usuarios que se desconectan de la red son los mejores pagadores o los de mayor poder adquisitivo a nivel residencial; el congelamiento de tarifas que no ayuda al despegue del sistema y la ausencia de un medidor de energía por hogar, el cual es necesario para hacer un balance en el uso del sistema.
Quizás el mayor desafío —o tal vez oportunidad— estará, como señalan desde la Asociación, en ver cómo transformar la generación distribuida en una política de democratización de acceso a la energía. Es decir, que sea la oportunidad para incluir las zonas rurales aisladas con necesidades y a aquellos grupos que se encuentran por debajo de la línea de pobreza energética.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 18 de mayo de 2021.
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