Como fisioterapeutas, tratamos con todo tipo de personas. Y entre ellas hay bastante gente mayor, incluso con más de 90 años. En concreto, recuerdo a un paciente de esa edad que cada vez que me saludaba me sorprendía por la contundencia de su apretón de manos. Lo que no sabía entonces es que ese simple gesto me estaba hablando muy bien de él.
Porque, según está comprobado, la llamada fuerza de agarre va más allá de la capacidad manual: es un indicador de salud tanto física como mental.
Este concepto se refiere específicamente a la capacidad de ejercer presión a través de la mano y el antebrazo. Se suele medir mediante dinamómetros, que proporcionan una lectura objetiva en kilogramos o libras, en función del aparato utilizado.
No obstante, hay mucha variación en la manera de recoger y valorar los datos. Aunque existen diferencias entre países, se recomienda seguir los percentiles británicos como los valores de referencia.
Síntoma de males mayores
Como sugeríamos más arriba, puntuar bajo en este marcador puede advertir de males mayores. Así, se ha relacionado directamente con un mayor riesgo de mortalidad, aunque se debe seguir investigando a este respecto.
Una escasa fuerza de agarre también está vinculada con una mayor predisposición a la morbilidad (posibilidad de sufrir enfermedades), la fragilidad, la sarcopenia (pérdida de fuerza y masa muscular en las personas mayores) y las caídas, entre otros.
En relación con la salud mental, dicha debilidad se ha asociado con la depresión en las edades avanzadas. Y al contrario: un estudio que analizó los datos de más de 40 000 personas reveló que una mayor fuerza de agarre está ligada a una mejor salud mental.
Con todo lo expuesto cabe concluir que niveles óptimos de fuerza de agarre pueden considerarse un predictor de la calidad de vida. Otros trabajos relacionan ese vigor manual con una disminución de todas las causas de mortalidad y morbilidad en patologías cardiacas y respiratorias y en algunos tipos de cáncer. Más concretamente, se ha revelado como un indicador de buena función física y calidad de vida en pacientes supervivientes de cáncer de mama.
Ejercicios para fortalecerla
Asearnos, comer, abrir tarros, limpiar, acarrear bolsas, abrir una puerta, mantener el equilibrio en el autobús… Son muchas las tareas de la vida cotidiana que implican aplicar fuerza con la mano y el antebrazo, por lo que mantener en forma esa capacidad nunca va a estar de más. Al margen de que, como hemos visto, se ha revelado como un síntoma de salud y seguridad.
De hecho, sabemos que es recomendable realizar intervenciones tempranas para prevenir la sarcopenia, por lo que comenzar a ejercitar la fuerza de agarre desde la infancia ayudará a esquivar esta situación.
¿Y cómo lo hacemos? Practicar actividades específicas para potenciarla no es suficiente, ya que no va a redundar en otros aspectos de nuestra salud. Es más recomendable realizar ejercicios de fuerza más generales en los que la potencia de agarre también se vea implicada.
Entre los profesionales de la salud se recomiendan diferentes ejercicios, entre los que se encuentran los siguientes:
- Paseo del granjero. Consiste en caminar sosteniendo pesas u objetos en cada mano para fortalecer brazos, hombros y agarre. Es algo similar a llevar bolsas de la compra.
- Colgarse de una barra con los brazos extendidos para fortalecer hombros y espalda.
- Peso muerto. Así se llama a levantar pesos desde el suelo hasta la cadera. Hace falta familiarizarse con este ejercicio, pero es muy interesante para fortalecer la espalda, las piernas, los glúteos y la propia fuerza de agarre.
- Ejercicios de prensión. Se trata de apretar un objeto que genera resistencia con el objetivo de mejorar la fuerza de los antebrazos.
Muchas son, pues, las maneras de robustecer nuestra fuerza de agarre, pero la más importante es mantenerse activo y realizar ejercicios de fuerza en todas sus facetas. La función que antes se pierde es aquella que no utilizamos, así que manténgase activo y recuerde lo importante que es poder dar un buen apretón de manos.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.