—Pasaste del vértigo de trabajar en la televisión a la calma de organizar tu rutina en torno a la escritura. ¿Qué ganaste y qué perdiste?
—Haberme animado a tomar una decisión tan difícil que puso en juego mi vida laboral entera me preparó para tomar, sin que se me mueva un pelo, cualquier otra decisión en ese plano; ninguna va a tener la vara tan alta. Y perdí el clima de laburo colectivo. Me fascina trabajar en equipos grandes y las redacciones y los estudios de televisión son mis lugares laborales favoritos. Eso lo perdí.
—¿Cómo es escribir en cuarentena? ¿Lo estás haciendo?
—Sí, estoy escribiendo, no me queda otra opción. Mi ritmo de escritura no cambió, hace dos años que trabajo en mi casa. La primera semana de la cuarentena quedé congelada; sólo podía hacer tareas mecánicas: limpiar, cocinar, hacer gimnasia, nada más. No podía leer ni mirar series ni escribir. La desconcentración era total y el impacto fue grande. Con el correr de los días, semanas y meses me fui adaptando a este espanto. No queda otra.
—¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
—Inundación, de Eugenia Almeida. Es más que un libro: es un manual, una hoja de ruta, una brújula. Todas las personas que escriben deberían leerlo. Y las que no escriben, también
Este contenido fue publicado originalmente en la newsletter Sie7e Párrafos. Podés suscribirte en este link.