El Director de la consultora política Opina Argentina habló sobre el perfil de los votantes de Milei, su impacto internacional y similitudes con presidentes como Trump y Bolsonaro. Aconsejó no apurarse a hacer una evaluación definitiva acerca de un fenómeno tan jóven y cuestionó la permanencia de la brecha cambiaria.
—¿Cómo mira la opinión pública hoy a Javier Milei?
—Entre 50 y 55 por ciento dice que vale la pena el esfuerzo que se está haciendo, que tiene una opinión positiva del presidente y que ve el futuro con expectativas. Es un núcleo que no crece, pero también es cierto que en el medio de un ajuste feroz de volúmenes seguramente inéditos, Milei sigue manteniendo ese porcentaje. Creo que por ahí pasa su principal fortaleza. La experiencia cotidiana es mala. No conozco a nadie que diga que está mejor, ningún sector social. Todavía no hay ganadores. Pero hay un sector todavía mayoritario que dice que vale la pena el esfuerzo que está haciendo y que ha resetteado sus expectativas. Lo que antes eran expectativas negativas se han convertido en positivas. Básicamente alrededor del dólar y la inflación.
—¿Por qué?
—La gente siente que la Argentina se dirige hacia una etapa de estabilidad económica. Pasó de 80 % que creían que iban a aumentar los precios en el mes de diciembre a un 25 % que cree que los precios van a seguir aumentando. Es una caída abrupta y una sensación de que las cosas van a estar mejor en el futuro.
—¿Esta confianza en el gobierno tiene una fecha límite?
—Seguro, pero no la sabemos los encuestadores. No la sabe nadie en realidad. Unos te van a decir que cuando llegue el aumento del gas se termina la paciencia, otros que depende de las vacaciones de invierno, otros, de fin de año. Pero la realidad es que nadie sabe cuándo se rompe la relación entre un sector mayoritario de la opinión pública y su presidente. Es difícil de pronosticar. Me imagino que habrá un momento en el que una mayoría social empieza a sentirse frustrada si sus expectativas no se cumplen.
—¿Y ahí qué ocurrirá?
—Eso no significa que necesariamente vayan a cambiar de orientación política. De hecho, en Brasil, por ejemplo, el gobierno de Bolsonaro no fue muy exitoso en términos económicos. Y sin embargo el ballotage fue muy peleado entre Lula y Bolsonaro. Ahora, si no le va bien a Milei, probablemente no le alcance para construir una mayoría para arrasar en las urnas y construir un nuevo ciclo de hegemonía política. Creo que es muy pronto todavía. Es riesgoso hacer juicios definitivos porque es un tipo de gobierno que recién se está desplegando. Hay un montón de variables que van a intervenir en el resultado final.
—¿Cómo cambia el panorama si se aprueba la ley bases?
—A mí me parece que la ley bases no hace a la imagen del presidente. El tema es si van a venir inversores. Una cosa es que Elon Musk diga “Qué bueno que Milei gobierne Argentina”, y otra es que venga y ponga una inversión para extraer litio y hacer baterías. La pregunta es si la debilidad política de no poder lograr trámites legislativos exitosos puede impactar en el flujo de inversiones.
—¿El crecimiento de la brecha cambiaria lo afectó?
—En general, los movimientos alrededor del valor de dólares financieros no están vinculados a la opinión pública, aunque puede afectarla. Probablemente, cierta inestabilidad en el precio del dólar genere inestabilidades en la opinión pública y una posible caída de imágen de quien esté a cargo de la economía.
De todas maneras, no sabemos todavía si es un fenómeno que vino para quedarse porque esta semana ya pareciera que encontró un nuevo piso de estabilidad. Uno no sabe si es que al gobierno se le escapó o si hay una necesidad de tener un dólar más competitivo para que el campo liquide la cosecha.
—¿Qué tienen en común los votantes de Milei?
—No sé si todos lo apoyan por la misma razón. Sectores más marginales —integrantes de la economía informal, un repartidor de comida, el emprendedor que vende en Mercado Libre sin factura— probablemente lo votan porque Milei expresa el enojo que tienen con la política, con la Argentina, con los años sin crecimiento. En el caso de Elon Musk o Marcos Galperín, me parece que ellos prefieren el funcionamiento de una sociedad con mucho menos peso del Estado.
Como todos los movimientos, éste movimiento es policlasista. Seguramente fue un valor para Milei ser tan expresivo, porque logró llamar la atención en un mundo donde la disputa por la atención es clave. Eso es un triunfo en sí mismo. Además, logra expresar en palabras lo que le está pasando a distintos sectores de la sociedad.
—¿En qué se parecen Trump, Bolsonaro y Milei?
—Expresan un fenómeno de las democracias liberales en occidente. Hay una parte importante de la sociedad que se siente insatisfecha con la democracia, con la política, con los partidos políticos, y busca nuevos liderazgos. Distintos, que traten de resolverlo esa agenda que la política tradicional no puede.
En esa insatisfacción, se mezclan cuestiones de dificultades económicas con los valores. Es un reflujo de defensa de valores más conservadores que antes parecían haberse apagado y tuvieron una especie de revival. Pero no solo expresan una mirada económica de lo que se debe hacer, sino que también expresan que no se sienten identificados con los procesos de modernización social que hemos visto en los últimos 30 o 40 años. Lo que en Estados Unidos se denomina la cultura woke.
Si el modelo es exitoso económicamente, es más fácil construir esas mayorías. Ahora, aún cuando este no sea el caso, sucede una agrupación alrededor de la defensa de estos valores.
—¿Por qué Milei genera furor en el exterior?
—En términos conceptuales tiene una mirada más clara del pensamiento libertario de la que pueden tener Trump o Bolsonaro. Es más formado, más leído, dice las cosas con mayor claridad. No solo se dice libertario, sino que también reclama una agenda libertaria en términos económicos, cosa que Trump no defiende. En lo económico, Trump es proteccionista.
Milei también sintoniza con el pensamiento que hoy tienen los principales líderes de las empresas más influyentes del mundo, que son las empresas tecnológicas. Su mirada encaja mejor con la posibilidad de expansión de sus propios negocios, lo cual hace que su exposición sea atractiva.
Por último, no había surgido en América Latina ningún líder de estas características. Que Argentina provea un líder con ese nivel de extremismo en su mirada sobre la libertad, y su mirada tan crítica sobre el Estado, es un discurso que encaja muy bien con la perspectiva de un sector que hoy tiene mucho poder a nivel mundial.