La historia de CIPPEC, el think tank que cada año convoca más de 1200 personas a su cena anual y reúne ministros, empresarios, académicos y miembros de la sociedad civil.
Para Bill Clinton, Washington (y el mundo de la política) es Hollywood para gente fea. Así define Miguel Braun a la cena de CIPPEC. Lo hace con humor y con derecho: él es uno de los fundadores no solo de esa cena sino de CIPPEC mismo.
De la primera cena en 2004 (menos de 200 asistentes en el hotel Sheraton) a la de esta noche (1200 en La Rural) pasaron no sólo 15 años: CIPPEC se desarrolló como uno de los think tanks más importantes del país hasta ser hoy junto con el CARI (Consejo Argentino Para las Relaciones Internacionales), uno de los dos organizadores del T20, el grupo de trabajo del G20 que tratará los temas de políticas públicas. Entre otras cosas, serán los encargados de redactar el documento que luego se leerá en la cumbre final del G20, en Buenos Aires.
La de esta noche es la cena número 15. Desde julio hasta abril, Mercedes Méndez Ribas (Directora de Desarrollo Institucional), se encarga de la organización junto con el equipo de CIPPEC. El día de la cena se suman 40 voluntarios. Muchos de ellos aspiran a ser parte de la institución. “No es fácil encontrar dónde hacerla porque no hay en Buenos Aires tantos salones con capacidad para 1200 personas”, explica Mercedes, y dice que se hace los lunes porque es un día que en general los funcionarios tienen libre y así se aseguran su asistencia.
El origen de CIPPEC se remonta al año 1996 y a Cambridge, en el estado de Massachusetts, Estados Unidos. Más precisamente, al campus de la universidad de Harvard. Allí están Nicolás Ducoté, Miguel Braun y Antonio Cicioni, los tres en sus veinte y con una idea: hacer un think tank que ayude a pensar políticas públicas. Es lo único que saben, son jóvenes, son golden boys paseando por una de las mecas del conocimiento, y quieren hacer cosas.
Cicioni vuelve a la Argentina a mediados del ‘97, Ducoté en el ‘98, y Braun unos años después, en pleno caos del 2001. Pero un año antes y a la distancia se pusieron de acuerdo y crearon CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento). “Le pusimos un nombre más bien soviético porque éramos técnicos, claramente no especialistas en marketing”, recuerda hoy Braun, ya alejado de la institución que creó y trabajando en el Ministerio de Producción de la Nación como Secretario de Comercio. Ducoté por su parte tampoco sigue en la institución, es en cambio Intendente de Pilar. Lo que crearon superó sus expectativas: hoy la institución cuenta con la colaboración de más de 120 personas. Algunas de ellas van solamente a las reuniones de consejo, y otras (86 personas, para ser exactos), trabajan todos los días en las oficinas de Callao 25, frente al Congreso de la Nación.
Al principio eran tan pocos que todos los miembros de CIPPEC eran, a su vez, parte del board. Las primeras cenas eran una cosa íntima, casi un debate entre amigos y familiares. Con el tiempo, fueron creciendo. Los primeros pasos fueron gracias al apoyo de Francisco De Narváez, que financió la institución hasta llegar al número de miembros que tenían previstos para los primeros cinco años y que alcanzaron en tres: cincuenta integrantes. Al tiempo que Braun abandonó la institución, ya había 80 o 90 miembros.
En el 2005 De Narváez retiró el apoyo porque quería que CIPPEC fuera un think tank estrictamente político, de campaña, y los creadores prefirieron mantenerse independientes. (Aunque después sí aceptarían crear un think tank partidario: Fundación Pensar, que tuvo a Braun a la cabeza junto a Iván Petrella, Francisco Cabrera, y otros, pero no para De Narváez sino para el Pro).
La cena, por caso, comenzó en el 2004, un año antes que De Narváez retire el apoyo. Y en poco tiempo se volvió fundamental: lo que recaudan con ella hoy representa el 30% del presupuesto anual de CIPPEC. Es un evento político relevante por la amplitud, diversidad y nivel de convocatoria. Asisten funcionarios del gobierno y referentes de todo el marco político, además de empresarios, sindicalistas, embajadores, académicos y miembros de organismos internacionales y de organizaciones de la sociedad civil. Los discursos podrán seguirse en vivo a partir de las 21 hs. de hoy entrando acá.
Del salón vacío a la lista de espera
La cena no fue siempre así de exitosa. En sus inicios, cuenta Inés Castro (Directora de Desarrollo Institucional entre el 2006 y el 2011), estaban hasta tres horas antes llamando a funcionarios y miembros pidiéndoles que vayan o confirmen asistencia. Según ella, recién al tercer o cuarto año se dio vuelta la tortilla y la ecuación comenzó a ser la contraria: todos querían ir y no alcanzaba el espacio. “Entonces empezamos a hacer una lista de espera. La gente no nos creía, algunos incluso nos ofrecían pagar más para poder entrar. Pensaban que era un remate y estábamos tratando de sacar más plata”, recuerda Inés. “Había gente que llamaba a todos dentro de la organización para que los invitáramos o les hiciéramos un lugar. Se volvió muy aspiracional, un evento al que había que conseguir entradas. Algunos incluso venían directo a la oficina para convencernos y iban al evento y se intentaban colar. Actuaban con mucha convicción, juraban que habían pagado o que habían sido invitados”.
Tan habitual se volvió el conflicto que en un momento decidieron ubicar, alejada de las diez computadoras de recepción, una tercera computadora. La pusieron lo más lejos posible del tránsito de gente y cuando se presentaba alguien problemático, lo mandaban ahí.
Este año la lista de espera tiene más de 50 personas. Muchos, cuenta Méndez Ribas, se ofenden si no los dejan comprar su entrada, pero nunca se registró un caso de alguien que haya dejado de ir por ese enojo. “En general, son los primeros en confirmar al año siguiente·”.
¿Cómo se financia y qué buscan los que van a la cena?
El financiamiento de CIPPEC proviene de empresas del sector privado, individuos, gobiernos y agentes de cooperación internacional.
Cada año presentan un documento con el balance económico. Como regla general, no se aceptan fondos ni de funcionarios públicos, ni de periodistas ni de miembros de cooperación internacional. El motivo, además de alentar su participación, es evitar suspicacias en relación al origen del dinero. En el 2017 recibieron $72.181.089. El mayor aporte fue de empresas (3o millones de pesos), y el menor de individuos (8 millones).
Con el dinero se financian proyectos para generar políticas públicas en las temáticas más variadas: primera infancia, educación, desarrollo urbano, hábitat, financiamiento de la política, y muchos más. La directora ejecutiva actual es Julia Pomares, una de las responsables del discurso de apertura de esta noche, y de marcar el camino intelectual de la institución. En ese lugar estuvieron Braun, Ducoté y Fernando Straface. Además, fueron presidentes Santiago Bilinkis, Jorge Mandelbaum y Eduardo Levy Yeyati, entre otros.
Esta noche habrá 92 auspicios, número récord. A eso se le suma la venta de cubiertos y las donaciones durante la cena. Hay distintos valores para los auspicios. La primera opción (la más cara) cuesta $615.000 y ofrece ubicación preferencial en el salón, prioridad a la hora de elegir con qué invitados compartir la mesa, y algunos atributos más. Lo más preciado suele ser la prioridad para elegir compañeros de mesa. Es decir, quien compra una mesa puede ocupar los 10 lugares, o pedirle a CIPPEC que tal o cual funcionario invitado se siente a su mesa.
Es una de las tareas más duras de los organizadores: diagramar, negociar y conformar las mesas de acuerdo al pedido de los compradores y la voluntad de los políticos. Durante años, los organizadores jugaban a apostar quién sería el político más requerido por los empresarios. El ranking varía año a año, y desde CIPPEC prefieren resguardar el dato. Por supuesto, todos deben querer sentarse con los presidentes, pero no es tarea fácil: en quince años de cenas solo asistieron dos presidentes en ejercicio: Mauricio Macri en el 2016, y Julio Cobos, un año en que Cristina Fernández justo estaba de viaje y el radical estaba a cargo.
Más allá de ello, los intereses de los empresarios a veces sorprenden (¡o no!). Inés Castro, Directora de Desarrollo Institucional entre el 2006 y el 2011, recuerda que en varias ediciones el más solicitado fue el Presidente de Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, pero recuerda una cena en particular en la que nadie acertó quién iba a ser el favorito. No recuerda el año (tiene que haber sido entre 2006 y 2011), pero el más solicitado fue Enrique Vaquié (el ex Vicepresidente del Banco Nación, expulsado por Javier González Fraga). Sorprendidos, no entendían por qué tanto interés repentino. Después, claro, se enteraron de que ese año había fuerte rumores que lo señalaban como el futuro Ministro de Economía de la Nación, cosa que nunca sucedió.
Las donaciones menos esperadas
Durante la cena, hay un momento de donaciones. No se acepta dinero en efectivo ni cheques, solo se puede llenar el cartón de donación. “La donación en cena es muy difícil. Nosotros nunca terminamos de conseguir a alguien que cautivara lo suficiente a los presentes. Depende mucho del clima del momento. Además mucha gente que está ahí ya aportó con la compra de la mesa”, explica Castro.
Durante ese momento se dieron (y se darán) algunos de los momentos más irrisorios. Un año alguien llenó la tarjeta de donación con un monto muy muy generoso. Sorprendidos, unos días después de la cena llamaron al implicado (un funcionario de BID -Banco Interamericano de Desarrollo-), para agradecerle. Más sorprendido aún, el implicado dijo que él no había donado esa plata. Pidió perdón y se puso a averiguar. No tardó demasiado en descubrirlo: su ex mujer había llenado la tarjeta en su nombre.
En el 2010 también sucedió algo parecido. Un asistente donó cerca de 100 mil pesos. Era extraño porque era alguien que estaba en una de las peores mesas, cerca del baño, donde van los miembros menos habituales. Otra vez, llamaron a agradecerle con efusividad. El responsable de hacer ese llamado fue Fernando Straface (Director Ejecutivo en ese momento). Recuerdan que le hizo un discurso de agradecimiento monumental, comparándolo con la figura del mítico soldado desconocido, aquel que lo dejó todo sin que siquiera conozca su identidad. Con vergüenza, el empresario confesó que se había equivocado: quiso marcar la casilla de los mil pesos y marcó, en cambio, la de los 100 mil.
Lejos de las donaciones estrambóticas, la donación que más emocionó a Inés mientras fue parte del proyecto fue también en el 2010. “Cuando terminó toda la cena, se empezó a vaciar el salón y yo me tiré en una silla para descansar. De repente se me acerca un mozo y me dice que prestó mucha atención a los discursos y que le gustaría donar. Le acerqué una tarjeta e hizo su donación. Me emocioné porque es difícil llegarle a todos durante la cena y que pasara eso significó para mí que lo habíamos hecho bien”.