Esclavos del celular

Esclavos del celular: la obsesión de la que no nos queremos curar

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Hicimos un experimento para saber cuánto tiempo pasamos delante de nuestros teléfonos y nos dimos cuenta de que ya todo se nos fue de las manos a todos.

Esclavos del celular: la obsesión de la que no nos queremos curar

Mijal Iastrebner y Sabrina Saladino son amigas. El jueves pasado, Mijal usó su iPhone 9 horas y 4 minutos. Sabrina usó el suyo 2 horas y 34 minutos. Mijal activó su teléfono 118 veces. Sabrina, 57. Mijal lo vio cada 6 minutos. Sabrina, cada 16. Las dos tienen 30 años. Mijal trabaja en una organización que investiga y apoya medios de comunicación independientes y Sabrina es diseñadora industrial.

“Mi celular nunca está apagado”, dice Mijal. “Lo uso para todo. Multitaskeo mucho. En días de oficina normales, respondo muchos mensajes. También juego mucho a un juego que no sé ni cómo se llama, pero en el que hay que cumplir misiones”. Su iPhone es su oficina cuando trabaja y su nexo con su marido cuando viaja. También para Sabrina el celular es un dispositivo activo, pero ella se pasa el día modelando en una computadora y trabajando en un taller, y por eso el tiempo que le dedica a su teléfono es casi la mitad de las 4 horas y 10 minutos que lo usamos en promedio. Mijal, en cambio, duplica esa medida.

La semana pasada hicimos un experimento con voluntarios reclutados en las redes sociales (bueno, en mis redes sociales). Queríamos saber cuán obsesionados estamos con el teléfono celular. ¿Lo usamos mucho? ¿Lo dejamos cuando queremos? ¿Lo miramos más que a cualquier otro objeto (¡o persona!)? ¿Le dedicamos más tiempo que a la almohada?

Así que lancé una botella al mar de mis redes y 40 personas (amigos, conocidos, anónimos y también algunos de mis compañeros del staff de RED/ACCIÓN) levantaron la mano y se sumaron al experimento. La mayoría fueron mujeres: 31; y sólo 9 varones. Las edades fueron entre 48 y 25 años. Tenían teléfonos iPhone, Motorola y Samsung; los usuarios de iOS instalamos la app Mute y los de Android, Checky. Medimos nuestros hábitos en dos días diferentes: la consigna fue usar menos el teléfono en la segunda jornada. Algunos participantes lo lograron; la mayoría no. Y no porque tuvieran una voluntad floja, sino porque pareciera que toda la vida ahora pasa por nuestros dispositivos.

Según nuestro experimento, la mayoría lo usa entre 2 y 3 horas por día. Luego estamos los que lo usamos entre 4 y 5 (mis datos: pasé de 5 horas y 17 minutos en el primer día a 4 horas y media en el segundo). Vienen después los que lo usan entre 3 y 4. Y entre 1 y 2. Y después, los demás: los que más lo usan me dijeron que no se imaginaban que pasarían tanto tiempo, cada día, mirando ese aparatito. Para rematar eso que me decían por chat, algunos usaron emojis culposos.

“Desde que una de mis hijas adolescentes se fue a estudiar a Londres, decidí ponerle un rastreador en el celular”, me dijo Natalia Moreno Casco, que trabaja en la administración de un colegio. En el primer día de este ensayo, Natalia activó su aparato 134 veces; en el segundo, 117 (¡ella sí logró bajar!). “Además, uso el teléfono para trabajar. Y también para ver la hora”. Como sea, hace poco Natalia se dio cuenta de que estaba utilizando demasiado el aparato. “Y ahora estamos empezando a tratar el asunto con mi psicólogo”, me dijo. Le pregunté si podía poner las palabras “adicción” u “obsesión” en la nota, justo aquí, en relación a ella. “¡Nada de eso!”, se espantó. “Es un tic, o es como el cigarrillo, me gusta fumar. Digo que quiero dejar el celular, pero lo digo de la boca para afuera”.

Entre los 40 voluntarios de este experimento hay tres tipos de usuarios: los que se la pasan viendo el teléfono, los que lo ven poco y los del medio.

Hace poco, Sean Parker, creador de Napster y antiguo socio de Mark Zuckerberg en Facebook, confesó en una entrevista que las principales redes sociales, como Facebook e Instagram, buscan capturar la atención de los usuarios de un modo desaforado: “¿Cómo podemos consumir la mayor parte de tu tiempo consciente?”, se preguntaron los programadores, según Parker. Otro arrepentido de las grandes ligas, Tristan Harris, ex diseñador ético de Google, fundó el Center for Humane Technology para denunciar la atropellada carrera en la que los colosos tecno pelean por su botín; es decir, por nosotros mismos, por nuestra atención, por nuestros pulgares, por los likes que ellos crearon y que nosotros no podemos dejar de poner a nuestros amigos.

Nuestra muestra dio un promedio 59 activaciones por día. La media de los que tienen un iPhone es justo 59. Pero los que usan Android, activan en promedio 70 veces por día.

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Una experiencia similar a ésta –realizada por dscout– llegó a un resultado de 2.617 toques diarios (donde un toque corresponde a cada vez que un dedo toca una pantalla). Los usuarios más enérgicos doblan la cifra con 5.427 toques diarios. Entre las cinco y las siete de la tarde, las pantallas arden.

Pero también están los que usan el teléfono como una herramienta.

Candelaria Domínguez Cossio, que tiene 25 años, lo activó 127 veces en nuestro primer día y 121 en el segundo. En su Samsung J5 hay mensajes de amigos, familiares, editores, compañeros de la carrera de Periodismo, otros de trabajo y hasta de un sindicato bancario en el que ella participa como delegada. “Si pudiera, volvería al Nokia 1100: mi vida sería mucho más fácil”, me dijo Candelaria.

Ella tuvo su primer celular a los 13 años. Yo a los 22. El mío era un Motorola Startac ya usado. Todavía recuerdo la sorpresa que sentí la primera vez que sonó. En esa época yo leía un par de libros por mes, iba al cine y hablaba por teléfono con mis amigos y con la chica que me gustaba. Ahora tengo un iPhone y, bueno, imagínense todo lo demás… sabiendo que lo activo 70 veces por día.