Chris Wright atiende el teléfono, se lo escucha preocupado. El día que apenas arranca en Argentina, en Australia deja atrás una nueva jornada de alerta. Las elevadas temperaturas se convirtieron en el enemigo más temido y el viento en su aliado perfecto. Las llamas casi regresan a la granja de su familia.
La más reciente conversación con Chris no fue en el auge mediático de comienzos de enero, fue hace dos semanas. Las llamas continúan ardiendo, especialmente en el estado más afectado: Nueva Gales del Sur, allí donde vive su familia.
El jueves pasado, la argentina Brenda Kehoe nos anticipaba que el viento y las temperaturas por encima de los 40°C habían vuelto a avivar el fuego a hora y media de su casa, en Canberra. Un día después, el viernes, se declaró el estado de emergencia en la capital australiana. A inicios de esta semana volvieron a recibir alertas por focos de incendios próximos.
Desde Estados Unidos, Andrea García Salinas sigue las noticias sobre el lugar en el que, hasta hace poco, vacacionaba bajo humo.
Iniciados en septiembre de 2019, los incendios llevan arrasadas más de 10 millones de hectáreas, más de 3.000 viviendas afectadas y, al menos, 33 víctimas fatales. Sólo en Nueva Gales del Sur, ayer continuaban ardiendo 43 focos de incendios, en una época no menos importante: el inicio de un nuevo mes de verano que aún le queda atravesar a Australia.
En primera persona: las llamas y el cambio climático tocan la puerta
“Fiona está atrapada en la casa. No puede salir”. Fueron las palabras que estremecieron a Chris Wright en vísperas del Año Nuevo. El incendio de Currowan, en Nueva Gales del Sur, arrasó con la tradicional granja que era de su abuelo y en la que hoy viven sus padres y su tía.
26 vacas y 14 gallinas murieron. Un auto se derritió. Y el puente de acceso se derrumbó. Un vecino heroico logró salvar a su tía. Todo lo que conocían de ese lugar quedó bajo llamas. Lo único que, milagrosamente, se mantuvo en pie fue la casa de más de 100 años.
Semanas antes, Wright estaba trabajando en la COP25 -la conferencia anual de negociaciones climáticas- en Madrid, España. Como fundador de la iniciativa Climate Tracker, se ha dedicado al cambio climático los últimos 10 años. Jamás pensó que el cambio climático llegaría a la puerta de la granja familiar, pero llegó.
Australia se encuentra en época de temporada de incendios forestales. Pero los que, tempranamente iniciaron en septiembre pasado y se estima se prolonguen hasta mayo, no tienen precedentes. El comportamiento de los incendios se ve determinado por ciertas condiciones: temperaturas y precipitaciones. Según el Servicio Meteorológico de Australia, el 2019 fue el año más cálido registrado en la historia del país, acompañado de escasas precipitaciones y una prolongada sequía.
¿Qué incide en esas condiciones? ¿Qué intensifica esos incendios? Ese cambio climático sobre el cual Wright había estado comunicando.
En la conferencia climática, vio cómo su país bloqueaba las negociaciones para evitar incrementar la ambición de la acción. El actual primer ministro, Scott Morrison, es un ferviente defensor de la industria del carbón.
“Creo que los incendios son un llamado de atención en Australia. Las personas han despertado, salen a las calles a exigir que se declare la emergencia climática y se actúe en consecuencia”, cuenta Andrea García Salinas, joven oriunda de Perú, que trabaja en temas de cambio climático en Estados Unidos y que durante enero fue a visitar a sus parientes en el suburbio residencial Miranda, a 40 minutos de Sídney. “Nunca vi en Australia que se hablara tanto de cambio climático como se habla ahora”, reconoce Chris.
La prolongada e intensa sequía fue uno de los impactos más inmediatos que sintió la ciudadanía local, ante la cual tuvo que regular el uso de agua y usarla de forma eficiente. Para Andrea, las consecuencias del despertar ciudadano se verán en las elecciones australianas de 2022.
El profesor en Ecología Christopher Dickman, de la Universidad de Sídney, critica la inacción del actual gobierno australiano y subraya que algo bueno es que “fue señalado no sólo por la comunidad científica y los australianos, sino por todo el mundo”.
¡Ayuda! La información es poder de acción
Ante esta extraordinaria situación, Wright se dio cuenta de que no sabían lo que tenía que hacer ante un incendio o, mejor dicho, en parte. El comunicador climático destaca que, por un lado, hubo programas de educación sobre cómo proteger las propiedades. Pero, por otro, hubo mucho desconocimiento sobre el proceso de evacuación, sobre cómo salir de esa situación.
“Estos incendios se movían muy rápido. Habíamos hablado con mi tía y nos decía que los incendios no llegarían a la granja. Media hora después de esa charla, nos llamó gritando con el fuego alrededor de la propiedad”. Próximo a la granja familiar, tres personas fallecieron en sus autos intentando escapar.
Al estar más lejos, Wright parecía tener información más confiable que sus parientes en el lugar de los hechos. Ello se repite en las áreas próximas que no se vieron directamente afectadas por las llamas, pero sí, por ejemplo, por el humo consecuente.
Ubicada en una zona rural de Nueva Gales del Sur, a hora y media de Canberra, la argentina Brenda Kehoe - desde hace tres años en suelo australiano- destaca la comunicación preparatoria que hubo en caso de que las llamas llegaran a su zona.
Desde los colegios, donde los maestros de sus hijos les explicaban sobre las medidas a tomar; hasta los planes de evacuación en el campo con acciones como encender los riegos automáticos de las casas, llenar de agua los desagües en los techos con pelotas de tenis en los extremos para evitar que el fuego se propague, o colocar toallas envueltas con agua y vinagre debajo de las puertas. Como decía Chris, la preparación parece estar más enfocada en la protección de la propiedad, no en la evacuación de las personas.
Mientras, el continuar con la cotidianeidad en las áreas que no se vieron directamente afectadas depende de la localización de los incendios y el humo consecuente. Kehoe llegó a estar casi dos semanas dentro de la casa con su familia debido a la mala calidad del aire. Igual situación vivió García Salinas próximo a Sídney, donde en sus 13 días de vacaciones no vio el cielo azul, sino permanentemente nublado.
Al despertar cada mañana, chequeaba en su celular qué zonas evitar por los incendios, cuál era la localización de los mismos y monitoreaba la calidad del aire. Google le enviaba alertas ante incendios próximos, y la app Air Visual le permitía conocer cuán buena o mala era la calidad de aire.
Según el ranking de calidad y contaminación del aire en ciudades de la aplicación, Sídney se ubica en el puesto 26, después de algunas urbes chinas. El Air Quality Index -otra de las plataformas que utilizaba la joven- indica que en las zonas de Canberra más afectadas el pasado fin de semana, las condiciones del aire son “muy poco saludables”.
García Salinas recuerda que en Sídney los pájaros ya no se encontraban en la cima de los árboles sino caminando en el piso, en desesperada búsqueda de agua. En la zona rural de Brenda, una de las consignas fue dejar envases con agua fuera de los hogares para que los animales puedan hidratarse.
S.O.S. Los animales no entienden lo que ocurre
“En 34 años de trabajo de la organización, nunca enfrentamos una situación como ésta”, confiesa sorprendido John Grant, portavoz de medios de WIRES, la organización de rescate de vida silvestre más grande de Australia que opera los 365 días del año. Sólo en los primeros 15 días de enero recibieron más de 27.000 llamadas pidiendo ayuda.
Sus más de 2600 voluntarios vienen trabajando en Nueva Gales del Sur, con un objetivo claro: rescatar a la mayor cantidad de animales posible. ¿Cómo? Rescatando a los animales directamente del lugar de los incendios y a aquellos afectados por las llamas.
En Australia, le llaman “Joey” a los bebés de canguros o de cualquier marsupial, y son quienes más ayuda han requerido de WIRES. Algunas madres son atropelladas por los autos que escapan a las llamas, otras los abandonan por instinto de supervivencia al no poder alimentarlos.
Desde septiembre y sólo en Nueva Gales del Sur, más de 800 millones de mamíferos, reptiles y aves perdieron la vida, según estimaciones actualizadas de Dickman, que llegarían a más de mil millones de animales en todo el territorio australiano. “Es la peor temporada de incendios de Australia”, asegura.
Algunos animales regresan a la zona incendida en busca de su hábitat y se dañan. Como expresa Grant, “no entienden lo que ocurre”.
Canguros, koalas, zarigüeyas, murciélagos son algunas de las especies que, tras la deshidratación, la afección por inhalación de humo y/o las quemaduras, encontraron una segunda oportunidad gracias a la labor de WIRES. “Sin el trabajo de rescate de los voluntarios, estas poblaciones tardarían tanto más en reconstruirse”, subraya Grant y agrega: “En este momento, cada animal que salvamos, cuenta”.
¿Cómo se aseguran que los animales recuperados sobrevivan al regresar a sus hábitats naturales destruidos? Es el gran desafío que se viene. “No sabemos si en unos meses habrá un lugar donde reintroducirlos”, expresa preocupado Grant y destaca que mientras, durante los meses de recuperación, la misión clave es no humanizarlos. Es decir, no se pueden volver mascotas porque si se familiarizan con los humanos se reducen sus chances posteriores de supervivencia. Por ejemplo, en lugar de tomar a las crías con sus propias manos, siempre usan mantas.
El cambio climático amenaza a la biodiversidad. Dickman se muestra contundente: “No hay dudas, esto absolutamente es cambio climático. Hace más de 20 años hubo modelos que predijeron que el Sur de Australia se volvería más caluroso y seco. En 2009 otro reporte aportó predicciones similares sobre incendios más intensos”. Para el profesor, este tipo de incendios se repetirán en el país y no sólo requerirán medidas de mitigación (reducción de emisiones) sino también de adaptación.
De Australia a Argentina: ¿nos puede pasar algo similar?
El cambio climático es global. Como se mencionaba con anterioridad, ningún incendio se debe directamente al cambio climático, pero sí puede incidir en las condiciones que determinan luego el comportamiento de los incendios. Y esa intensificación de un evento puede ocurrir en nuestro país.
De hecho, según el mapeo de proyecciones climáticas de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), uno de los efectos del cambio climático en los Andes Patagónicos (Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego) será la disminución de las precipitaciones y la consecuente aparición de condiciones más secas. ¿Resultado? Ambas variables aumentarían progresivamente el riesgo de incendios y su propagación.
De Argentina a Australia: ¿cómo podemos ayudar?
Los entrevistados coinciden en los maravillosos gestos de ayuda que hubo al interior de Australia. No sólo a través de aportaciones de dinero para las organizaciones que ayudaban a las personas y los animales afectados, sino también a través de, por ejemplo, grupos en Facebook con “informantes” que desde el lugar de los incendios brindaban datos; u hoteles y cafeterías en las conexiones a las áreas afectadas que cerraron la atención tradicional para ahorrar energía y agua, y quedaron disponibles única y gratuitamente para bomberos, rescatistas y voluntarios; o una señora que, ante el regreso a clases de las vacaciones, pidió donaciones para armar las mochilas de los niños cuyas casas se vieron afectadas por el fuego.
Las imágenes de los incendios generaron tal conmoción en el resto del mundo, que la ayuda internacional no tardó en llegar, especialmente a través de donaciones monetarias para esos actores fundamentales, como WIRES.
Pero al preguntarle a Grant cómo podemos ayudar desde la Argentina, la respuesta se sale de Australia y nos regresa a nuestro país: “Realmente creo que una de las formas en que las personas pueden ayudar es mirar lo que está sucediendo en su propio país, mirar lo que le está sucediendo a sus propios animales nativos. Los animales nativos en nuestros países son muy especiales. Y no es hasta que algo así sucede a una escala tan grande que todos se dan cuenta de lo valiosos que son esos animales que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. Creo que es en momentos como éste donde todos podemos mirar alrededor y decir: ¿Qué podemos hacer para mejorar la vida de estos animales? ¿Qué podemos hacer para mejorar el ambiente? ¿Qué podemos hacer para salvar el ambiente?”
Fundación Vida Silvestre, Aves Argentinas, Red Yaguareté, Instituto de Conservación de Ballenas, Sin Azul no hay Verde son algunas de las organizaciones locales que trabajan en pos de la conservación de la fauna local.
En enero, el ambiente fue el principal tema de preocupación para los australianos, según el ranking de IPSOS. El pronóstico de lluvias de hoy en adelante espera llevar algo de alivio, al menos por el momento. Después, el desafío será global: la crisis climática exige acción más urgente y ambiciosa. El profesor Dickman invita a la reflexión a los argentinos: “Realmente tenemos que proteger el ambiente. Australia no lo ha hecho bien y estamos viendo las consecuencias. Si hay una lección que podamos aprender de esta experiencia es que no podemos ignorar al ambiente, tenemos que respetarlo, entenderlo y vivir con él”.