¿Quién iba a decir que, con el caos que rodeó la filmación de Casablanca, en 1942, obtendría al año siguiente 8 nominaciones y tres estatuillas –a mejor película, mejor dirección (Michael Curtiz) y mejor actor de reparto (Claude Rains)– en la 16 edición de los Premios Oscar?
Si esto provoca admiración en condiciones normales, más debería hacerlo conociendo los problemas e imprevistos que surgieron durante la realización de la mítica película, cuyo rodaje se considera como uno de los más caóticos de la historia del cine.
Caótica y genial
Hubo desavenencias entre Curtiz y el guionista Howard Koch: para el primero lo importante era la historia de amor, mientras que Koch pensaba que había que enfatizar en los perfiles de los protagonistas y la intriga política. Además, los retrasos en la construcción del escenario del café de Rick obligaron a reprogramar el orden de rodaje.
El primer día de trabajo hubo dificultades con la luz y el sonido que obligaron a repetir luego escenas ya filmadas. A nivel personal, los celos de la mujer de Bogart hicieron que éste evitara relacionarse con Bergman más allá de lo imprescindible para actuar. Para colmo, los actores no podían construir el personaje: hasta el último momento, la continua e incesante reescritura diaria del guion hacía que desconocieran el papel que debían representar prácticamente hasta el momento de iniciar la secuencia.
¿Intuición o razón?
Si analizar problemas y tomar decisiones no es sencillo, incluso en situaciones de normalidad, durante el rodaje de Casablanca hubo que plantear respuestas a las dudas y dificultades a medida que estas se iban presentando.
Puede que, como señalaron el premio nobel de Economía 2002 Daniel Kahnemann y su compañero de investigaciones Amos Tversky, la mayoría de los juicios y de las elecciones se realicen de un modo intuitivo y que no siempre respondan a las reglas del cálculo racional.
Desde otra perspectiva, el periodista Malcolm Gladwell habla –en su libro Inteligencia intuitiva– de cómo tras una aparente corazonada se encuentra un acelerado, y hasta desapercibido, cálculo racional.
Una mezcla aleatoria
¿Qué sucedió entonces para que, en condiciones desastrosas, se tomaran buenas decisiones y Casablanca se convirtiera en una película de culto? La aportación de los profesores Michael D. Cohen, James G. March y Johan P. Olsen con la publicación de su artículo “El bote de basura como modelo de elección organizacional” (1972) puede ayudarnos a entenderlo.
Conforme a este modelo, la forma en que nos organizamos se puede entender como un cubo de basura donde problemas, soluciones, participantes y oportunidades se mezclan de un modo aleatorio, tomándose decisiones solo cuando estos cuatro elementos se conectan gracias a la suerte. Eso explica la paradoja por la que los problemas no siempre están relacionados con las soluciones y las soluciones tampoco resuelven los problemas.
Este modelo cuestiona la racionalidad de la teoría económica clásica (que afirma que los individuos usan la información de forma eficiente y no cometen errores sistemáticos en sus expectativas) y entiende a la organización como el espacio donde las personas expresan sus opiniones y gestionan sus conflictos y diferencias.
Así, la organización puede entenderse como un cubo de basura en el que cada miembro, conforme a su capacidad e influencia, introduce su propia visión, desecha ideas sobre lo que importa o aporta soluciones convirtiéndose en una amalgama de situaciones limitadas.
Racionalidad limitada
De acuerdo a este planteamiento, los procesos de elección tenderían a alcanzar, más que soluciones óptimas, soluciones de compromiso: se adopta la primera solución satisfactoria que se presenta pues, según el principio de racionalidad limitada enunciado por Herbert Simon, Nobel de Economía en 1978, teniendo conocimientos limitados de la situación y tiempo escaso es imposible llegar a encontrar la solución óptima.
En otras palabras, ante problemas numerosos que exigen respuestas rápidas la tendencia es aplicar la primera alternativa de acción aceptable, considerando la importancia y urgencia de las cosas.
Por todo ello, parece evidente que el modelo del cubo de basura puede favorecer la elección entre alternativas y la resolución de problemas, aun cuando la organización esté envuelta en objetivos ambiguos, conflictos torpemente planteados, peor analizados y con personas que puedan tener su cabeza en otros temas.
Así pues, cabe preguntarse, ¿contribuyeron todos estos factores a elevar a Casablanca a los altares de la cinematografía?
*Angel José Olaz Capitán, Profesor Titular de Sociología_Métodos y Tecnicas de Investigación Social, Universidad de Murcia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.