Más estrés, menos felicidad. Así podría sintetizarse una radiografía del momento emocional de los argentinos, según dos informes que realizó el Observatorio de Tendencias de Insight 21, el hub de Conocimiento de Universidad Siglo 21.
Según el Informe de Felicidad elaborado por la casa de estudios superiores, los índices de felicidad de los argentinos bajaron en relación al año pasado y se encuentran entre los más bajos de los últimos siete años.
- Tras más de mil encuestas con un cuestionario estructurado, el 50,7 % señaló que se siente satisfecho con su vida, pero solo el 36,6 % dijo estar conforme con cómo le está yendo actualmente.
- Los jóvenes de entre 18 y 29 años son el único grupo etario que muestra un aumento en los niveles de felicidad, mientras que los adultos de entre 50 y 59 años son quienes presentan la mayor caída.
Por otra parte, se encuestó a más de mil personas con el Cuestionario de Burnout de Maslach (MBI).
- El dato más resonante es que el 24 % de la población afirma que la mayor parte de los días siente que “no puede relajarse después del trabajo” y que le cuesta cada vez más iniciar una nueva jornada laboral.
- A su vez, el 32 % dice estar tan cansado luego de sus labores que no puede realizar otras actividades. Este es el valor más elevado desde que comenzó a medirse en 2018 e implica un aumento de diez puntos porcentuales en relación al año anterior.
Luis Morera, director del Observatorio de Tendencias Sociales de Universidad Siglo 21, señaló a propósito de los resultados que “al tratarse de una cuestión multicausal, el aumento del estrés y la disminución de los niveles de felicidad se atribuye a una combinación de variables sociales, económicas y personales, como el capital social o la cohesión social. Es por ello que su abordaje también tiene que ser holístico, para así integrar todas las dimensiones que atraviesan el bienestar de la población”.
Por su parte, Leonardo Medrano, secretario general de Academia y Desarrollo de Universidad Siglo 21, destacó que tanto desde el sector público como el privado se debe intentar cuidar los niveles de estrés y felicidad, no solo por una cuestión de calidad de vida, sino también económica, ya que “el burnout y la baja felicidad repercuten en la productividad”.