Este contenido contó con participación de lectores RED/ACCIÓN
Cien años de soledad, la novela de Gabriel García Márquez, hoy no está disponible para préstamo en el Parque Biblioteca San Javier Presbítero José Luis Arroyave. Es el libro más pedido por los casi 50.000 usuarios. “Le sigue Bajo la misma estrella, de John Green, literatura adolescente”, dice Robinson Bustamante, el gestor coordinador de la biblioteca, un hombre joven llegado hace poco desde el mundo de las asociacione civiles. “Y hay otros libros que los chicos buscan mucho y que leen dentro de la biblioteca: cómics. Ah, entre los autores argentinos, aman a Cortázar”. De hecho, el piso de una de las salas de la biblioteca está decorado con una rayuela.
El Parque Biblioteca San Javier es una de las nueve bibliotecas situadas en barrios populares de Medellín, a veces violentos, llamados “comunas”. Son zonas de callejuelas sinuosas, donde hay casillas de chapa, y hogares de ladrillo y también edificios, todo mezclado, y donde el zigzagueo de las motos que ascienden el morro puede dejarte sordo por un rato. La Comuna 13, donde está el Parque Biblioteca San Javier, es la más famosa.
Su historia es compleja: fue un caserío de unas 1.500 familias en el oeste de Medellín y se convirtió en los años ’80 en la “invasión” más grande de América Latina. Las laderas y los baldíos fueron ocupados por campesinos y pobladores pobres de la ciudad, en un contexto de violencia, guerrilla y narcotráfico. Al estilo de una favela.
Cuando Pablo Escobar hizo de Medellín una de las ciudades más violentas del mundo, la Comuna 13, un terreno irregular de 74 kilómetros cuadrados, fue uno de los campos de batalla donde se midió con la policía, y luego de su muerte en 1993 otros grupos criminales (algunas estimaciones hablan de hasta 20) quisieron dominar la comuna para controlar la autovía San Juan, que daba salida de drogas y armas al mar. La violencia se incrementó y el barrio quedó aislado y sin servicios públicos. También ingresaron las FARC y el ELN, las guerrillas, y en 2002 un operativo militar del ejército, la policía y los paramilitares –la Operación Orión– las eliminó a sangre y fuego, dejando decenas de muertos y más de 90 desaparecidos. Aún hoy, su evocación provoca espanto.
El Parque Biblioteca San Javier, que lleva también el nombre de un sacerdote local asesinado, fue inaugurado a fines de 2006, cuando el humo de los fusiles se había disipado un poco. “Fue parte de una estrategia con la que el Estado llegó a un territorio donde no tenía presencia”, sigue Bustamante, en una oficina de la biblioteca. “Nosotros somos una partecita de esa estrategia en la cual un chico no se queda en la esquina de un barrio, sino que puede venirse aquí a estar en una computadora, a leerse un libro, a reunirse con otros chicos”.
El Parque Biblioteca es un edificio raro de concreto y líneas angulosas, enclavado en una de las entradas de la comuna. Tiene 5.700 metros cuadrados repartidos en seis pisos, y 45 actividades gratuitas, incluido un club de cine y otro de escritura creativa. Y tiene una sala que se llama Mi Barrio, donde la gente se reúne como si estuviera en su casa, y un auditorio con capacidad para 240 personas que puede ser reservado por los niños de 10 años que quieran ensayar una coreografía para la escuela.
En una de las salas de lectura, Daniel Moreno, un chico de 18 años, usa una computadora. “Con esta biblioteca las cosas cambiaron en la comuna; ahora todo el mundo tiene un parche donde reunirse”, dice. Antes viajaba hasta una hora para conseguir un libro para la escuela. Pocos de sus amigos vienen. Sus padres tampoco lo hacen. Pero para él es fundamental llegar: aquí hay Internet gratis. En otra sala, un niño juega al Roblox. “Me gusta mucho venir”, dice.“Paso aquí todo el día”. En su casa no tiene computadora.
Para los niños, la tónica del Parque Biblioteca está puesta en la iniciación a la lectura. Se trabaja con los padres: se les explica que la lectura puede ser un elemento fundamental en el desarrollo cognitivo. Y se ha formado un equipo de Roblox –una plataforma de videojuegos– que atrae chicos. En el sistema de bibliotecas públicas de la ciudad hay una liga de videojuegos y cada una tiene su equipo. “Es un asunto cuasi deportivo en el cual se entrena, y con el que aprovechamos para explorar la literatura que hay detrás de los videojuegos”, dice Bustamante.
También hay robótica pedagógica, experimentos, ciencia. Y una impresora 3D que es parte del taller de agricultura urbana, con la que gente de entre 72 y 14 años diseña prototipos. Hay, al mismo tiempo, apoyo a emprendedores locales (que hacen artesanías, panadería o bolsos; o que tienen boutiques, almacenes o tiendas en Internet) con técnicas de fotografía de producto y marketing digital.
Caminando por la biblioteca, todo se ve muy moderno y apacible. Pero, por lo bajo, se escucha que todavía hay homicidios, microtráfico y dos o tres zonas por las que no cualquiera puede caminar allá afuera.
Sin embargo, lo que ocurrió con la Comuna 13 en los últimos años ha sido impensado: un plan de desarrollo urbano la abrazó con seis escaleras mecánicas, un teleférico y una estación de tren para reconectarla a la ciudad. El Parque Biblioteca ha sido otra pieza de esta resurrección. También hay turismo y grafitti tours, y en esta nueva comuna pateó una pelota por primera vez Juan Fernando Quintero, el futbolista estrella de River. El próximo año se inaugurará aquí una ciudadela universitaria. La Comuna 13, donde hoy viven 140.000 personas repartidas en 19 barrios, se convirtió en el símbolo de una nueva Medellín.
Hay estimaciones que indican que el crimen cayó en un 75%. “A mí me da mucho miedo atribuirle a los proyectos culturales la baja de los problemas de violencia”, dice, un rato después, Herman Montoya, líder del Programa de Lectura, Bibliotecas y Patrimonio de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la alcaldía. Montoya es uno de los funcionarios que tienen bajo su órbita a los parques biblioteca. “Pero sí creo que un proyecto cultural brinda a la gente una oportunidad distinta”.
Eso, para Ghido –un rapero que trabaja en Casa Morada, un espacio cultural y social de la Comuna 13– es como decir que “la biblioteca es un espacio muy habitado, donde pueden generarse cosas, hacerse talleres y reuniones”. Ghido lleva su cabeza cubierta con un pañuelo y es parte de un movimiento local de hip hop agrario. Sigue: “Creo que el Parque Biblioteca contribuye a dinamizar y es un espacio seguro, donde uno puede parchar, parar en la noche”.
El gestor coordinador Bustamante invita a dar una vuelta más. Pero antes dice: “Cuando uno escucha la palabra ‘parque’, piensa en la vida y el relacionamiento. Por eso se llama Parque Biblioteca, porque muestra cómo la biblioteca pública va más allá de esa biblioteca tradicional donde sólo había libros, consultas y silencio. En los parques pasan muchas cosas al mismo tiempo y esa es la metáfora de los parques biblioteca. Los usuarios vienen más por el encuentro que por los libros”.
Esa es la fórmula que encontró Medellín para hacer que la cultura y la lectura sean más atractivas que la droga y la delincuencia. “Los grupos violentos te hacen parte de algo y le dan un sentido a tu vida”, explica Bustamante. “Básicamente, eso es lo que hacemos aquí con la cultura: darle un sentido a la vida del otro, hacerlo sentir capaz, hacerlo soñar y plasmar cosas que ni siquiera se imaginaba que tenía en su cabeza. Y, más allá de eso, compartirlas con otros”.
Preguntas de nuestros lectores
Nuestra comunidad de lectores envió algunas preguntas para los bibliotecarios:
—¿Esta institución logra su propósito precisamente porque es una biblioteca, y por ende, reduce la violencia a partir de la actividad en torno a los libros y la lectura, o lo hace porque se atrevió a ir más allá de eso, a insertarse comunitariamente en base a abrirse a otras posibilidades de hacer cultura?
—Robinson Bustamante: El Parque Biblioteca San Javier hace parte de una estrategia con la que el Estado tiene que llegar a un territorio donde no tenía presencia. El parque biblioteca, como parte de esa estrategia, le dice a la comunidad: mire, el Estado llega con toda una oferta, aprópiese de ella y construyamos colectivamente. Nosotros somos una partecita de esa estrategia en la cual un chico no se queda en la esquina de un barrio, sino que puede venirse aquí a estar en una computadora, leerse un libro, reunirse con otros chicos. Este es un sector de muchas organizaciones sociales y aquí tienen un espacio de calidad para reunirse, y tener al parque biblioteca como aliado para ejecutar muchos de sus proyectos.
—¿Cuáles son los libros más leídos de esta biblioteca?
—RB: En el parque biblioteca San Javier, en literatura, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Seguido de Bajo la misma estrella, de John Green, literatura adolescente. Son los más consultados y prestados. Hay otros libros que los chicos buscan mucho acá y se leen dentro de la biblioteca, y tienen que ver con la colección infantil, como los de cómics. A nivel general del sistema de bibliotecas, el más leído es Hush, Hush, de Becca Fitzpatrick.
—¿Qué libros eligen los niños?
—RB: Los de literatura infantil, con más ilustraciones y menos textos. Los adolescentes buscan los de vampiros, súperheroes y mundos mágicos.
—¿Cómo se financia la biblioteca?
—RB: Los recursos son de la alcaldía de Medellín, que tiene una Secretaría de Cultura muy fuerte.