Un puente. Tu auto. El cuchillo del próximo almuerzo.
El acero está presente en nuestro día a día, lo veamos o no. Representa una parte central de la vida moderna. Y es un material de lo más completo por su gran resistencia y su alta durabilidad, lo que además lo hace muy reutilizable. Sin embargo, su producción tiene una desventaja: libera niveles considerables de dióxido de carbono. Si bien del total de las emisiones del planeta la industria del acero representa menos del 10 %, está entre las tres “más sucias” en este sentido.
Por eso cuando hace dos años en un pueblo sueco llamado Boden nació una planta de producción de “acero verde”, la noticia generó muchísimo optimismo. Con un método ecológico para fabricar el metal mediante un proceso híbrido impulsado por hidrógeno, prometía disminuir hasta un 95 % las emisiones de carbono que implicaba su elaboración. En 2021 fue presentada al mundo y, si bien se estima recién entregará sus primeras tandas de producción en 2025, fue el puntapié para un cambio en la industria. El desconocido Boden tímidamente empezaba a resonar y el planeta comenzó a mirar el acero con otros ojos.
Hoy, después de varias pruebas y con gigantes de la siderurgia mundial en esta senda, también se ven los límites de esta promesa. ¿Es el hidrógeno la mejor tecnología para la descarbonización del acero? ¿Sería realmente escalable o implica costos mayores? Y especialmente, ¿pueden todos los esfuerzos del sector siderúrgico mover la aguja de la huella de carbono global?
El camino del acero
El acero surge a partir de la aleación entre el hierro y el carbono, pero es posible hacerlo más durable, resistente o maleable si se le agregan otros elementos. En su proceso de elaboración, se somete a hornos de temperaturas altísimas para fundirlo y para que todos los componentes puedan unirse de manera correcta. Existen dos materias desde las que se inicia la producción: a partir de hierro o a partir de chatarra.
Según la World Steel Association, que agrupa al 97 % de la producción global, el total de acero bruto elaborado en 2022 fue de 1.878,5 millones de toneladas. China es el gigante mundial, con más de la mitad de la producción. Junto a Estados Unidos y la India representan casi el 80 % de la producción global. Todos los países de América Latina agrupados suman el 3,3 %.
La industria del acero actualmente es responsable de entre el 7 y el 8 % de las emisiones de carbono a nivel global. Si bien es un porcentaje moderado, el acero es un producto que está presente en múltiples industrias y por sus cualidades será un eslabón clave en la descarbonización de muchos otros entornos. Por eso, si bien la neutralidad de carbono implica esfuerzos transversales de todos los sectores productivos —energéticos, agropecuarios e industriales— el acero es un gran punto de partida.
China produce más de la mitad del acero del mundo. En América Latina, la producción representa menos del 4 % del total global. (Imagen: gentileza de World Steel Association)
En Boden ahora mismo es primavera pero las mañanas comienzan con -10 °C. El lugar cuenta con condiciones favorables al proyecto. Es espacioso y el hidrógeno con el cual se alimenta la planta proviene de fuentes verdes: del vecino río Lule y parques eólicos de la zona. H2 Green Steel es la empresa emergente que está detrás del proyecto. Si todo sale bien, espera que los primeros lotes de acero verde estén listos para 2025 y que la de Boden se convierta en la primera planta siderúrgica ecológica a gran escala.
Esta iniciativa no es la única. La compañía GravitHy, por ejemplo, para 2027 planea abrir una en planta basada en hidrógeno en Francia. La siderúrgica más grande de Europa, ArcelorMittal, hizo pruebas exitosas en Canadá y está invirtiendo en proyectos verdes en el norte de España. El gigante del acero alemán ThyssenKrupp también anunció proyectos para que, en 2045, todas sus plantas fueran carbono neutrales. Al día de hoy sobran planes pero los suecos lideran las acciones de producción concretas.
Katinka Lund Waagsaether es la asesora principal de políticas en el grupo de expertos climáticos E3G. Recientemente declaró en una entrevista con la BBC que, si bien Suecia viene liderando la producción de acero bajo en carbono en Europa, es importante contextualizar su impacto potencial. H2 Green Steel espera producir cinco millones de toneladas de acero verde para 2030. Contra las 2.000 millones de toneladas de acero que el mundo produce al año, “la capacidad de producción en Suecia será una gota en el mar”, explica la experta.
Otras voces apuntan en la misma línea. El ingeniero español David Valle Rodríguez es exdirector general de Industria, Energía y Minas de la Comunidad de Madrid. Hace dos años ya resumía las ventajas del hidrógeno renovable pero a la vez marcaba claramente sus limitaciones. Y todas se apoyan en la complejidad de la producción, el traslado y el almacenamiento a las enormes escalas que proyecta la Unión Europea (UE). Afirma: “El hidrógeno no es una solución a la crisis climática, ni siquiera cuando es verde. Lo que la UE describe como el escenario final ideal de la transformación de la economía europea, lamentablemente es una opción insostenible”. Algo similar plantean colegas italianos en el artículo “La ilusión del hidrógeno verde”, que describe con detalles técnicos la imposibilidad de alcanzar los volúmenes necesarios para que este material sea una opción real, al menos en el corto plazo.
Caminos alternativos: no todo es el hidrógeno
El hidrógeno verde fue la llave para los suecos, pero puede no ser la única. Alejandro Wagner es el director ejecutivo de la Asociación Latinoamericana del Acero (ALACERO), una entidad civil sin fines de lucro reconocida como Organización Especial Consultiva por las Naciones Unidas. Actualmente, agrupa a más de 60 empresas, entre socios y afiliados, que representan a la industria del acero en la región como uno de los principales motores de la economía. ALACERO engloba más del 90 % de la producción de acero regional.
Wagner explica que hoy el acero de América Latina está bien posicionado en términos de huella de carbono global, ya que emite en promedio 1,6 toneladas de carbono por cada tonelada de acero producida. Este valor es de 1,9 para el mundo y de 2,2 para China, el país que más produce en el mundo.
Desde otra región, su mirada es parecida a la de los técnicos europeos que ven el hidrógeno como una opción más ideal que real: “Es una de las soluciones a mediano y largo plazo. Se produce a través de un proceso de electrólisis de agua, lo que resulta en un combustible 100 % limpio, siempre y cuando la electricidad utilizada en el proceso provenga de energías renovables. Por eso nuestra región tiene una gran oportunidad, dada la cantidad y calidad de recursos naturales, para desarrollar energías como la eólica, solar e hidroeléctrica. Sin embargo, por ahora ni la producción ni el transporte de hidrógeno lo hacen económicamente viable”, detalla Wagner.
Para que se dé el avance de este proceso tan complejo hacia el “acero verde”, se necesita no sólo un capital intensivo muy elevado, sino también un apoyo coordinado de Gobiernos que generen incentivos y marcos jurídicos adecuados. En términos de plazos es importante entender que la velocidad de estos procesos depende de la realidad de cada país. Sigue Wagner: “Mientras tanto, para el caso del acero, se están desarrollando otras soluciones”.
Una muy importante y competitiva, según el director de ALACERO, es el uso del gas natural como combustible de transición, en reemplazo del carbón. También existen desarrollos de biomasa y tecnologías como la captura, almacenamiento o uso del carbono, antes de que sea emitido a la atmósfera.
Además, en paralelo, múltiples empresas están apuntando a aumentar el uso de chatarra para producir acero. Según la World Steel Association, cada tonelada de chatarra reutilizada evita la emisión de 1,5 toneladas de dióxido de carbono y el consumo de 1,4 toneladas de mineral de hierro, 740 kilos de carbón y 120 kilos de cal. Así, de los 1.800 millones de toneladas anuales de acero que se producen en todo el mundo, se estima que 630 millones se reutilizan como materia prima y esto evita la emisión de 950 millones de toneladas de dióxido de carbono.
El problema del carbono y los límites de la solución
Durante años se discutió cuál era el origen del cambio climático. Hoy sabemos que las emisiones de carbono son las mayores responsables de esta situación y tanto los indicadores técnicos como la comunidad científica coinciden en que es provocada por el ser humano.
En 2015, la comunidad internacional dio un paso importante hacia las respuestas que nos exige la amenaza del cambio climático: 190 naciones firmaron el Acuerdo de París. A partir de este hito, la agenda climática comenzó a hacerse protagonista en los diferentes países que se fueron comprometiendo a alcanzar metas de neutralidad de carbono para 2050-2060. En plena pandemia de COVID-19 ganó voz el Green Deal, el pacto nacido en la UE que mira e incluye las urgencias del mundo y empieza “por casa” para que Europa llegue a ser ambientalmente neutra en 2050.
Se suman los encuentros anuales de la COP, convocados por la ONU, con sus hojas de ruta dispuestas para ganarle al cambio climático. Marcelo Martínez Mosquera preside el Departamento de Energía de la Unión Industrial Argentina y es un profundo conocedor de temas ambientales. Él identifica una grieta entre “fósiles y renovables”, y cree que el mayor obstáculo está en el timing. Así lo explica: “Las posibles soluciones para reemplazar a los combustibles fósiles son insignificantes por el momento. Sólo la energía eólica, la solar y en parte mínima la nuclear están contribuyendo en alguna medida al objetivo buscado”.
Otro aspecto de lo mismo radica en que no hay sanciones para empujar los ritmos de este proceso de transición hacia las energías renovables. “No se ha logrado todavía imponer un castigo general y soberano a las emisiones de carbono, que permitiría un ajuste de las variables del mercado. Y al no existir, los Gobiernos terminan subsidiando a las energías renovables. Las emisiones siguen creciendo y cada día se profundiza más la grieta entre el mundo verde y el mundo fósil”.
¿La clave, según Martínez Mosquera? “Se necesita en el mundo un grupo de mentes claras con el suficiente poder político para enderezar el debate y ponernos en marcha”. La buena noticia es que se vienen continuamente instancias de revisión de estas cuestiones, que agrupan las voces de todos. La COP es una de ellas.
El acero vale, importa y mueve al mundo porque es atemporal. Hoy es el material más reciclado del planeta y 100 % reciclable. La mayoría de los desafíos ambientales para los que hoy el mundo busca soluciones dependen del acero, en alguna medida. Más allá de lo que suceda con los primeros lotes de acero verde que salgan de Boden en 2025, de que la tecnología nacida ahí pueda replicarse o de que la comunidad siderúrgica sea capaz de poner en marcha mecanismos similares… más allá de cualquier resultado, Boden le dio más voz al tema y es sin duda un primer paso valioso.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.