Hace poco menos de dos semanas despedimos el 2023 y, con él, se fue el año marcado por el florecimiento a escala global de la inteligencia artificial generativa. Chat GPT fue la sensación y, a partir de su llegada, nada en relación a esta tecnología parece tener un límite.
De acuerdo con un estudio desarrollado por data.ai, una empresa de datos y análitica de aplicaciones, 2.590 aplicaciones con la palabra “chatbot” en su descripción se lanzaron en el 2023. Este número superó el total de aplicaciones creadas con la dinámica de bot de los últimos cuatro años juntos.
Además, más de 4.000 aplicaciones actualizaron sus descripciones y agregaron la palabra “chatbot”, mientras que otras 3.500 insertaron “gpt”, marcando así un claro camino para las plataformas que están asociadas con esta nueva tecnología.
Sin embargo, de acuerdo al informe, no son solamente las aplicaciones que tienen una dinámica parecida a la de Chat GPT las que tienen éxito. De hecho, la inteligencia artificial ha logrado sumergirse en los sistemas de plataformas que ya conocíamos como, por ejemplo, en la red social Snapchat, la herramienta para aprender idiomas Duolingo o plataforma para finanzas Wells Fargo.
Este continuo crecimiento de aplicaciones plantea un gran interrogante sobre cómo será nuestro futuro en relación a la inteligencia artificial. ¿Cómo serán las relaciones humanas? ¿Qué tareas serán reemplazadas o facilitadas? ¿A dónde nos lleva este camino?
“Cada vez que delegamos algo en una tecnología, perdemos habilidades y dejamos de valernos por nosotros mismos”, advirtió Santiago Blinkis, especialista en tecnología y escritor, en un encuentro llamado Negocios de Futuro realizado en noviembre por La Nación. “Si delegamos en las máquinas las tareas cognitivas, corremos el riesgo de perder la capacidad de pensar”, profundizó.
En un artículo de The Conversation, Toby Walsh, profesor e investigador especializado en inteligencia artificial, afirmó que la sociedad nunca había visto un despliegue tecnológico tan rápido. La última revolución de esta índole llegó con la web o internet y la gente tardó más de una década en incorporarla sus vidas. “Esta vez, el camino ya estaba asentado”, reflexionó.
Dentro de los impactos principales, Walsh describió que, además del caos de los derechos de autor que ya se está evidenciando en las demandas legales que sufren las gigantes tecnológicas como OpenAI, esta nueva tecnología tendrá impactos en la seguridad, los trabajos, la educación y la desinformación.
En esta línea, Geoffrey Hinton, académico birtánico y responsable de la creación de un sistema que potencia la IA, explicó que muchas tareas humanas podrán ser sustituidas por bots. Por ejemplo, la desgrabación o la traducción de un texto. “Esto quita el trabajo pesado”, profundizó Hinton. “Pero puede quitarnos más que eso”, continuó.
Si bien la inteligencia artificial hoy puede alarmar a muchos, no es la primera vez que un gran salto tecnológico genera este tipo de reacciones. De todas maneras, hay una cuestión que los bots no van a poder reemplazar nunca: el sentido humano, el poder de empatía y comprensión emocional que se necesita diariamente tanto en el trabajo, en la educación y en nuestras relaciones.