Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN
—No pagaría. Cobrar tickets por streaming me parece la solución menos pensada. Hay que lograr que otro pague el concierto, no el público— dice Marco, lector y músico.
—Pagué para una obra de teatro y pensaba pagar para el de Iván Noble. Creo que es una forma de colaborar y hacer que la rueda gire— aporta Pascual, otro lector.
—Solo si la calidad de transmisión lo vale— agrega Pablo.
—Yo pagué y no lo ví, solo por bancar— nos cuenta Irene.
Por 239 pesos tenemos toda la música disponible en nuestros bolsillos a través de Spotify. “Gratis”, si no nos molesta o aguantamos escuchar publicidad allí o en YouTube. ¿Para qué pagar algo que está ahí? Hoy, en pleno distanciamiento social obligatorio, la única manera de acceder a la música (diría principalmente a los músicos) es a través de las plataformas. ¿Para qué pagar? Esa es la pregunta que resuena una y otra vez.
Las diferentes maneras de transmitir y financiar recitales y los derechos de autor en tiempos de COVID-19 pusieron al tradicional intercambio cultural patas para arriba. Sucedió en todos los ámbitos que precisan del encuentro con su público. Recordarán los multitudinarios recitales de Fito Páez y Pedro Aznar los primeros días de la pandemia.
De allí, cientos de músicos comenzaron a conectarse con su público a través de las redes. Algunos a cobrar a la gorra como el ciclo de recitales del Club Atlético Fernández Fierro “Para no volvernos tan locxs”, otros a través de ticketeadoras o en festivales multitudinarios en views, como sucedió con el Quilmes Rock con un millón de asistentes vía YouTube y las Fiestas Bresh con alrededor de 60.000 usuarios en simultáneo en Instagram.
Fue en ese contexto que la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) publicó un mensaje que generó ruido en las redes y el ambiente. Y en el que detalló las tarifas para las transmisión de recitales, conciertos, festivales o similares en el entorno digital: 12% de los ingresos, ya sean percibidos en valores monetarios o por canje, incluyendo precios de acceso, suscripciones y abonos.
Y unos días después sacó una aclaración en la que despejó algunas dudas:
Gustavo Machado, músico y capacitador de la institución, explica que los derechos sobre streaming existen desde el año 2000 pero que no se le prestó atención hasta la pandemia “cuando transmitir en vivo pasó a ser la vedette. Antes no existían prácticamente los recitales online y lo que significaba a nivel de ingresos era lo mismo. No estaba puesto el foco en eso”.
SADAIC cobra derechos de autor en conciertos que tengan auspiciantes o alguna forma de publicidad, sea en vivo o grabado. El arancel es el 12% de lo recaudado por transmisiones de streaming en vivo más cargos adicionales (de entre 250.000 y 400.000 pesos) en el caso de que hubiera marcas patrocinantes.
El régimen autoral y la licencia para el uso del repertorio (obras registradas) en Internet o redes se va actualizando año a año, con una tabla de aranceles para quienes incluyan abonos, entradas, canjes, etcétera. Y el precio se determina por la cantidad de visitas que tenga un recital a lo largo de un mes.
Un error muy frecuente en estos días fue llamar impuesto a ese canon: “Son derechos de autor, de intérprete, hay mucha falta de claridad en el tema. Hay gente que vive de la música, y muchos creen que es un regalo, pero no, es un derecho”, recalca Ari Lavigna, ingeniero de sonido.
Lavigna agrega que más allá de la recaudación de SADAIC, están las plataformas de distribución de contenido que pagan porcentajes por reproducción a los músicos: “YouTube te paga migajas. Por ejemplo, en uno de mis proyectos, luego de haber obtenido 2.500.000 de reproducciones, el grupo recibió 1.000 euros”. “¿Te pusiste a pensar por qué tiene más guita el dueño de Spotify que Paul Mc Cartney?” pregunta.
Es que la ruta de la música online tiene pocos beneficios para los artistas en general. Hay que tener en cuenta el flujo económico entre plataformas de streaming, agregadores digitales de canciones (que son los que suben la música a Spotify o Apple Music), entidades de gestión y titulares de derechos. Hay que diferenciar entre los porcentajes por ventas digitales y los derechos de autor, el acuerdo con el sello discográfico y quién cobra. En el mundo digital, el que se lleva la porción más pequeña, es el músico.
Un protocolo para poder seguir sonando
Por la cruda realidad económica que enfrentan todos los integrantes de la industria creativa, hay diferentes iniciativas más allá del streaming. “Hay que profesionalizar el asunto, tiene que dejar de ser una cosa hippie y mucho menos hacer un show gratis”, dice Lavinga.
Una de las propuestas más frescas y celebradas fue la de la Asociación Civil de Managers Musicales Argentinos (ACMMA), cuyo “protocolo para streaming y estudios” fue aprobado por el Gobierno de la Ciudad el 5 de junio luego de varios encuentros entre todos los sectores, incluido gobierno, músicos y represetantes de las diferentes instituciones .
Ana Poluyán, vicepresidenta de ACMMA y manager de Los Pericos, explica a REDACCION el recorrido que tuvo la propuesta para poder regresar a los estudios de grabación, hacer streamings profesionales y poder empezar a mover la cadena de valor: “Nosotros representamos a pequeñas y medianas industrias culturales como Soledad Pastoruti, Los Pericos, Los Cafres. Siempre estamos a favor de los derechos de autor, solo pedimos que no asustemos a las marcas pidiéndole cifras desorbitantes porque necesitamos del apoyo de las marcas para poder seguir”.
El protocolo está pensado de manera quirúrgica: “No involucra movilidad en la calle y está planteado para hacer, por ejemplo, un streaming en un teatro con solo el personal necesario. Tenemos que darnos cuenta de que los tiempos pueden ser otros, si Marcelo Polino va a lo de Juanita Viale, tranquilamente La Renga puede estar grabando su disco. No me podés decir que no puedo hacer un streaming sin público para una de las industrias que es una de las más golpeadas y va a seguir golpeada a lo largo del tiempo. Son medidas de subsistencia para poder apoyar nuestros equipos de trabajo, al staff y cortar con el divague que los músicos son todos famosos y pueden estar dos años sin trabajar” remata Poluyán.
El protocolo tiene diferentes medidas de protección que incluye distancias mínimas, higiene de personal y equipos, límite de personal para traslado de equipos y dispositivos de distancia en caso de utilizar micrófonos o instrumentos de viento.
En lo que todos coinciden, entrevistados y público, es que la transmisión tiene que ser de buena calidad o que aporte un extra.
Qué ocurre en el resto del mundo
Esta discusión se replicó en otros territorios. En Colombia se generó revuelo por el aumento del tarifario de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (SAYCO) en medio de la pandemia.
Más allá de esto, su Manual de Derechos Digitales es un ejemplo en lo que a digitalización de trámites se refiere. Converge con todas las sociedades de gestión colectiva de derechos de autor de Latinoamérica para gestionar y licenciar usos de derecho de autor en grandes plataformas digitales.
En Francia, la Sociedad de Autores, Compositores y Editores (SACEM) anunció que pagaría los servicios de los artistas que hicieran una transmisión en vivo como una remuneración excepcional de los derechos de autor especialmente adaptada a la difusión.
Para ello, lograron acuerdos con Facebook, YouTube e Instagram para que pagaran tarifas correspondientes al derecho de autor, pero esto sucedía antes de la pandemia con música grabada. Como no existe reconocimiento automático de las plataformas para identificar un vivo, este se hará a partir de una declaración desde marzo hasta julio.
En Uruguay, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) llamó a convocatoria para apoyar a 20 proyectos creativos para sobrellevar la cuarentena. Uno de ellos es “Conciertos Tinker”, recitales unipersonales que prueben comunicación con público a distancia en vivo a través de streaming.
En la Argentina hay más de 60 entidades que representan a integrantes de la industria musical en todo el país. Las más conocidas son SADAIC (Autores y compositores), AADI (intérpretes), CAPIF (productores fonográficos) y SADEM (Sindicato Argentino de Músicos), entre otros.
Desde el Instituto Nacional de la Música (INAMU) crearon el Fondo Musical Solidario para las y los músicos que se encuentran en emergencia económica que funciona a través de donaciones. También convocaron a los medios de comunicación a apoyar la producción cultural argentina utilizando música nacional en parte de su programación y artística, más allá de la ley que estipula que el 30 % tiene que ser de autores o intérpretes argentinos.
La Unión de Músicxs Independientes (UMI), por su parte, creó a través de una alianza con Spotify el “Fondo por lxs músicxs independientes” para integrantes que sufran complicaciones económicas durante este período. La suma de todas las donaciones recibidas serán duplicadas por Spotify como parte de la alianza en una primera etapa. En una segunda, se organizarán shows de bandas y solistas, en su formato habitual -pero sin público- para su transmisión en vivo por streaming. Los honorarios de las bandas y solistas serán pagados con lo recaudado por las donaciones recibidas.
La música tiene valor, es el lema de SADAIC. Por eso, para terminar, compartimos otro testimonio, de la lectora @flordrucker que también apela al valor de la cultura:
“Pago porque valoro su trabajo artístico y entiendo que quienes podemos, colaboramos con todos/as aquellos que lo necesitan (en este caso, muchos/as de sus músicos). Además, el concierto va a beneficio de @sifundacion lo cual lo hace doblemente importante"