Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN
“Me parece que las jornadas de oficina de 8 horas on site son una justificación del tiempo perdido. Si uno trabaja alrededor de 4 horas de forma productiva intensiva, ya no tiene muchos más recursos cognitivos, por lo que el resto del tiempo que viene en el combo oficina ya no es trabajo: es distracción o socialización”. Susana (que no se llama así, pero quiere resguardar su nombre) tiene 32 años, es psicopedagoga especializada en neurociencias y trabaja tanto en un consultorio particular en su casa como ofreciendo servicios para una empresa, para la cual hace home office y trabaja por objetivos y no por horario.
Ella cuenta, entonces, con flexibilidad: se distribuye las tareas entre las 9:30 y las 19:30, de lunes a viernes, pero con muchos momentos en el medio para descansar, dedicarse a tareas domésticas, de ocio o a hacer ejercicio. Pero tiene algo claro: emplea no más de 4 horas diarias a tareas intensas, el resto lo emplea a planificación u organización.
La premisa sobre la cual se basa Susana, una de las lectoras de RED/ACCIÓN que hablan en esta nota, es la misma que motivó al empresario neozelandés Andrew Barnes. Durante un vuelo entre Doha y Auckland, Barnes leyó un estudio que decía que, en promedio, los trabajadores eran productivos entre 1,5 y 2,5 horas por día. Luego hizo el siguiente razonamiento: con solo pedirle a los empleados un trabajo eficiente de 40 minutos más por día, podrían trabajar 4 días por semana y descansar 3 en lugar del esquema de 5x2, que se popularizó durante el siglo XX.
Barnes hizo el experimento en 2018 con Perpetual Garden, la empresa de fideicomisos de su país que había fundado y que contaba con 250 empleados. Durante marzo y abril, se monitorearon los resultados. Y estos fueron sorprendentes: mejoras en la energía, creatividad y eficacia. Y una disminución de 7% del estrés de los empleados. También se redujo el ausentismo. Y bajó un 35% el tiempo que los empleados pasaban en sitios web ajenos a su trabajo.
“Un éxito absoluto”, señaló Barnes, quien escribió el libro The 4 Day Week: How the flexible work revolution can increase productivity, profitability and wellbeing, and help create a sustainable future [La semana laboral de 4 días: cómo la revolución del trabajo flexible incrementa la productividad, la rentabilidad y ayuda a crear un futuro sustentable]. Tras publicar su libro, Barnes promueve esta idea en su fundación 4 day week.
Cuestión de productividad y motivación
El caso de Perpetual Garden, aunque el más conocido, no es el único en el cual una gran empresa implementó una semana laboral de 4 días. En 2019, por ejemplo, Microsoft cerró sus oficinas de Japón cada viernes y registró luego una mejora en la productividad del 39,9%, a la vez que un 23,3% menos de consumo eléctrico y un 58,7% menos de uso de papel (el beneficio que 4 días de trabajo por semana tiene para el ambiente, dado que también se viajaría menos, es otro punto en la cuestión). A pesar de eso, el experimento no se extendió y la empresa se negó a hablar del tema cuando la BBC la consultó en diciembre de 2020.
“Piensan que uno produce más estando más tiempo dentro de la empresa. Es errado para mi percepción. Al no trabajar por objetivos, es todo medio monótono, te cuesta tener motivación. Todo es tedioso, no te dan ganas de hacer, de proponer”, dice Monserrat, de 27 años, quien trabaja en las áreas de Recursos Humanos y Comunicación de una empresa constructora en Salta. Su horario en la oficina es de lunes a viernes de 8 a 18.
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Hay más casos, aparte de los ya citados, que corroboran su percepción. Como un estudio en Gran Bretaña que señala que el tiempo efectivo de trabajo son apenas 2 horas y 23 minutos. El estudio cita una decena de distractores, con el chequeo de redes sociales (47%) y de sitios web de noticias (45%) a la cabeza.
A propósito, Susana recuerda sus épocas trabajando dentro de la oficina: “¿Experiencias de tiempo muerto en oficina? Millones. Reuniones sin pies ni cabeza, charlas que podrían estar grabadas pero ocupan tiempo a todos sin motivo, distracciones constantes porque los empleados necesitan distraerse después de producir y si no hay espacio específico de ocio es un caos. Ni hablar de teléfono, puerta, cosas personales de cada uno que atraviesan el día a día”.
Todo esto va en línea con un informe de la Organización Mundial del Trabajo de 2018 que advierte que “trabajar horas excesivamente largas de forma regular reduce la productividad por hora debido a una mayor fatiga, y aquellos trabajadores con grandes cargas de trabajo informan que disminuyen la satisfacción laboral y motivación”. En otro informe, la organización señala que “los trabajadores necesitan mayor soberanía sobre su tiempo”.
En el mundo, la reducción de la cantidad de horas trabajadas por semana es otro tema que se discute desde hace años, con argumentos similares a los esgrimidos en relación a la cantidad de días por semana.
Hace unas semanas mi compañera Florencia Tuchin tocó el tema de la semana laboral de 4 días en su newsletter OTRA ECONOMÍA. En esa edición, el experto en recursos humanos Alejandro Melamed coincidió con los estudios citados en relación a los posibles beneficios de este esquema: “Más concentración, más atención, menor pérdida de tiempo y más productividad”.
Antes de la publicación de esa edición de OTRA ECONOMÍA, Florencia había pedido opinión sobre el tema en LinkedIn. De las 4.372 respuestas recibidas al momento en el que escribo esta nota, 2.748 dijeron que les parecía una gran idea, 764 aplauden a quienes logran trabajar solo 4 días por semana, 750 solo lo consideran para empresas privadas y 80 no creen que funcione.
Más que días y horas: flexibilidad y objetivos
“En el mercado cambiante que hay se deberían buscar empleados más productivos en lugar de explotarlos y que no tengan calidad de vida, que estén 80 horas y queden como piltrafa. La gente pide el viernes porque está agotada”, resume Daniela. Ella tiene 42 años y trabaja de 10 a 17 como analista de procesos bancarios en una entidad financiera.
En su caso (y no es la única de nuestra comunidad de lectores que piensa así), preferiría salir antes del trabajo cada día antes de quitar un día. “Tendría más calidad de mi vida al saber que tengo tiempo para estar con mis hijos, a quienes no alcanzo a buscar el colegio, o dedicarme a mis intereses. Trabajaría con otra energía”.
En cambio, Monserrat cree que una jornada menos a la semana la haría sentirse motivada y organizar mejor sus tiempos.
Hay quienes preferirían tomarse libre el viernes (la mayoría de quienes aboga por tres francos semanales). Otros creen que cortar la semana con un franco adicional el miércoles sería ideal. A otras personas, como a Daniela, les rendiría más cortar antes y hacer menos horas. Aunque cada trabajador tiene su ideal, hay algo que es transversal: la necesidad de flexibilidad. Algo que en cierta forma se experimentó con el home office, modalidad en la que muchos debutaron durante la pandemia.
Quemados: el combo home office + cuarentena no nos permite desconectar del trabajo
“Los sueldos deberían ser por objetivos y en todo caso, haber un mínimo razonable de objetivos a cumplir por semana. Si cobrás por jornada, ¿cuál es el motivo para apurarse? Todo lo contrario. Es bastante absurdo el sistema actual, pero si uno se arma su propio sistema, logra una realidad distinta y positiva”, aporta Susana. Ella, en alguna época, pidió el viernes libre. Y a veces se plantea volver a reducir su semana laboral a 4 días, pero siempre que no implique más horas de trabajo en cada jornada.
Nicolás (34) es otro de nuestros lectores con buena experiencia en flexibilidad laboral. Actualmente trabaja como consultor de comunicación y marketing en su propia agencia, Now. Antes, trabajó para empresas internacionales en el área de nuevos negocios y marketing. Uno de sus grandes clientes fue, hace más de cinco años, una empresa con diferentes sedes en el mundo, para la cual trabajaba remoto desde Buenos Aires.
“Por entonces no trabajábamos 4x3 pero sí puedo asegurar que al equipo no le importaba cuántos días trabajábamos, sino que entre todos pudiéramos cumplir los objetivos. Esto nos daba más flexibilidad y me hacía sentir motivado”, señala.
Aunque el esquema contemplaba trabajar cinco días a la semana, una vez que los objetivos estaban cumplidos, Nicolás podía manejar sus tiempos. No era raro que cortara un viernes al mediodía o que un par de veces al mes lo pidiera libre.
Eso sí, Nicolás reconoce que trabajar por objetivos puede ser un arma de doble filo. “A veces me pongo objetivos muy altos, y como me gusta conseguirlos hay un desgaste en eso. Está bueno, pero en una estructura siempre te piden un poco más”.
“Mi marido trabaja sin horarios, por objetivos. Pero esas metas son tantas y tan exigentes que termina siendo una carga de estrés que afecta a toda la familia”, contó Mónica, que es docente y lectora de OTRA ECONOMÍA.
Sol (29) también trabaja por objetivos. Es ejecutiva comercial en una empresa de viajes y recluta clientes y negocios. Sin embargo, está obligada a cumplir con los horarios de la estructura de su empresa: de lunes a viernes, de 9 a 18. “Pero en realidad mi trabajo está directamente relacionado a los resultados globales de la empresa. Mi trabajo se ve reflejado en los resultados”, cuenta. Incluso agrega que “entre las 9 y las 11 los clientes no están activos. Así que entre las 11 y las 15 como mucho hago las 4 visitas diarias que necesito para fidelizar clientes o captar nuevas ventas”.
El resto del tiempo en la oficina siente que le sobra. “El trabajo lo saco en pocas horas y el resto del tiempo al tener que estar igual activa me genera incomodidad a la hora de tener que hacer otras actividades. Porque en cierta parte no estás cumpliendo con el horario que ellos te pagan pero la realidad es que no es redituable”.
Sol usaría un quinto día para: “Estudiar, hacer un curso, capacitarme o bien para descansar”. Y cree que podría rendir mejor el resto de los días.
Resetear la agenda (y la mente)
Aunque a esta altura de la nota puede ser una obviedad, vale decirlo: cada industria es un mundo. Mientras que en los casos de varias de las personas que citamos en líneas previas podría mejorarse la productividad sin incorporar más personal, empresas que necesitan tener líneas abiertas de atención al cliente, por ejemplo, ven más complejo sumar un día libre a sus empleados.
En OTRA ECONOMÍA, Paulina Focaia, directora de consultoría en recursos humanos de Whalecom destacaba en relación a la semana laboral de 4 días que “desde el punto de vista de la organización, esta tendencia requeriría repensar o agilizar prácticas y procesos, acomodar estructuras, redefinir el alcance de algunos roles y responsabilidades, reorganizar equipos y renegociar convenios colectivos (si pensamos en trabajadores dentro de convenio), para asegurar que el negocio pueda seguir funcionando con los estándares definidos”.
Según los lectores y lectoras de RED/ACCIÓN, esto tiene su espejo en los trabajadores: entre quienes creen que es posible tomarse tres días libres a la semana, creen que esto requiere una buena planificación organización.
Para Daniela (quien prefiere reducir la cantidad de horas laborales por día en lugar de trabajar un día menos) la gran cantidad de feriados que existen y el mercado actual hacen inviable quitar un día de trabajo. “No se puede cerrar el negocio y no ir los viernes o dejar de atender reuniones en un mercado tan cambiante”, dice.
Mariana, que tiene 39 años y su propio estudio de comunicación, es menos categórica, pero coincide en la dificultad que implica que otros trabajen si uno quiere tomarse el día. “Al trabajar sola me planteé trabajar 4 días por semana. Pero lo máximo que logré fue tomarme la tarde del viernes. Si quisiera tomarme la mañana tendría que educar a los clientes para que no ne contacten los viernes. Y como ellos trabajan los 5 días me mandan mensajes por WhatsApp, mails. Te obligan a estar alerta, contestando. O si no, se acumula mucho para el lunes”, cuenta. Y agrega: “Sería posible tomarse el viernes, pero requiere mucha organización. Aún no le encontré la vuelta”.
En síntesis, pareciera haber un efecto contagio, por el cual, al mismo tiempo que cada industria tiene sus particularidades, es difícil implementar la semana laboral de 4 días sin algo de “masividad”.
La mayoría de nuestros lectores coinciden con el experto Melamed: es necesario un cambio cultural, un cambio de nuestra manera de concebir el trabajo.
En parte, la pandemia trastocó nuestros modos. En algunos casos, aumentando el burnout, pero, por otro lado, abriendo el horizonte de la flexibilidad.
Para Ana Loiacono, 56 años, de CABA, desempleada desde octubre pero con una extensa trayectoria en recursos humanos, la implementación del home office, en lugar de favorecer este cambio de paradigma en pos de la flexibilidad, es una barrera para reducir a 4 la semana laboral. “Los empleadores no están preparados para una normativa así, como tampoco lo estaban para el home office, pero esto ya tuvieron que acatarlo obligadamente”.
Nicolás, en cambio, piensa que muchos que han palpado el trabajo flexible querrán ahondar en ello. “Al principio, el trabajo remoto sin tanto horario explícito me costó bastante”, cuenta desde su experiencia. Tanto él como otros trabajadores, creen que apostar por un cambio en la forma de concebir al trabajo, sin estar atados al reloj, es algo que lleva un proceso. Pero que vale la pena transitarlo.