Debido a las inundaciones del río Uruguay, en Concordia (Entre Ríos) hay más de 500 personas evacuadas que se trasladaron a domicilios particulares, centros de asistencia e instalaciones del Regimiento de de Caballería de Tanques 6 Blandengues, según informa CNN. Se trata de la segunda inundación en los últimos seis meses. Asimismo, en 2015, la ciudad sufrió una de las peores inundaciones de su historia donde más de 10.000 personas debieron ser evacuadas
Marcela Dzuryk vive en barrio del Puerto, a ocho cuadras de la plaza principal de la ciudad. Si bien en esta ocasión el agua no llegó a su casa, ha sufrido inundaciones siete veces en su hogar. En este momento se encuentra sin luz y aporta contención a los vecinos que tocan el timbre pidiendo ayuda. "Es una situación extremadamente estresante, escuchás peleas, gritos, llantos", cuenta a RED/ACCIÓN.
—En esta ocasión, ¿cómo fue la contención por parte del Estado?
—En diciembre del año pasado no hubo seguridad ni información, nada. Además las inundaciones suelen durar 15 o 20 días. Esta vez hay un camión enorme de la policía en la esquina de mi casa, con un montón de oficiales que no son de Concordia, sino que los han traído de otras destacamentos. Muchos vecinos están parando en vagones abandonados con sus cosas. Les pusieron baños químicos, luz y seguridad. Además de pasar a dejar comida al mediodía y a la noche, hay un equipo socorriéndolos, que incluye psicólogos y personas de Desarrollo Social. Hay una diferencia enorme, esta vez está extremadamente organizado.
—¿Cómo es el proceso de limpieza y recuperación tras las inundaciones?
—Cuando el agua entra no viene por arriba, está por todos los lados, sale de la nada misma. Además, las compuertas se revientan y los vidrios se explotan así sean 40 centímetros de agua. Por supuesto, la gente quiere volver enseguida a sus casas.
Cuando limpiamos se ve una tierra roja y sumamente grasosa, por eso lo mejor suele ser la hidrolavadora y cepillo con toneladas de lavandina. Luego de lavar y desinfectar, hay que prender ventiladores y calefactores. La humedad empieza a subir en la pared como si fuera un fantasma y no se puede pintar encima porque se infla y se descascara. Tampoco podés poner los muebles pegados a la pared. También vienen los bomberos y con la manguera limpian frente a las casas. Sin embargo, tenés que esperar entre seis meses y un año para que se seque por dentro. Si el agua está mucho tiempo también la flora se muere, el agua quema hasta el bulbo del pasto. Hay mucho estrés y muchas pérdidas.
—¿Alguna organización de voluntarios te llamó la atención por su trabajo?
—Hay voluntarios de todos los colores. Las redes de las iglesias evangélicas son las más se mueven, por ejemplo, tienen un camión preparado con máquinas de lavar ropa. También hay partidos políticos. La juventud en particular suele ser la más comprometida. Arman ollas de comida y la reparten. Incluso hay chicos de la secundaria autogestionados que piden las camionetas a los papás y salen a ofrecer ayuda.
—¿Participaste de alguna organización de voluntarios?
—Cuando milité en el PRO sacábamos a los vecinos de sus casas con sus cosas y los llevábamos a algún centro. Hacíamos monos, es decir, metíamos en frazadas de los vecinos libros, almohadas, todo lo que encontrábamos y lo anudábamos esquina con esquina, como una gran bolsa. También con un vecino rescatamos perritos en 2015, ya que todo pasó todo tan rápido que las personas se iban de su casa dejando a los animales atados sin darse cuenta. No hay maldad sino que tiene mil cosas en la cabeza: el hijo, la comida, los papeles de la casa, los documentos. Yo, por ejemplo, perdí la certificado de defunción de mi mamá y mi título de psicóloga. Hoy sí me generan dolor esas experiencias, pero en ese momento no porque uno se anestesia.