¡Buenos días! El ataque terrorista de Hamás a la población civil de Israel genera dolor e indignación en buena parte de los ciudadanos de Occidente, aunque no son tantas las empresas que hicieron público su repudio. Algunos criterios para definir si las organizaciones deben o no pronunciarse sobre el tema.
Compartí esta newsletter o suscribite
1
Terror. Hace algunas décadas, se esperaba que las empresas ganaran plata. Y punto. Después empezó a importar que generaran empleo y pagaran impuestos. Más tarde comenzó a importar que además cuidaran a sus empleados y luego, que dieran prioridad a sus clientes y evitaran la publicidad engañosa. Después se esperó que ayudaran a las comunidades en las que tenían sus plantas u oficinas y, hace unos años, que se ocuparan también del cuidado del ambiente y que se aseguraran de que toda su cadena de valor tuviera el mismo compromiso. Últimamente, muchos stakeholders esperan que las compañías tomen una posición pública frente a los problemas migratorios de los países o las políticas de salud. Hoy, las grandes corporaciones se debaten sobre si deben decir algo acerca del horror que se vive en Israel y en la Franja de Gaza.
Son más de mil las empresas que, hace ya más de un año, tomaron una posición pública frente a la invasión de Rusia a Ucrania. Muchas hasta llegaron a levantar sus petates y dejar el suelo ruso, aunque eso implicara pérdidas cuantiosas. El contraste es fuerte: esta semana, sólo un puñado de compañías —Microsoft, Google, Hewlett Packard, JP Morgan, Goldman Sachs, Globant y algunas más— se expresaron sobre el ataque terrorista a Israel de parte de Hamás. Dejando de lado los casos de antisemitismo más o menos solapado, el tema no resulta claro: aunque la brutalidad del ataque está fuera de discusión, parece que la complejidad del conflicto árabe-israelí, que nadie está del todo seguro de entender en profundidad, pone en modo silencioso a muchas empresas. El tema es, literalmente, campo minado.
No parece existir una fórmula infalible para definir si una organización debe pronunciarse o no sobre un conflicto político, un acto terrorista o un drama humanitario. Sólo hay criterios que, combinados, pueden arrojar una respuesta fundamentada:
- Consistencia. No todas las organizaciones tienen legitimidad para hacer un llamado a la paz. Ser parte de la cadena de valor de la industria armamentista limita el discurso. También financiarla. O haber hecho negocios en el pasado en países que atacaban a otros, sin al menos intentar torcer ese rumbo. En el otro extremo, marcas como Ben & Jerry’s, dedicadas a making peace. Mirar para adentro antes de hablar, no sea que el boomerang vuelva.
- Pertinencia. Ser un medio de comunicación. O tener operaciones en el país atacado. O accionistas. O proveedores. O socios. Tener empleados que provengan de ahí. O cuyas familias estén en peligro. Algo. Los dramas humanitarios son de toda la humanidad pero no se espera que cada una de las organizaciones del planeta hagan declaraciones públicas sobre ellos. Sólo las que de algún modo se relacionan con el problema. Si no, se pisa el terreno de la sobreactuación.
- Integralidad. A menos que se esté en la industria de la comunicación, decir algo es importante, pero quizá resulte insuficiente. Una declaración aislada de repudio puede estar al borde del whitewashing, una de las formas más frecuentes de hipocresía. El statement puede resultar estéril si no se lo acompaña con acciones efectivas: ayuda humanitaria, recolección de fondos, colaboración extra con ONG dedicadas a ayudar a las víctimas. Y sigue la lista.
- Equilibrio. Un mensaje destemplado o incompleto, producto del apuro o la emoción, queda para siempre en el ciberespacio. Y puede generar heridas que duren generaciones. Microsoft, tomando cierto riesgo, parece haber acertado con su mensaje de solidaridad hacia sus empleados judíos de todo el mundo que sufren esta oleada de odio. Y también hacia sus empleados palestinos que viven en otros países, están en contra del terrorismo y temen por la integridad de sus seres queridos. El horror de la muerte de civiles inocentes no distingue banderas.
- Perspectiva. Cualquier acontecimiento está sometido a la interpretación de la historia. Vistos con la distancia que dan los años, las purgas de Stalin o la Shoá cobran toda su dimensión criminal. Si algunos líderes de esos tiempos hubieran anticipado el juicio de la historia, quizá hubieran actuado de otra manera. Cada nuevo conflicto abre una nueva oportunidad: qué dirán las próximas generaciones sobre lo que las organizaciones hicieron o dejaron de hacer sobre el conflicto árabe-israelí. Mejor, al menos, intentar imaginarlo.
Los terroristas son asesinos. Sobre eso no hay discusión. Casi todo lo demás admite variedad de matices y puntos de vista. También si las empresas deben o no hacer público su repudio. Y de qué modo. O si es mejor que lo hagan sus líderes a título personal. O incluso el contenido de este artículo. Que todo eso sea opinable es lo que distingue a las democracias de otras formas de convivencia. Y es lo que los terroristas no toleran.
2
Tres preguntas a Robert Goldman. Es un académico nortaeamericano, experto en leyes de guerra del Washington College of Law de la American University.
—¿Cuál es la naturaleza del conflicto entre Israel y Hamás?
—La respuesta a esta pregunta no está nada clara. Muchos expertos en derecho humanitario argumentarían que Hamás e Israel están inmersos en lo que se conoce como un “conflicto armado no internacional”. En otras palabras, se clasificaría del mismo modo que una guerra civil que enfrenta a las fuerzas armadas de un Estado contra un actor no estatal armado, en lugar de un conflicto internacional entre dos o más Estados soberanos. Si ese fuera el caso, el conflicto no se regiría por la totalidad de las leyes de la guerra, sino por el más limitado Artículo Común 3 de los Convenios de Ginebra junto con numerosas normas de derecho consuetudinario, que derivan de prácticas generales aceptadas como ley. El Artículo Común 3, que se aplica a los civiles y a quienes ya no combaten, prohíbe prácticas como la tortura, la ejecución sumaria y la denegación de un juicio justo. Pero el estatuto de prisionero de guerra sólo se aplica a los conflictos entre Estados, por lo que no sería aplicable. Sin embargo, algunos observadores internacionales, incluidas las Naciones Unidas, consideran que Israel de hecho ocupa Gaza, una opinión basada en que controla las fronteras de la franja y el espacio aéreo y suministra la mayor parte de su electricidad. De ser así, el reciente estallido de hostilidades entre Hamás e Israel desencadenaría la totalidad de las leyes de la guerra. Pero no creo que Israel sea una potencia ocupante en Gaza según una lectura estricta de la ley: Israel dejó de gobernar y retiró sus fuerzas de Gaza en 2005. Desde 2007, Hamás, tras expulsar a la Autoridad Palestina, ha gobernado de hecho Gaza.
—¿Cuál es el estatuto legal del bombardeo de Gaza según el derecho internacional?
—Hoy en día, las normas que rigen cómo deben conducirse las hostilidades tanto en los conflictos armados internacionales como en los no internacionales son esencialmente las mismas. El requisito más importante en todos los conflictos es que se debe distinguir siempre entre civiles y combatientes, y que los ataques sólo pueden dirigirse contra combatientes y otros objetivos militares. La protección de la población civil atrapada en un conflicto bélico depende esencialmente de tres factores: los civiles deben abstenerse de combatir, la parte que controle a la población civil no debe exponerla a un mayor riesgo de sufrir daños utilizándola como escudo humano, y la fuerza atacante debe tomar precauciones para evitar o reducir al mínimo el número excesivo de víctimas civiles al atacar objetivos legítimos. Los civiles de Gaza no sólo no son objetivos legítimos, sino que además están protegidos por el derecho internacional humanitario (DIH) mediante la norma de proporcionalidad. Esta norma prohíbe un ataque contra un objetivo militar que previsiblemente pueda causar víctimas civiles excesivas o desproporcionadas en relación con la ventaja que se espera obtener de la destrucción del objetivo. En el caso de Gaza, esta norma exige que, antes de lanzar un ataque, el ejército israelí analice y determine el efecto probable sobre la población civil. Si parece que dicho ataque causará víctimas civiles desproporcionadas, debe suspenderse o cancelarse. Dada la densidad urbana de Gaza, es extremadamente difícil para los israelíes evitar un número considerable de víctimas civiles, incluso cuando utilicen armas de precisión.
—Paro Hamás ha utilizado con frecuencia a la población civil como escudo humano…
—Así es. Hamás, como ha hecho sistemáticamente en el pasado, utiliza a sus civiles y ahora a rehenes para proteger objetivos militares. Aunque Israel es el principal responsable de evitar un número excesivo de muertes de civiles en su bombardeo de Gaza, la capacidad de Hamás para alegar que el bombardeo constituye un crimen de guerra se vería debilitada si pone deliberadamente a su propia población en peligro. Y aunque Israel está cumpliendo con su obligación de avisar con antelación de un ataque en el norte de Gaza, el problema persiste: ¿dónde pueden ponerse a salvo 1 millón de personas cuando las fronteras están cerradas y se están atacando objetivos militares en toda Gaza? Adicionalmente, a diferencia de otras ocasiones en el pasado, la guerra de asedio total ahora es ilegal independientemente de si las partes beligerantes están implicadas en hostilidades internacionales o no internacionales. Bloquear la entrada de todos los alimentos, agua y medicinas y cortar la electricidad —como parece estar ocurriendo en Gaza— afectará desproporcionadamente a los civiles, provocando previsiblemente su inanición. Se trata de un método de guerra prohibido por el DIH consuetudinario y convencional. Por horribles que sean las acciones de Hamás, el DIH no permite que una parte agraviada responda del mismo modo.
Las tres preguntas a Robert Goldman se tomaron de la entrevista publicada en The Conversation. Para acceder a la conversación completa podés hacer click acá.
3
Conflicto. “Es muy difícil entender la actitud de complacencia occidental con quienes claman por la destrucción de Occidente, pero no sorprende. Una cultura que se niega a defender su propia supervivencia y que es feroz criticando a otros cuando estos se protegen, es una cultura decadente”, dice Karina Mariani en este artículo que explica, con particular claridad, el conflicto que se vive en Medio Oriente. El texto explicita, sin pelos en la lengua, la naturaleza intolerante de Hamás y da cuenta de la necesidad de que los países democráticos tengan una posición inequívoca de apoyo a Israel.
4
Academia. El crimen de la guerra: así se llama el libro en el que Juan Bautista Alberdi condenaba la guerra de la Triple Alianza en la que la Argentina, Brasil y Uruguay se enfrentaron a Paraguay hace más de un siglo. Un clásico que anticipa los pilares del orden jurídico internacional y argumenta con solidez a favor de la paz internacional, afirmando la necesidad de una autoridad por encima de la soberanía de los Estados para evitar las guerras. A lo largo de su obra, el jurista tucumano apela a la moral para denostar la guerra y equipara con los delincuentes comunes a quienes la mandan y ejecutan. Alberdi llegó al mundo con dos siglos de anticipación. Cada día están más vigentes sus palabras.
5
Oportunidades laborales
- Diageo inició la búsqueda de Public Policy & Regulatory Affairs Manager South LAC.
- S&P Global abrió la búsqueda de Lead Editor.
Hasta acá llegamos esta semana. ¡Hasta el próximo miércoles!
Juan
Con apoyo de
Media Partner
* El contenido de Comms no necesariamente representa la posición institucional del Círculo DirComs. El Círculo de Directivos de Comunicación (DirComs) es una asociación civil que busca promover el intercambio de conocimiento y experiencias entre los máximos responsables de comunicación corporativa, relaciones institucionales, asuntos públicos y gubernamentales de las principales empresas del país. *