En las próximas semanas el coronavirus pondrá al sistema de salud argentino bajo un estrés inédito. Es el consenso de las autoridades de los ministerios de Salud de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires, y de quienes manejan el sistema de salud privado.
La decisión del presidente Alberto Fernández de implementar una cuarentena obligatoria para el país ha logrado su objetivo de aplanar la curva de contagios y ganar tiempo para enfrentar mejor preparados lo peor de la pandemia.
Los expertos proyectan un aumento significativo de los casos de coronavirus para la segunda quincena de abril y el pico de estrés del sistema para la segunda quincena de mayo
Para esa eventualidad, el Gobierno está haciendo preparativos contra reloj. Centralizó la gestión, comenzó a regular la compra y distribución de tests, barbijos y respiradores. Además, ordenó la construcción de ocho hospitales de emergencia.
En la Argentina, entre el sector público y el privado, hay 160 mil camas hospitalarias. Eso equivale a 5 camas por cada 1.000 habitantes. La OMS recomienda tener entre 8 y 10.
En la Argentina se estima que el 90% de esas camas estaban ocupadas antes de la irrupción de la pandemia. Pero en las últimas dos semanas, el Ministerio de Salud dispuso de la liberación de camas “críticas” y la reprogramación de cirugías no esenciales para que los centros médicos estén preparados para atender un eventual aumento fuerte de la demanda por casos de coronavirus.
La prioridad son las salas equipadas para terapia intensiva. Hasta hace dos semanas, el Ministerio de Salud estimaba que entre los sistemas público y privados, el sistema sanitario contaría con cerca de 6.500 camas disponibles con sus respiradores correspondientes. Pero en los últimos días se han hecho adecuaciones y se anticipa que habrá más de 8.000 camas de terapia intensiva disponibles, aunque no todas con respiradores. Dos tercios serían privadas.
Además, el Ministerio busca reforzar los equipos en los diferentes centros de salud que dependen de la Nación y las provincias e hizo una convocatoria a profesionales de la salud a prestar servicios sanitarios en el marco de la pandemia.
Pero el equipo que maneja la expansión del coronavirus tiene claro que de producirse un contagio masivo, el sistema público, al igual que en España e Italia, no daría abasto. En esa circunstancia las camas, el personal y las plazas de terapia intensiva de las clínicas y hospitales privados serán indispensables.
En nuestro país, 7 de cada 10 argentinos se atienden en el sistema privado -prepagas y obras sociales-, y sus recursos serán fundamentales.
Por eso se los convocó a formar parte de una mesa para coordinar los esfuerzos. La decisión se tomó luego de que la semana pasada el ministro de Salud, Ginés González García, generara una fuerte polémica al deslizar que se estaba evaluando emitir un decreto para tomar control de la salud privada con el objetivo de asegurar "un tratamiento igualitario para todos los argentinos".
En una conversación con RED/ACCIÓN, Jorge Cherro, presidente de la Asociación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales Privados, destaca la iniciativa y explica el aporte que pueden hacer para enfrentar la pandemia.
Cherro, que habla regularmente con el equipo del Ministerio de Salud, dice que la prioridad es “administrar recursos que son escasos a fin de que todo aquel que los necesite pueda acceder a los mismos". Y agrega: "Hay que aumentar la capacidad instalada. En esta situación límite, lo ideal es enemigo de lo posible”.
Cherro explica que la mesa coordinadora establecerá los protocolos y supervisará la preparación de las clínicas, sanatorios y hospitales para atender la emergencia.
Estima que la coordinación del día a día debe ser a nivel provincial y en el caso de la Provincia de Buenos Aires, a nivel de las municipalidades. Revela que en el sector privado ya tienen un comité: “Miramos el día a día, protocolos, conductos. Hay mucho sanitaristas y epidemiólogos”.
—¿Está el sistema argentino preparado para una masiva multiplicación de infectados locales?
—El sistema de salud argentino tiene buena capacidad instalada en términos de infraestructura y recursos humanos. El tema con el COVID-19 es que, si bien no se presenta en la mayoría de los casos con severidad –sólo un 5% de los casos son críticos requiriendo cuidados intensivos–, como es muy contagioso, por la masividad de los casos puede llegar a sobre demandar abruptamente la infraestructura de terapia intensiva. En las instituciones de salud, la terapia intensiva, en general, no es un área con capacidad ociosa, por lo que una mayor demanda de golpe puede saturarla. Por eso, hay que prever la conversión de camas comunes a camas de cuidados críticos. Esperamos que la ciudadanía entienda que estamos enfrentando una crisis sanitaria de envergadura y además desconocida.
—¿Cuáles son los cálculos que han hecho ustedes?
—Se calcula que el 80% de los infectados transitará la enfermedad en su domicilio con los síntomas de una gripe común. Del 20% restante, un 15% necesitará alguna clase de internación de baja o mediana complejidad, y un 5% necesitará internación en terapia intensiva seguramente con necesidad de respirador y con pronóstico reservado. El problema que enfrenta el sector es que el 80% al 85% de las camas están ocupadas por pacientes con criterios de internación normales y habituales como nacimientos, enfermedades coronarias, pacientes oncológicos, traumatizados, cirugías, etcétera. Una alternativa que estamos planteando es que se suspendan las internaciones programadas (por ejemplo cirugías estéticas, cirugías de rodilla o cadera). Se deben administrar los recursos edilicios (camas), tecnológicos (respiradores) y en recursos humanos (profesionales médicos, enfermeros) porque son recursos escasos.
—¿Cuál es el aporte que pueden hacer ustedes y cómo les gustaría que fuera la coordinación con el gobierno?
—El aporte que va a hacer el sector privado de la salud va a ser total. La coordinación con el gobierno debería ser a nivel provincial y municipal, ya que los gobiernos locales son los gestores de la medicina pública en cada ciudad. Entre los gobiernos locales y los prestadores privados de cada pueblo y ciudad es que debe darse la coordinación.
—¿Qué medidas se están tomando y cómo se están preparando?
—Nos estamos preparando en todo lo que podemos. Incluso ya hay instituciones que están convirtiendo áreas clínicas en áreas de cuidados críticos. En el tema de recursos humanos, habría que prever la cancelación de licencias mientras dure la crisis y la implementación de contratos a plazo fijo especiales en el marco de la fuerza mayor para tomar personal sin riesgo de contingencia judicial laboral posterior. La Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) está organizando capacitaciones a distancia especialmente para enfermería.
—¿Cómo es la coordinación actualmente?
—Mejoró en el sentido antes mencionado de la descentralización diagnóstica. Habrá más centros distribuidos por todo el país, lo que agilizará el diagnóstico y por lo tanto la conducta terapéutica. También se ha mejorado en la falta de comunicación que había con las autoridades gubernamentales. La mesa de coordinación es una muy buena iniciativa porque se pueden plantear una serie de inquietudes para mejorar los protocolos de atención y otras iniciativas que surgen del día a día, pero lo más importante es que se comprendió que debe haber una coordinación público-privada para no malgastar esfuerzos.
—¿Cuáles son los protocolos a seguir?
—Habría que masificar los test de detección, incluso entre población sana. De esta forma, se podría ir detectando los casos positivos para ellos sí quedar confinados y empezar a liberar gradualmente a los casos que dan negativos. Los países asiáticos adoptaron esta estrategia combinada de distanciamiento social y aplicación masiva de test y así es como doblegaron la tasa de aparición de nuevos casos.
—¿Creen que la gente se lo está tomando en serio ahora que se impuso la cuarentena?
—La mayoría de la población está actuando con responsabilidad. Pero también hay que prever que si el confinamiento se prolonga, el hartazgo de la población puede manifestarse. Esto no es que la gente no se tome en serio la enfermedad sino que, naturalmente, un confinamiento prolongado tendrá efectos colaterales no deseados.