El racismo es un concepto complejo que puede resumirse como “no aceptar la diferencia”, bien en el ámbito del pensamiento, en el ámbito de las actitudes o en ambos. Así, el racismo podría categorizarse en tres dimensiones: ideología, opiniones y actitudes, y conductas o prácticas.
Por otra parte, los planteamientos que puede manifestar el racismo pueden analizarse tanto desde perspectivas individuales como grupales.
En este último caso, además, se puede estudiar el comportamiento interno dentro del grupo o la relación del grupo con la sociedad. Es especialmente aplicable a nuestro actual contexto la llamada teoría del conflicto, que explica la hostilidad y los prejuicios hacia extranjeros y minorías étnicas debido a la competencia (real o percibida) por recursos escasos y socialmente valorados, ya sean bienes materiales (empleo, acceso a prestaciones sociales…) o no materiales, como el poder.
Qué es racismo
Una clasificación muy interesante de las diferentes formas de racismo es la realizada por Gerard Kleinpenning y L. Hagendoorn. Estos autores consideran diversos factores desde el punto de vista racial: diferencias, superioridad, amenaza, derechos, ajuste, segregación, distancia y visión de la sociedad ideal.
En función de estos factores establecen cinco grupos de actitudes que desembocan en formas de racismo. Clasificadas de mayor a menor tolerancia, son las siguientes:
1) No racismo
2) Racismo aversivo
3) Racismo etnocéntrico
4) Racismo simbólico
5) Racismo biológico
Como se deduce de lo descrito, el racismo viene a ser una interpretación ideológica que confiere a cierta raza o grupo étnico una posición de poder por encima de otros, sobre la base de atributos físicos o culturales, así como de recursos económicos. El racismo implica relaciones jerárquicas en las que la raza “superior” ejerce el dominio y el control sobre las demás.
Qué es xenofobia
La cuestión de la xenofobia incorpora matices respecto al racismo, pues se refiere a las actitudes, los prejuicios y las conductas que rechazan, excluyen y, a menudo, denigran a las personas fundadas en la percepción de que se trata de forasteros o de extranjeros ajenos a la comunidad, a la sociedad o a la identidad nacional.
En muchos casos es difícil distinguir el racismo de la xenofobia como motivaciones conductuales, ya que las diferencias en las características físicas se suelen presuponer para discriminar al “otro” de la identidad común.
Sin embargo, las manifestaciones de xenofobia podrían ir dirigidas contra personas con idénticas características físicas, incluso con afinidad de parentesco, cuando estas llegan, regresan o emigran de Estados o zonas que los nacionales consideran foráneas. Esto es, la xenofobia tiene que ver con el estereotipo y el prejuicio más que con la ideología.
Es más, en el caso concreto español resulta relevante pararse a considerar si determinadas actitudes hostiles hacia los inmigrantes no estarían sobreestimando actitudes pretendidamente racistas y minimizando entonces la xenofobia.
Así, la propia procedencia de los inmigrantes internacionales implica que, en muchos casos, pertenezcan a una etnia diferente a la nuestra. Sin embargo, muy posiblemente no sea ese rasgo el que origine prejuicios o actitudes negativas hacia ellos, sino simple y llanamente la percepción de los supuestos efectos perjudiciales que produciría la inmigración en los intereses económicos y laborales de la población autóctona.
Sería, pues, más acertado referirnos a la xenofobia en lugar de al racismo.
La violencia del deporte
Vinicius es una persona de raza negra, pero es a la vez un privilegiado dentro de la sociedad, luego no “molesta” a “españoles de pura cepa” ni en los centros de salud, ni en el colegio, ni en las colas del paro.
Estaríamos hablando aquí de otro fenómeno, que es la violencia multitudinaria en el deporte. Esto es, conductas de carácter arbitrario y prepotente, destructor y pseudojusticiero, influenciadas por la excitación del momento y por la sensación de impunidad que surge de la masa. La violencia puede ser física o psíquica.
Evidentemente, factores no excluyentes como el racismo o la xenofobia, la adhesión a grupos radicales, el consumo de alcohol y drogas o la influencia de los medios de comunicación potencian este tipo de comportamientos.
El recurso al color de la piel es una salida fácil en un ambiente enfervorecido, pero también es cierto que igual de fácil es decir “hijo de puta” sin que ello suponga una conducta despectiva hacia la madre del mencionado.
Opino, pues, que debería darse al episodio la importancia que se merece desde el punto de vista del racismo. No hay que olvidar, por supuesto, las firmísimas sanciones que deberían existir para este tipo de conductas grupales, ni la necesaria pedagogía social que es necesario llevar a cabo para alejar a la sociedad de las verdaderas actitudes discriminatorias hacia los diferentes. Pero esto es tema de otro artículo.
Mercedes Fernández, Senior researcher, Universidad Pontificia Comillas
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.