El atardecer del domingo 9 de abril coronaba el final de la Semana Santa. Días antes, en vísperas de la celebración de pascuas, la plataforma Star+ había estrenado Amén, Francisco responde, un documental en el cual el pontífice responde a preguntas formuladas por jóvenes de diferentes contextos y pensamientos.
El filme abre con la presentación de los diez jóvenes hispanohablantes que se sentarán con el sumo pontífice. Ellos están en Roma, algunos por primera vez, otros no. Luego proceden al lugar de encuentro: una especie de aula, bien casual, en la cual recibirán a la máxima autoridad católica y a una de las figuras más influyentes del mundo.
En paralelo, se lo muestra al Papa de una manera muy genuina y casual. En su despacho, habla en italiano y se sube al auto para dirigirse al lugar donde lo estarían esperando. Al entrar al aula, todos los jóvenes se quedan callados. “Silencio. ¿Quién ha muerto?” preguntó en forma de broma Francisco.
Luego de saludar a todos, el homenajeado toma asiento y exclama: “Pelota al centro. Empieza el partido”. Un joven español toma valentía y le pregunta si él recibía un sueldo. “No tengo sueldo”, afirmó el pontífice. “El modo de vida es bastante honesto y de nivel medio, quizás un poco para abajo”, concluyó.
Entre pregunta y pregunta, Bergoglio comenta su rechazó por los teléfonos celulares y recuerda cuánto extraña a su familia diariamente. De a poco, la figura de una autoridad se va deconstruyendo hacia la figura de una persona común y corriente, con vocación de cura y que habla con coloquialismos, como todos.
Ya en un ritmo de confianza, un español con raíces en Senegal pone sobre la mesa la problemática de la migración. “El migrante tiene que ser recibido, promovido e integrado”, explica Francisco. “Hay una conciencia de explotación contra el inmigrante de uso, no de te recibo como hermano. Detrás de esto está el fantasma de la esclavitud”.
Cambiando de tema, una chica del mismo origen que el Papa, argentina, cuenta su testimonio sobre el aborto en la Iglesia. “Jesús acompañaría a la mujer que aborta. No la juzga”, decreta la santiagueña. Francisco, atento, logra contestar: “Siempre le digo a los curas que si llega una mujer que ha pasado por un aborto no pregunten mucho y sean misericordiosos”.
Sin embargo, el Papa ratificó su posición con respecto a esta práctica: “La pregunta que hay que hacerse es si es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema o, si yo recurro a un médico, es lícito alquilar un sicario para eliminar una vida humana y resolver un problema”. Pocos se quedan conformes ante la respuesta. De hecho, una chica alza su voz y lo contradice: “Me llama la atención que haya un debate desde la culpa hacia la mujer. Ya que haya una comparación con el sicariado, creo que es un poco simplista”.
El documental llega a su punto cúlmine cuando aparece un jóven con su testimonio de haber sido abusado por una autoridad del Opus Dei en su infancia. Le entregó una carta que Francisco le había respondido al joven tiempo atrás cuando le comentó que la sentencia a su abusador no había sido justa. El Papa, entre angustia y emoción, la leyó y pareció recordar. “Te agradezco la valentía de haberlo denunciado. No es fácil”, le dijo al joven, acompañándolo.
Con dosis de enojo y tristeza, otro de los jóvenes le preguntó al Papa si sentía que la Iglesia estaba haciendo lo necesario para frenar o atacar este problema. “La política es limpiar. Si hay alguien que está jugando mal, que venga la denuncia y limpiamos. Tolerancia cero, esa es la política de la Iglesia”, explica. “Al generar conciencia de que la Iglesia está en esta postura, la persona abusada sale de la absoluta soledad”, concluye.
Cerca del final, tomó el micrófono una persona no binaria. Contó su historia y le cuestionó al Papa si hay un espacio en la Iglesia para las personas trans o el colectivo LGTB. “Todos somos hijos de Dios. Dios no rechaza. Dios es padre y yo no tengo derecho a echar a nadie”, reflexiona.
En forma de conclusión, apareció un último testimonio. En mi opinión, uno de los más interesantes. Lucía, una ex monja, contó que estuvo en un convento donde sufrió abuso de poder y psicológico, lo que la llevó a dejar los hábitos. Hoy es agnóstica y siente que alejarse fue lo mejor que le pasó en la vida. “Hay mucha corrupción y eso hay que reconocerlo. Hay mucho daño en la institución eclesiástica”, confiesa. “En vos veo el dolor de muchas personas que han sufrido abuso de poder”, la apoya su santidad.
El diálogo es la puerta para el entendimiento. Ese fue el objetivo principal de este encuentro entre el Papa y los jóvenes: lograr un intercambio que enriquezca tanto a los jóvenes desde la perspectiva de Francisco, como a Francisco desde la perspectiva de los jóvenes. Así, ambas partes pueden llegar a un espacio de reflexión sobre distintas cuestiones que ayudan a fortalecer el argumento de las ideas.