Más del 90% de la gente cree que el mundo está empeorando. Sin embargo, las evidencia empírica demuestra que la pobreza extrema se redujo a menos del 10% de la población, la proporción de alfabetizados se multiplicó por 9, la mortalidad infantil es 10 veces menor y más de la mitad vive en democracia.
Una encuesta reciente formuló la siguiente pregunta: “Teniendo en cuenta todo ¿piensa que el mundo está mejorando o empeorando? ¿O no mejorando ni empeorando?”. En Suecia, el 10% opinó que las cosas están mejorando. En Estados Unidos, sólo el 6% dio esta respuesta y en Alemania nada más que el 4%. Es muy poca la gente que piensa que el mundo está mejorando.
¿Cuál es la evidencia que necesitamos considerar al responder esta pregunta? La pregunta tiene que ver con la forma en que cambió el mundo y por ende debemos considerar una perspectiva histórica. Además, la pregunta se refiere al mundo en su conjunto y la respuesta debe por ende considerar a todo el planeta. La respuesta debe tener en cuenta la historia de las condiciones de vida global, una historia de todos y cada uno.
Pobreza
Para ver de dónde venimos debemos remontarnos más lejos en el tiempo. Treinta o ni siquiera 50 años son suficientes. Cuando uno considera únicamente cómo era el mundo durante nuestro tiempo de vida es fácil cometer el error de pensar en el mundo como algo relativamente estático -las partes del mundo educadas, sanas y ricas aquí y las regiones enfermas, sin educación y pobres por allí- y concluir erróneamente que siempre fue así y siempre será así.
Para evitar retratar al mundo de una forma estática -el Norte siempre mucho más rico que el Sur-, debemos comenzar 200 años atrás cuando las condiciones de vida cambiaron realmente de forma dramática.
Los investigadores definen a la extrema pobreza a una persona que vive con menos de US$ 1,90 diarios. Estas cifras de la pobreza toman en cuenta formas de ingreso no monetarias. La medida de pobreza es corregida según los distintos niveles de precios en diferentes países y ajustada según inflación. Es decir, la pobreza se mide en el denominado dólar internacional que explica estos ajustes.
El primer gráfico muestra las estimaciones para la población mundial que vive en extrema pobreza. En 1820 sólo una pequeña elite gozaba de elevados estándares de vida, mientras que la gran mayoría de la gente vivía en condiciones que llamaríamos hoy de extrema pobreza.
Desde entonces, el porcentaje de gente extremadamente pobre cayó de forma constante. Cada vez más, las regiones del mundo se industrializaron aumentando la productividad, lo que hizo posible sacar de la pobreza a más gente: en 1950, las tres cuartas partes del mundo vivían en la extrema pobreza; en 1981 era el 44%. Para 2015, último año del que tenemos datos, la extrema pobreza había caído por debajo del 10%.
Esto es un gran logro. Para mí como investigador, que me centro en el crecimiento y la desigualdad, este sería el mayor éxito de todos en los últimos dos siglos. Es especialmente llamativo si tenemos en cuenta que la población mundial aumentó siete veces en los últimos 200 años.
En un mundo sin crecimiento económico, un aumento de esa magnitud hubiera arrastrado a todos a la extrema pobreza. Sin embargo, lo que ocurrió fue exactamente lo opuesto.
El aumento de la productividad fue importante porque volvió menos escasos a servicios y productos esenciales: más alimentos, mejor vestimenta y menos viviendas hacinadas.
çEl crecimiento económico también fue importante porque modificó las relaciones entre las personas. En el largo período en el que el mundo vivió sin crecimiento, la única forma para volverse más adinerado era si alguien empeoraba. Nuestra buena suerte era la mala (suerte) de nuestros vecinos.
El crecimiento económico cambió esto. El crecimiento hizo posible que uno estuviera en una situación más acomodada cuando los otros lo estaban también. El ingenio de aquellos que construyeron la tecnología que aumentó la productividad -el auto, las máquinas y la tecnología de la comunicación- volvió a algunos de ellos muy ricos y aumentó al mismo tiempo la productividad y los ingresos de otros. Resulta difícil sobreestimar lo distinta que es la vida en una economía con sumas cero respecto de otra con cifras positivas.
Otra forma de verlo es que desde 1990 la cantidad de gente en extrema pobreza cayó a un promedio de 130 mil personas por día.
Alfabetización
¿Cómo cambió la educación de la población mundial en este período? El gráfico de abajo muestra el porcentaje de población mundial que se alfabetizó en los últimos dos siglos. En el pasado, sólo una pequeña elite era capaz de leer y escribir. La educación actual, incluída la de los países más rico, es un logro muy reciente. Fue en los últimos dos siglos que el alfabetismo se volvió lo común para toda la población.
En 1820, sólo el 10% de las personas mayores de 15 años estaban alfabetizadas. En 1930, sólo un tercio. Hoy, esa cifra alcanza al 85% a nivel mundial. Digámoslo de otra forma: si uno estaba vivo en 1800 existía una posibilidad de 9 en 10 de no ser capaz de leer. Hoy, más de 8 de cada 10 personas pueden leer. Y si uno es joven, las posibilidades son más altas ya que muchos de los analfabetos de hoy son viejos.
Si usted piensa que la ciencia, la tecnología y la libertad política son importantes para solucionar los problemas del mundo y cree que leer y escribir ayuda para lograrlo, mire entonces las cifras en números absolutos. Hoy hay 5.400 millones de personas mayores de 15 años de las cuales, tal como muestra el gráfico, 85% están alfabetizadas -esto es, 4.600 millones de personas-. En 1800, había menos de 100 millones de personas con idéntica habilidad.
Salud
Una razón por la que no vemos progreso es que ignoramos que tan mal estaba el pasado.
En 1800, las condiciones sanitarias de nuestros ancestros eran tan precarias que cerca del 43% de los recién nacidos del mundo fallecían antes de cumplir 5 años. Los cálculos históricos sugieren que todo el mundo vivía en condiciones pobres. Más de un tercio de los chicos moría antes de cumplir los 5 años.
Sería equivocado creer que la medicina moderna era el único motivo para una mejor salud. En un comienzo, la mayor prosperidad y la naturaleza distinta de la vida social importaron más que la medicina. Fueron mejoras en salud y vivienda las que mejoraron nuestras chances en la milenaria guerra contra las enfermedades infecciosas. Una dieta más sana, posible gracias a una mayor productividad en el sector agrícola y el comercio exterior, nos volvió más resilientes frente a la enfermedad. Sorprendentemente, la mejora en la salud y la nutrición nos volvió también más altos y elegantes.
Pero no cabe duda de que la medicina y la ciencia también importaron. Una población más educada logró una serie de progresos científicos que hicieron posible reducir más la enfermedad y la mortandad. Especialmente importante fue el descubrimiento de la teoría bacteriológica de la enfermedad durante la segunda mitad del siglo XIX. La teoría convenció finalmente a nuestros ancestros de que la higiene y la sanidad pública son cruciales para la salud.
La teoría bacteriológica de la enfermedad sentó las bases para la creación de los antibióticos y las vacunas y ayudó al mundo a ver por qué razón la salud pública es tan pero tan importante. La salud pública importaba enormemente: todo el mundo se beneficia si todos son vacunados, y todos se ven beneficiados si todos obedecen las reglas de la higiene.
Con estos cambios, la salud global mejoró de una forma inimaginable para nuestros ancestros. En 2015 la mortalidad infantil había bajado a un 4,3%. Esto es, 10 veces menos que hace dos siglos. Es preciso que tengamos en cuenta esta perspectiva a largo plazo para ver el progreso que hemos alcanzado.
Libertad
La libertad política y las libertades civiles figuran en el corazón del desarrollo, ya que son tanto un medio como un fin para el desarrollo. El periodismo y el discurso público son los pilares sobre los que descansa esta libertad, pero las evaluaciones cualitativas de estos aspectos encierran el riesgo de que percibamos de forma equivocada una disminución de las libertades con el tiempo cuando, de hecho, estamos elevando la vara con la que juzgamos.
Existen varios intentos para medir los tipos de regímenes políticos que gobiernan los países del mundo y captar algo tan complejo como un sistema político es necesariamente polémico. No existe una única forma. En este análisis me basaré en el índice Polity IV ya que es la menos problemática de las medidas que presentan una perspectiva de largo plazo.
El índice Polity IV mide regímenes políticos en un espectro desde +10 para las democracias totales a -10 para las autocracias completas; regímenes que caen en algún punto medio de este rango son llamados anocracias. A esto le agregué información sobre los países del mundo que fueron gobernados por otros como parte de un imperio colonialista.
Una vez más, quiero dar una perspectiva en el tiempo para hacernos una idea de cómo cambió la libertad política. El gráfico muestra el porcentaje de gente viviendo bajo distintos tipos de regímenes políticos durante los últimos dos siglos.
A lo largo del siglo XIX, más de un tercio de la población vivía en regímenes coloniales y casi todo el resto en países gobernados de forma autocrática. La primera expansión de libertad política desde fines del siglo XIX en adelante fue aplastada con el advenimiento de regímenes autoritarios que, en muchos países, ocuparon su lugar hasta la Segunda Guerra Mundial.
En la segunda mitad del siglo XX el mundo cambió significativamente: los imperios colonialistas terminaron y cada vez más países se volvieron democráticos. El porcentaje de población mundial viviendo en democracias aumentó de forma constante -especialmente importante fue la caída de la Unión Soviética que permitió que se democratizaran una cantidad mayor de países-. Hoy, más del 50% de las personas vive en democracia.
La gran mayoría de los que ni viven en democracia, 4 de cada 5, viven en un país: China.
Los derechos humanos son, de igual modo, difíciles de medir de forma constante a lo largo y a lo ancho del tiempo. La mejor información empírica muestra que luego de un tiempo de estancamiento la protección de los derechos humanos mejoró globalmente en las últimas tres décadas.
Población
En cualquiera de los gráficos anteriores se podrá ver el aumento de la población mundial en los últimos dos siglos. En 1800 era de alrededor de 1.000 millones de habitantes y desde entonces creció siete veces.
El crecimiento de la población aumentó la demanda de recursos y amplificó el impacto de la humanidad sobre el medio ambiente. De todos modos, este aumento debiera suscitar algo más que pesimismo. En primer lugar, revela un tremendo logro. Muestra que los seres humanos dejaron de morir al ritmo que lo hacían nuestros ancestros en los milenios anteriores.
En los tiempos pre modernos la fertilidad era alta, 5 o 6 hijos por cada mujer era la norma. Lo que mantuvo bajo al crecimiento demográfico fue la muy elevada tasa de fallecimientos en la gente y esto significaba que muchos niños morían antes de alcanzar su edad de reproducción. El aumento de la población mundial apareció cuando la humanidad comenzó a ganar la batalla contra la muerte. La expectativa de vida global se duplicó en los últimos cien años.
El crecimiento poblacional es una consecuencia de que la fertilidad y la mortalidad no hayan declinado de forma simultánea. El veloz crecimiento de la población tuvo lugar cuando la fertilidad era todavía tan alta como lo era en el insalubre medio ambiente del pasado, pero la mortalidad ya se había reducido a los bajos niveles actuales.
Lo que hemos visto en un país tras otro en los últimos 200 años es que, una vez que las mujeres se dan cuenta de que las chances de que sus hijos mueran bajan sustancialmente, se adaptan y optan por tener menos hijos. El crecimiento poblacional llega entonces a su fin. Esta transición de fertilidad y mortalidad elevados a fertilidad y mortalidad bajos es denominada transición demográfica.
En aquellos países que se industrializaron primero, este fenómeno duró por lo menos desde mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX.
La fertilidad global bajó a menos de la mitad en los últimos 50 años. Pasó de más de 5 hijos por mujer a principios de los años 1960 a por debajo de 2,5. Esto significa que el mundo se encuentra inmerso en la transición demográfica y que el crecimiento de la población mundial llegó a un pico, de hecho, hace medio siglo.
Ahora que vemos que la fertilidad declina en todos lados somos testigos de un fin del crecimiento demográfico. La población mundial que se cuadruplicó a lo largo del siglo XX, durante este siglo no va a duplicarse. Y para fines del siglo, Naciones Unidas espera un crecimiento anual lento de la población, de un 0,1%. Mientras que los demógrafos de la IIASA (International Institute for Applied Systems Analysis) esperan un fin del crecimiento de la población global para alrededor de 2075.
Educación
Ninguno de los logros de los últimos dos siglos podría haberse logrado sin la expansión del conocimiento y la educación. La revolución en la forma cómo vivimos se vio impulsada no sólo por la educación sino que ésta se volvió más importante que nunca.
Y sabemos que la educación está en vías de mejorar a nivel mundial. Contrariamente a muchos otros aspectos sociales en donde los pronósticos son de uso limitado, creo que la educación es un aspecto en el que podemos hacer algunas proyecciones útiles hacia el futuro. La simple razón es que la composición educativa actual nos dice algo sobre la educación del mañana: una mujer joven alfabetizada de hoy será una dama de edad alfabeta en el 2070, en tanto que un estudiante con el secundario completo será un graduado con educación secundaria en el futuro.
La generación joven de hoy está mucho mejor educada que la gente mayor. Y a medida que el tamaño de este grupo baja, las escuelas ya existentes pueden ofrecer cosas mejores para la próxima generación.
La visualización de abajo muestra la proyección del instituto IIASA sobre la composición educativa y tamaño de la población mundial hasta 2100. Es una interesante mirada sobre el futuro: con la fertilidad global más baja de la historia, los investigadores esperan que la cantidad de niños se reduzca a partir de ahora. Nunca va a haber más chicos en el planeta de los que hay hoy. Y tal como se mencionó antes, se anticipa que la población mundial alcance un pico en 2070 y a partir de allí decline.
Si nos centramos en el análisis educativo, la proyección sugiere que para 2100 no habrá prácticamente nadie sin educación formal y más de 7.000 millones de mentes habrán recibido, al menos, educación secundaria.
Teniendo en cuenta la gran importancia de la educación para mejorar la salud, aumentar la libertad política y poner fin a la pobreza, esta proyección es muy alentadora.
¿Por qué no sabemos cómo está mejorando el mundo?
La motivación para esta historia de la mejora de las condiciones de vida en el mundo fue el resultado de una encuesta que documentó la perspectiva, muy negativa, que tenemos la mayoría de nosotros sobre el desarrollo global. Más del 90% de las personas no cree que el mundo esté mejorando. ¿Cómo encaja esto con las evidencias empíricas?
No creo que los medios sean los únicos a los que culpar, pero pienso que sí hay que responsabilizarlos por parte de todo esto. Esto se debe a que los medios no nos dicen de qué forma está cambiando el mundo. Sólo nos cuentan lo que anda mal en el mundo.
A eso hay que sumar un sistema educativo que no presenta información cuantitativa sobre desarrollos de largo plazo. La combinación es la razón por la cual la gran mayoría de la gente se vuelve totalmente ignorante sobre los hechos mundiales.
La única forma para contar una historia sobre todo el mundo es utilizar estadísticas. Sólo entonces podremos esperar tener un panorama sobre las vidas de las 22.000 millones de personas que vivieron en los últimos 200 años. Los hechos que revelan estas estadísticas transforman nuestras condiciones de vida global, de forma lenta pero constante.
La dificultad para contar la historia sobre cómo cambiaron las vidas de todos, en los últimos 200 años, reside en que uno no puede elegir historias individuales. Las historias sobre individuos son mucho más interesantes -nos gustan estas historias-, pero no pueden ser representativas de la forma cómo el mundo ha cambiado. Para lograr una representación de cómo cambió el mundo en general uno debe contar muchas, muchas historias al mismo tiempo; y esto se llama estadísticas.
¿Por qué importa saber cómo está cambiando el mundo?
La transformación exitosa de nuestras condiciones de vida fue posible únicamente gracias a la colaboración. Este tipo de transformación sería imposible de lograr por una sola persona. Para una mejora de este tipo se necesitan nuestros esfuerzos y cerebros colectivos.
Restan todavía grandes problemas. Nada de lo dicho anteriormente debiera darnos motivos para volvernos satisfechos. Por el contrario, lo dicho nos muestra que todavía queda mucho trabajo por hacer: lograr la reducción de la pobreza más veloz ha sido un logro tremendo, pero el hecho de que 1 de cada 10 personas viva aún en situación de extrema pobreza es inaceptable.
Tampoco debemos aceptar las restricciones a nuestra libertad que persisten y que se imponen. Y está claro también que el impacto de la humanidad sobre el medio ambiente se encuentra en un nivel que no es sostenible y que está poniendo en peligro la biósfera y el clima. Necesitamos reducir con urgencia nuestro impacto.
No está asegurado el avance contra estos problemas, ya que no existe una ley de hierro que garantice que el mundo continuará con esta tendencia. Pero lo que está claro a partir de la perspectiva de largo plazo es que los últimos 200 años nos trajeron a una posición mejor que nunca antes para solucionar estos problemas.
Para que nuestra historia sea una fuente de aliento, tenemos que conocerla. El relato que nos contamos sobre nuestra historia y nuestro tiempo importa. Porque nuestras esperanzas y esfuerzos para construir un futuro mejor están indisolublemente ligados a nuestra percepción del pasado.
Un panorama positivo sobre los esfuerzos nuestros y de nuestros congéneres es condición vital para la fecundidad de nuestras iniciativas. Saber que hemos recorrido un largo camino para mejorar las condiciones de vida y la noción de que nuestro trabajo vale la pena es para todos nosotros lo que que el amor propio es para los individuos. Es una condición necesaria para la superación personal.
La libertad es imposible sin fe en un pueblo libre. Y si no estamos al tanto de nuestra historia y creemos falsamente lo opuesto de la verdad, corremos el riesgo de perder la fe en los otros.
Este análisis se publicó originalmente en Our World in Data - Creative Commons.
Traducción: Silvia S. Simonetti