El método documental, comentado por María Sonia Cristoff- RED/ACCIÓN

El método documental, comentado por María Sonia Cristoff

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Un especialista invitado comenta un libro de no ficción y elige los seis párrafos de ese libro que más le hayan llamado la atención.

El método documental, comentado por María Sonia Cristoff

El método documental
Ana Cristina César
Manantial

Uno (mi comentario)

En estos ensayos de El método documental, Ana Cristina Cesar, poeta brasileña y magnífica, habla siempre de literatura, pero, como se verá en los párrafos que siguen, habla de literatura tal como la entienden las criaturas de su especie: como una práctica estética, sí, pero a la vez vital, como un oficio que alienta y alimenta cada uno de los actos de una vida, todos, incluso el suicidio, y así es que en estos ensayos escritos entre finales de los años setenta y principios de los ochenta, seleccionados y traducidos por Teresa Arijón y Bárbara Belloc, poetas y magníficas ellas también, Ana C., como solía llamársela, hace referencias a poetas y escritores y teóricos de lo más variados, y hace también elucubraciones a partir de los otros oficios a los que Ana C. se dedicó, además de la poesía: las clases, la traducción, el periodismo, el activismo intelectual. En el último párrafo seleccionado acá hay una referencia a la literatura para niños, no porque Ana Cristina Cesar se haya dedicado a producirla sino porque escribió sus primeros poemas antes incluso de saber escribir -no hay contradicción: eran poemas orales que le dictaba a su madre, que los tipeaba, mientras ella caminaba de un lado al otro en un sillón al que apenas llegaba a subirse- y porque es impactante el ángulo desde el cual aborda el tema. Esa misma lucidez recorre absolutamente todos los ensayos de este libro. Más de una vez, advierto, podrán encontrarse chequeando las fechas de publicación de un texto con la del nacimiento de la autora: suena inverosímil pensar que fueron escritos por una veinteañera. 

Dos (la selección)

“El intelectual de izquierda es un sujeto que tiene ideas, opiniones e inclinaciones revolucionarias, pero que todavía no consigue repensar revolucionariamente su propio trabajo: su relación con los medios de producción intelectual, su técnica, el poder de su discurso. El escritor de izquierda se autopercibe como maldito al insertarse en el viejo proyecto realista, pero incluso así no advierte el control que ese proyecto y sus técnicas ejercen hoy sobre la mentalidad de las personas. El realismo populista ni siquiera se cuestiona el poder de hablar por los que no tienen voz, de reflejarlos e interpretarlos. O bien de “concientizar”, de hacer llegar a la elite la “vida verdadera”, “los hígados e intestinos de la realidad brasileña”. En vez de cuestionamiento hay reabastecimiento, reproducción de las relaciones entre el productor-sembrador y el consumidor-campo a sembrar”.

Tres

“En sus andanzas literarias, el escritor de alguna manera debe vérselas con el impermeable mito platónico acerca de su inutilidad. En momentos apremiantes, algunos escritores apelan al populismo o al naturalismo, a “la función fotográfica” de la literatura. Así, el mimetismo que Platón condenaba deviene una receta útil: la literatura es útil porque imita a la vida. Y enseguida aparece el dogma: la literatura que no es imitativa es inútil. La expulsión se dará por otra vía”.

Cuatro

“Haga una encuesta tipo Globo Repórter [noticiero]. Salga a la calle y pregunte a los que pasan: ¿qué es poesía?, ¿qué es mujer?, ¿de qué habla la mujer que hace poesía? Las respuestas establecerán el sentido común de lo poético y de lo femenino. Surgirán ciertas imágenes, a las que por convención llamamos “naturaleza” y consideramos bellas. El cancionero popular. Perfume, perla, flor, madrugada, mar, estrella, rocío, polen, corazón. Tibio, blando, sensible. Y, en aparente contradicción: inalcanzable, inefable, profundo. La vieja contradicción que los románticos no lograron resolver. La mujer es inalcanzable y sensual al mismo tiempo. Carne y luz. Poesía también. Lo poético y lo femenino se identifican. 

Cinco

Vayamos ahora al terreno erudito. Estoy escribiendo acerca de dos libros de mujeres famosas: Flor de poemas, de Cecília Meireles, y Miradouro e otros poemas, de Henriqueta Lisboa. Los dos han sido publicados por Nova Fronteira y, a juzgar por la cantidad de ediciones, se venden muy bien. Son libros de escritoras consagradas; antologías anotadas, con prefacios de profesores universitarios, biografías y bibliografías. El prefacio de la antología de Cecília se titula: “Poesía de lo sensible y de lo imaginario”. El prefacio de Henriqueta, “De lo real a lo inefable”. El título de los prefacios ya orienta la lectura de estas poetisas: imágenes estetizantes, puras, líquidas. Todo aquí es limpio, y tenue, y etéreo. El discurso y los temas deben ser Bellos: ovejas y nubes. Hablando de, o mejor, insinuando el secreto de las cosas ocultas. Intimidad, don mágico, pudor, semitonos, sordina, velos, matices. Lo ocluido, lo velado, lo inviolado. La tentativa de “aprehender la esencia inaprehensible” de las cosas. La función tradicional de la poesía (¿de mujeres?): “elevación” por encima de lo real. Tonos esfumados. Nebulosas. Reflejos crepusculares. Luz mortecina, penumbra. Bellezas mansas, dulzura. Formalmente una poesía siempre ortodoxa, que pasó de largo del modernismo. Con un temario siempre erudito y fino. […]

Seis

La apreciación académica de la poesía de estas dos mujeres, curiosamente, se asemeja a la del sentido común acerca de lo poético y de lo femenino. Es indudable que se trata de poesía, y de poesía de mujeres. No quiero ponerme panfletaria, ¿pero no les parece que existe una cierta identidad entre ese universo de aprehensión de lo literario y el ideario tradicional vinculado a la mujer? ¿El conjunto de imágenes y tonos son obviamente poéticos, y por lo tanto “femeninos”? Subo la apuesta: ¿no habría detrás de esa concepción líquida de la poesía un callar sintomático de los temas relacionados con la mujer o de una posible poesía moderna de mujeres, violenta, peleadora, vulgar, omnipotente?”

Siete

“Un estudio reciente de las publicaciones y de los programas para niños revela, detrás de los cambios de tono, la repetición de los mismos esquemas maniqueístas, mitificadores, desvinculados de la realidad del niño, que entonces es colocado en posición de consumidor pasivo y, por lo tanto, tiene su espíritu crítico embotado. A partir de este hallazgo, Maria Helena Kühner, ya conocida por sus trabajos teóricos sobre teatro, reconoce la necesidad de encontrar formas de espectáculo infantil de propongan una visión más directa de la realidad y cuya estructura posibilite la participación del niño, en vez de reafirmar la fuerza de los poderosos”.


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