Las mujeres en el islam: qué dice el Corán sobre sus derechos y cuál es la lucha de las feministas musulmanas- RED/ACCIÓN

Las mujeres en el islam: qué dice el Corán sobre sus derechos y cuál es la lucha de las feministas musulmanas

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

En el contexto de lo que ocurre en Afganistán y el riesgo que corren las mujeres de ver cercenadas sus libertades, dos especialistas explican por qué el régimen talibán y su comportamiento no solo no representa a la diversa comunidad musulmana sino que es contrario a lo que indica el islam.

Las mujeres en el islam: qué dice el Corán sobre sus derechos y cuál es la lucha de las feministas musulmanas

Intervención: Denise Belluzzo

En la última semana, Afganistán se convirtió en el centro de todas las miradas, a partir del miedo que trajo para buena parte de la población la llegada de los talibán al poder (talib significa en árabe “estudiante” y talibán “estudiantes”, en plural, por lo tanto la expresión “los talibanes” aunque se utilice mucho es redundante explica la docente e investigadora especializada en género e islam Mari Sol García Somoza). El régimen genera temor sobre todo a las mujeres. No es nuevo: esta facción radical y extremista las ha sometido, les ha quitado libertades y derechos, las ha vejado, violado, casado y esclavizado, las ha tomado como objetos. En nombre del islam. Y el temor de que eso se repita brota por las arterias del país convulsionado. 

Mientras en Occidente, las miradas incrédulas de lo que sucede en oriente suscitan no pocas veces juicios y confusiones respecto al vínculo entre la religión y la cultura islámica y el lugar que tienen en ella las mujeres. Esto sucede porque se relaciona inmediatamente a los talibán con este credo, lo que provoca una oleada de islamofobia, como explica la especialista en islam y en filosofía islámica Nancy Falcon, quien también es politóloga, doctora en Filosofía y directora del Centro de Diálogo Intercultural Alba

Para desentramar nudos entre religión, cultura y extremismos, y arrojar luz sobre lo que está sucediendo, Falcón explica con claridad por qué la asociación entre este grupo radical y el islam no es lineal.

 “A diferencia del catolicismo, que tiene su representación en el papado y en una institución que dice qué sí y qué no dentro del catolicismo, en el islam, como en el judaísmo, no hay una representación para toda la comunidad de creyentes. Los musulmanes somos 1.600 millones en el mundo. No hay una cabeza, hay diferentes interpretaciones y ramas interpretativas. Las división principal es entre el sunismo y el chiismo y dentro de cada rama interpretativa hay otras ramas que tienen que ver con lo jurídico, con lo filosófico, con lo teológico, con lo holístico. Hay muchísima diversidad; por eso, lo que diría en principio es que no existe un solo islam. No se puede decir ‘el islam es:’ y definirlo”. 

Eso, según explica la especialista, tiene ventajas y desventajas. Esta diversidad brinda, por un lado, la posibilidad de que quienes integran esta comunidad puedan escoger qué tipo de islam desean profesar o cómo desean profesarlo. Pero, por otro lado, “existen facciones radicalizadas que la mayoría de los musulmanes no considera musulmanas, como son los talibán, pero que en el plano formal, de lo religioso, cumplen con ciertos rituales y normas islámicas”, dice Falcón. Y profundiza: “¿Qué quiere decir? Quizás rezan, quizás ayunan en el mes que hay que ayunar; cumplen con ciertas costumbres pero después realizan otras acciones que no tienen ningún asidero ni en nuestro libro sagrado, que es el Corán, ni en la tradición profética, es decir, en qué es lo que hizo o dijo el profeta Muhammad (Mahoma), las dos fuentes primordiales del islam. Principalmente sus acciones en relación a los derechos humanos y los derechos de las mujeres. Pero ellos entienden que son musulmanes por cumplir con ciertos rituales. La mayoría de la comunidad islámica considera que lo que practican los talibán no es acorde al islam, pero no hay nadie que pueda decir que no sean parte porque no tenemos una cabeza que diga ‘esto es islam y esto no’”.     

Cabe sumar a esta distinción, como señala García Somoza, que aunque la mayoría de los afganos (alrededor del 99%) son musulmanes, no son árabes “ni lingüística ni étnicamente hablando. Su lengua oficial es el pashto (pastún). Y la mayoría de los talibán son nacionalistas pastunes (etnia mayoritaria en Afganistán)”. Llaman a su grupo con una palabra en árabe porque para conformarlo reclutaron estudiantes de escuelas coránicas. De ahí provino su nombre “talibán” (estudiantes). 

Este grupo utiliza el islam, aclara Falcón, en un sentido político e ideológico: es para ellos “la ideología con la cual unen diferentes tribus, y eso les ha dado poder”. “Afganistán es un país con diferentes etnias, tribus y culturas, con lo cual no hay una unidad o un sentido de pueblo. Pero lo que ha unido a los talibanes, justamente, es tomar al islam como una ideología de lucha”, dice. 

El lugar de las mujeres en el Islam y el feminismo islámico 

Falcón dice que como todo el islam en su diversidad, el lugar de las mujeres es variado dependiendo de la rama, del país y la cultura en la que se encuentren. Pero menciona algunas cosas sobre sus fuentes que dan cuenta de cómo el inicio de este credo en el siglo VII después de la era común, en Arabia, “hizo las veces de una revolución feminista para esa época”. 

“Antes del advenimiento del islam la mujer no era considerada persona, era un bien heredable: vos podías heredar un camello, una casa o una mujer. Como no era considerada persona no tenía derechos ni libertades. El islam vino a poner en igualdad al hombre y la mujer. En el texto sagrado se habla de las mujeres que creen, de los hombres que creen, de la recompensa que van a tener ambos en esta vida y en la otra por creer y actuar en consecuencia a la creencia. Da un estatus de igualdad. La mujer se puede divorciar, puede heredar. Todos esos derechos se los dio la letra coránica, el islam, en esa época. En ese sentido digo que fue una revolución feminista. No solo para Arabia. En Occidente, para poner en contexto, en la misma época se cuestionaba si la mujer tenía alma o no. Mientras Occidente cuestionaba si la virgen María tenía alma, en Arabia, en medio de una tribu totalmente incivilizada, aparece una persona que dice: ‘La mujer es igual al hombre’”.

La especialista cuenta que en esa época las mujeres enseñaban el Corán tanto como los varones, le preguntaban al profeta sobre qué se podía o no se podía hacer en las relaciones sexuales, y que el mismo profeta estaba casado con una mujer viuda que le llevaba 20 años, era comerciante, rica y se mantenía sola. 

Pero aunque aquello pudo haber sido revolucionario para la época, como indica Falcón, con el correr del tiempo y las conquistas en materia de derechos para las mujeres fue quedando atrás y “la letra del Corán quedó librada a nuevas interpretaciones”. En este punto, dice, no estuvo exenta de lo que influyó en todos o casi todos los credos, culturas y sociedades del mundo: “Acá nos encontramos con el patriarcado que atraviesa cualquier religión y cualquier vida e interpretación, no solo de lo religioso sino de lo jurídico, de lo social, de lo político”. 

Falcón asegura que en nuestros días es necesaria una nueva interpretación del texto sagrado “desde una mirada femenina, empática”. Y que eso está ocurriendo, progresivamente, en diferentes partes del mundo y es parte de lo que se conoce como feminismo islámico. “Seguramente las feministas occidentales van a decir que ‘feminismo islámico’ es un oxímoron, pero para nosotras es algo totalmente coherente porque el Corán mismo tiene en su núcleo la liberación de la mujer”. 

Cómo utilizan el Corán facciones extremistas para oprimir a las mujeres

“En el poder entre 1996 y 2001, los talibán imprimieron un escenario de pesadas restricciones hacia las mujeres basadas en un lectura rigorista del islam. Las mujeres no estaban autorizadas ni a trabajar ni a educarse. Eran obligadas a vestir la burka, no podían salir de su hogar sin estar acompañadas por un pariente varón”, repasa la académica García Somoza. 

Pero asegura que estas acciones no estaban ligadas únicamente a una interpretación a su antojo de las fuentes: “Aquí la cuestión no pasa por realizar una exégesis de los textos sagrados, sino más bien por entender cómo los grupos radicalizados realizan una instrumentalización de términos que están en el Corán con el objetivo encontrar una justificación teológico-política en su acción militar. Por ejemplo, se han tomado términos como yihad (que teológicamente hablando significa realizar un ‘esfuerzo de guerra espiritual’ que puede ser menor, interno en el creyente, o mayor y externo ante la amenaza) y se lo ha utilizado como motivo de invasiones y conquistas a lo largo de los siglos”. 

“En cuanto a la cuestión de la mujer —continúa—, durante el siglo XIX se desarrolló un movimiento intelectual, teológico, de reforma del islam. El Islah (reforma), pregonó una canonización de los textos coránicos. A partir de aquí surgen grupos que imprimen lecturas muy rigoristas y conservadoras en cuanto a las costumbres (el orden familiar, la sexualidad, el cuerpo). Pero una lectura rigorista no implica el ejercicio de la violencia. La combinación de movimientos que pregonan una lectura conservadora y rigorista del texto sagrado y de grupos (como los talibán u otros) que la utilizan como fundamento de sus estrategias políticas —en donde el uso de la violencia explícita es una forma del ejercicio del poder—, resultan en lo que hoy conocemos como los extremismos islámicos”.

Aunque, como aclara la académica, no todos los grupos que realizan estas lecturas de las fuentes son violentos, muchos “tienen una fuerte impronta patriarcal”. “No obstante, que exista una fuerte impronta patriarcal no implica que las mujeres sean sometidas y sumisas. Saba Mahmood ha demostrado en su obra Política de la piedad (2005) que existen formas de habitar la norma de las mujeres dentro de las corrientes conservadoras (como es el caso de Egipto)”.

García Somoza coincide con Falcón en que “no todos los movimientos radicalizados que se proclaman islámicos tienen un amplio conocimiento del islam. Muchos de ellos utilizan algunos conceptos con cierto grado de anacronismo y los acomodan a su plan político como fundamento del ejercicio de la violencia. A estos movimientos hay que entenderlos desde el plano de la geopolítica, la lucha de poder en un campo político e histórico específico”.

Falcón remarca que muchos de estos grupos justifican las violaciones a los derechos de las mujeres diciendo que lo hacen para preservarlas, a partir de las enseñanzas islámicas de protección. “No pueden citar el Corán porque dice exactamente lo contrario. Pero suman al desconocimiento general de la población del texto sagrado: lo que hacen es no solo desvirtuarlo si no sacarlo de contexto, practicar cosas que nunca se han hecho en la época islámica”, asegura. Y enfatiza que si bien el islam está atravesado por diferentes factores “culturales, religiosos, rurales, urbanos, que hace que sea una paleta de colores, claramente los talibán no lo representan”. 

“En la acción, que es lo que vale según la tradición islámica, están por fuera de todo islam porque prostituyen a las mujeres, las compran, las casan, las violan. Les impiden ir a la escuela cuando la tradición del profeta dice: ‘Busca el conocimiento de la cuna hasta la tumba seas mujer u hombre’. Las enseñanzas del profeta y del Corán no se ven plasmadas en sus acciones”. 

Para intentar comprender, entonces, de dónde salen estas vejaciones que ellos justifican en nombre del islam, la politóloga y filósofa explica que Afganistán “es un cúmulo de clanes, tribus y culturas donde, antes de los talibán, las mujeres siempre fueron utilizadas como botín de guerra”. “Cuestiones de honor y castidad son algo muy arraigado en la cultura afgana y pakistaní (las tribus estaban distribuidas entre estos dos países independientemente de las fronteras nacionales actuales). Allí, las mujeres siempre fueron utilizadas para honrar o deshonrar a una familia o una tribu. Entonces, antes de que llegaran los talibán al poder, las violaciones y asesinatos por honor eran muy comunes. Hay muchas prácticas que son anteriores a cualquier religión y que subsistieron luego disfrazadas de religión”. 

Una de ellas, quizás la más emblemática, explica Falcón, es el uso de la burka y cómo se la asocia al islam. Sin embargo esta prenda “es una vestimenta preislámica que usaba la tribu pastun, a la que pertenecen los talibán, antes del advenimiento del islam por una cuestión climática. Tanto las mujeres como los varones se cubrían por las grandes tormentas que había y por el sol. ¿Es algo islámico la burka? No. ¿En la época del profeta las mujeres usaban burka? No. Las mujeres tenían el rostro descubierto. Y si se cubrían era para identificarse como musulmanas y que no las molestaran. En esa época, tanto para las judías, como para las cristianas primitivas y las musulmanas, tener la cabeza cubierta significaba castidad, pertenecer a una cierta moral”. 

En las últimas dos décadas, explica García Somoza, las mujeres afganas adquirieron o reconquistaron derechos, “como el de participar en la vida pública”. “En 2021 ellas ocupaban el 27% de las bancas en el Parlamento, se incorporaron a la esfera económica y se hicieron visibiles en los medios de comunicación. Accedieron a puestos claves de la justicia, tuvieron progresos económicos y sociales”. Derechos que la llegada de los talibán al poder vuelve a poner en riesgo. 

Países islámicos y derechos para las mujeres

Respecto a si hay países islámicos en los que el avance en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres sea mayor, García Somoza dice que es difuso de determinar. “Egipto, es uno de los países en donde desde el siglo XIX encontramos pensadoras e intelectuales como Huda sharabi que han escrito sobre la ‘condición de la mujer’ y la lucha por la igualdad. Esto ha evolucionado mucho al son de los cambios sociales y políticos en el país. Pero podríamos decir que es una de las cunas de pensadoras del feminismo islámico y el movimiento de mujeres de países árabes”. 

“En Túnez, Argelia y Marruecos —continúa— las mujeres tienen un rol muy importante en el espacio público. En Túnez han alcanzado incluso el derecho al aborto. En Argelia, el rol de las mujeres durante la guerra de independencia (1957-1962) fue muy importante. En los tres países, hay grupos de mujeres feministas e intelectuales reconocidas y activas que han trabajado por los derechos de las mujeres y en la mejora del acceso a estos derechos. En Siria, Líbano, Palestina y Jordania también hay una larga tradición de mujeres organizadas. Los trabajos de Stéphanie Latte Abdalla muestran que desde el periodo de independencias los movimientos de mujeres y feministas han buscado construir —no sin dificultad— un feminismo desde Medio Oriente con lazos con el feminismo internacional”. 

La investigadora menciona también libros que dan cuenta de la lucha de las mujeres, feministas o no, en Turquía, Irán y Afganistán, por sus derechos, por la construcción de un islam moderno. Y también menciona otros, como el de la periodista Hélène Coutard que se titula Las Fugitivas y “recaba entrevistas de mujeres que escapan de Arabia Saudita (en donde se aplica un islam rigorista), tal vez hoy uno de los países donde la cuestión de las mujeres y el acceso a espacios públicos encuentra una progresión más lenta desde la mirada occidental”. 

Es decir que, así como no es tan sencillo definir si los talibán son o no musulmanes, ni decir qué cosa es y que no parte del islam, tampoco puede simplificarse, a modo de ranking, en qué países hay más o menos derechos para las mujeres, ya que depende de múltiples factores “culturales, históricos, políticos, económicos y sociodemográficos que nos otorgan un mapa mucho más variopinto y complejo”, como indica García Somoza.

Falcón agrega que parte de la regresión al conservadurismo y la censura en algunos países que habían avanzado en torno a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres es también una respuesta al movimiento de mujeres que está adquiriendo visibilidad en todo el mundo: “Creo que muchos movimientos antiderechos son una reacción a que las mujeres despertamos un poco y empezamos a luchar por nuestros derechos”.     

Lo que dejan claro las dos especialistas es que es necesario dejar de ver a las mujeres en Oriente como víctimas que necesitan ser salvadas por Occidente para dar lugar a que ellas puedan expresarse por sí mismas y pasar a la acción.    

“Desde hace dos décadas varias investigadoras señalan la instrumentalización de la causa de las mujeres afganas como argumento para las intervenciones de potencias extranjeras en el territorio afgano, tanto en los 80, como en 2001 y en la actualidad. Para estas intelectuales, se trata más bien de considerar a las mujeres como sujetas de acción”. Al respecto, Kaoutar Harchi escribe: ‘La historia muestra que los derechos humanos y de las mujeres en particular no se han mejorado con las guerras llamadas humanitarias. Esto significa que la concepción y la definición moderna de feminismo, dividida de manera binaria entre opresión y emancipación, es incapaz de pensar la situación de ciertas mujeres y de los feminismos musulmanes en particular”, dice García Somoza.

La académica agrega: “En general, se mediatiza una imagen de la mujeres musulmanas como mujeres veladas, sumisas y violentadas. Es real que existe violencia contra las mujeres, como sucede en América Latina, pero también existen formas de resistencia y espacios de organización a la par del desarrollo de feminismos islámicos”.