En el reciente informe que analiza el último semestre de 2022, el INDEC anunció la cifra de pobreza argentina. Este concluyó en un total de 29,6% de hogares y 39,2% de personas que residen en la Argentina viven bajo la línea de pobreza. Además, la indigencia alcanzó un 6,2% de hogares, lo que representa un 8,1% de la población. Pero, ¿qué significan estas cifras?
En nuestro país, estos números se miden de manera indirecta. Es decir, con enfoque en el ingreso. Por un lado, la indigencia se estima a partir de la posibilidad que tiene un hogar de acceder a la canasta básica alimentaria (CBA). Para esto, se tienen en cuenta dos factores: en primer lugar, los ingresos totales de la casa y, en segundo lugar, el precio total de la canasta. Si los ingresos no superan el precio total, el hogar se encuentra bajo la línea de indigencia.
Por otro lado, la pobreza se calcula con la oportunidad que tiene un hogar para acceder a la canasta básica total (CBT). Esta está compuesta por la CBA y otros bienes y servicios como, por ejemplo, vestimenta, transporte, salud, educación. De esta forma, con la misma dinámica que la indigencia, si los ingresos no superan el precio total de la canasta, el hogar se encuentra por debajo de la línea de pobreza. El índice de pobreza no tiene en cuenta el costo de la vivienda. Por ende, si una familia gasta mensualmente una suma en alquiler, este dinero no está considerado como gasto.
En el semestre anterior —enero a junio de 2022— el porcentaje de pobreza era de 36,5%. En otras palabras, alcanzó a 17,3 millones de argentinos. Es decir que entre el primero y el segundo semestre de 2022 hubo un crecimiento en la tasa de pobreza de un 2,7%, o de 1,4 millones de personas. La tasa de indigencia no presentó grandes cambios estructurales: la cifra del informe previo fue de 8,8%, es decir, un 0,7% mayor al reciente numero.
Todos los analistas coinciden en que la inflación y el deterioro del poder adquisitivo de los ingresos son la principal causa del aumento de la pobreza. Así lo entiende Agustin Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, quién en una reciente columna de opinión escribió no estar sorprendido por estas cifras ya que el régimen inflacionario afecta a la economía y golpea negativamente sobre los ingresos de los hogares.
Más allá de la explicación estadística de pobreza e indigencia, hay una explicación más amplia y profunda que convoca diferentes factores. “La tasa de pobreza es la punta de un iceberg de múltiples, enormes y peligrosas consecuencias, en materia tanto sociales como políticas”, escribe Salvia en su artículo.
Así, estos números hablan de un país desigual. Un país en el cual la tasa de pobreza en los últimos treinta años no ha bajado del 25%. De esta manera, la Argentina se encuentra atascada dentro de un problema social estructural profundo en el cual casi la mitad de la población no tiene acceso a una formación educativa, salud apropiada, alimentos básicos.
“Los pronósticos para este primer semestre de 2023 permiten inferir que los niveles de pobreza seguirán por arriba del 40%; con la única esperanza de que los desequilibrios macroeconómicos no estallen, dado que, sino la pobreza podría superar holgadamente el 50%, replicando la crisis 2001-2002”, reflexiona Salvia.