El estrés es parte de nuestra vida tanto como la calma, porque nos moviliza, nos permite responder a desafíos y nos estimula a buscar el equilibrio. No obstante, cuando se cronifica puede dejar huellas en su paso por el cuerpo, en general no deseadas. De hecho, un equipo de investigadores mostró (en modelos de ratones) que puede envejecer nuestro reloj biológico.
En contraste a la creencia popular de que la edad biológica aumenta constantemente a lo largo del curso de la vida, los científicos están dejando cada vez más claro que no está indisolublemente ligada a la edad cronológica. Por ejemplo, una persona puede ser biológicamente mayor o menor de lo que se asume sobre su edad. Los factores más condicionantes son las enfermedades, los tratamientos farmacológicos, cambios en el estilo de vida y exposiciones ambientales, entre otros.
El reciente hallazgo “de una edad fluida, fluctuante y maleable, desafía la concepción de una trayectoria ascendente unidireccional de la edad biológica a lo largo del curso de la vida", señala en un comunicado de prensa el coautor principal del estudio publicado en Cell Metabolism, James White, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke (USA).
Junto a Vadim Gladyshev de la Facultad de Medicina de Harvard (USA), White llevó a cabo una serie de experimentos en ratones que documentaron que la edad biológica puede aumentar durante períodos de tiempo relativamente cortos en respuesta al estrés. Sin embargo, también vieron que tiende a volver a la línea de base después de la recuperación.
Además, analizaron datos de humanos que se habían realizado cirugías, habían cursado embarazos o habían tenido COVID-19. “La edad de los individuos se calculó utilizando relojes de metilación del ADN, que evalúan los niveles de metilación en todo el genoma, y una nueva generación de relojes más sofisticados que incluso evalúan algunos aspectos del estado de salud”, señaló respecto al método Scientific American.
En definitiva, pusieron en relevancia que la recuperación efectiva del estrés es esencial para la salud mental y física, así como para el rendimiento y los vínculos, “lo que se traduce en una vida más larga y saludable”, destacó un artículo en HealthNews sobre el estudio.
Aunque los resultados están aún lejos de traducirse en alguna práctica o herramienta para la clínica médica, “nuestro estudio descubre una nueva capa de la dinámica del envejecimiento que debe tenerse en cuenta en estudios futuros", indicó White. “Podría darse el caso de que algún día podamos usar estas pruebas para aprender cosas sobre los pacientes que hoy no podemos ver”, soslayó Belsky.
Para reducir y recuperarse del estrés, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) recomiendan realizar siete actividades:
- Ejercicio: bailar, moverse o estirar durante unos minutos varias veces al día.
- Practicar la respiración consciente: sentarse con los ojos cerrados y respirar profundamente, luego soltar el aire lentamente. Repetirlo diez veces.
- Meditar: puede ser tan sencillo como sentarse en silencio durante diez minutos y concentrarse en la respiración. Cada vez que los pensamientos divaguen, devolverlos a la respiración y al presente.
- Practicar el agradecimiento: escribir cada día entre tres y cinco motivos de agradecimientos ayuda a ser más optimista buscar aquello que nos hace felices.
- Relacionarse: dedicar tiempo a reunirse y reírse con otros proporciona un sentimiento de pertenencia y puede ayudar a dar sentido a la vida.
- Escuchar música: sentarse, cerrar los ojos y sólo escuchar.
- Cuidar el cuerpo: no sólo hacer ejercicio, comer bien, limitar el consumo de alcohol y no fumar ni consumir productos del tabaco son otras claves para devolver al estrés a la línea de base.