La neurocientífica española Sara Teller publicó recientemente un ensayo que se titula Neurocuídate y que resulta revelador para la investigación sobre el enamoramiento. Como se viene estudiando desde hace tiempo, cuando nos enamoramos liberamos un grupo de hormonas comúnmente llamadas “hormonas de felicidad” que nos hacen sentir alegres y satisfechos. Pero el punto clave, según Teller, es la noradrenalina, que es la que hace que este estado dure no más de un año y tres meses.
La noradrenalina también se libera en nuestro organismo cuando sentimos estrés. Su aumento nos puede llevar a sentir síntomas como taquicardia, palpitaciones, aumento de la presión sanguínea y temblores en las manos. Además, puede causar mayor excitación sexual e incluso insomnio. En esa línea, la neurociencia revela que el enamoramiento también aumenta nuestros niveles de cortisol, que es justamente la hormona del estrés (en otras palabras, estar estresados y estar enamorados tienen cierto parecido).
El periodista experto en psicología Francesc Miralles publicó en El País un artículo sobre este tema y resaltó algunas definiciones importantes de Teller. Entre otras cuestiones, explica que estas reacciones fisiológicas podrían ayudarnos a terminar de entender por qué al enamorarnos solemos sentir ansiedad cuando nuestra pareja no nos presta suficiente atención. Y que, como muchos de estos síntomas se perciben en el corazón, es probable que sea por eso que se relacione al enamoramiento más con este órgano que con el cerebro.
Erich Fromm definió en El arte de amar dos palabras que no deberíamos confundirnos al tratar de entender este tema: enamoramiento y amor. El enamoramiento es ese estado que viene primero cuando conocemos a alguien y nos empieza a gustar mucho: fascinación, ansiedad, hormonas al por mayor. El amor, en cambio, es todo lo que viene después.
Miralles también hace esta diferencia en su ensayo y relaciona a la noradrenalina directamente con el enamoramiento, explicando que el hecho de que este subidón de hormonas no suela durar más de quince meses podría ser una cuestión de supervivencia: si viviéramos constantemente enamorados, tendríamos nuestras facultades mentales todo el tiempo alteradas y no podríamos desarrollarnos de la mejor manera en otras áreas de la vida. “Cabecita de novia”, como quien dice.
Después del año o año y medio de enamoramiento, las hormonas empiezan a volver a su normalidad. La visión de quien tenemos delante se vuelve más clara y esto puede derivar o en la ruptura del vínculo o en un amor de pareja más sereno y sostenible. Esta parecería ser la clave de un vínculo que perdure en el tiempo y la causa de uno de los grandes dilemas de esta época: seguir eligiéndonos cuando el velo de la noradrenalina se cae, o ir en busca de un nuevo subidón hormonal.
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