El dolar. Historia de una moneda argentina (1930-2019)
Mariana Luzzi y Ariel Wilkis
Crítica
Uno (mi comentario)
Este libro tiene por objeto al dólar, o como la ironía de su título advierte, a la historia del dólar como moneda nacional. Pero esa elección no implica volver a recorrer los caminos clásicos de la historia económica argentina. Los sociólogos Ariel Wilkis y Mariana Luzzi deciden contarnos otra historia, la de la popularización de la divisa norteamericana en el país. A través de una reconstrucción rigurosa y detallada revelan cómo ésta se fue convirtiendo en tema de conversación, en objeto de inquietud, en artefacto de la cultura popular, en institución política, es decir, en una pieza clave de nuestra historia personal y colectiva. La narración comienza en 1931, año de la implementación del primer control de cambios, y no como se suele suponer, en la década del ‘70. La elección de esa cronología está vinculada justamente al interés por las mediaciones culturales que intervinieron en la construcción de los “usos argentinos del dólar”. Luzzi y Wilkis se diferencian así de las miradas economicistas que explican la inclinación de los argentinos a la moneda estadounidense como una decisión racional, un refugio lógico ante los problemas de la macro, la restricción externa, las devaluaciones reiteradas del peso, la inflación. Y se alejan de esas miradas guiados por un interés epistemológico, teórico y político: evitar la divisoria entre economía y cultura en el análisis de lo social, y fundamentalmente, plantear que la resolución de este “drama nacional”, esta amenaza para cualquier proyecto de desarrollo con inclusión, requiere de instrumentos económicos, de imaginación política y, como cualquier cambio cultural profundo, de tiempo y paciencia.
Dos (la selección)
“A lo largo de la década de 1960, la cotización del dólar será una información cada vez más destacada de la prensa nacional, que llegará incluso a anunciarla en la portada durante los momentos de mayor inestabilidad. Pero no solo los valores y sus movimientos recibirán la atención del periodismo. Si la cobertura del mercado de cambios continuará siendo eminentemente técnica en períodos de calma, ante cada perturbación importante de ese mismo mercado se repetirán las minuciosas descripciones de los movimientos observados en la plaza local y del clima social en que se produjeron, estabilizando así un tipo de relación y sus correspondientes imágenes (...) Se asiste así en estos años a un proceso doble: por un lado, aquel mercado ya no será más un universo opaco, solo poblado por actores corporativos y estatales, y comenzarán a tener lugar, junto a los jugadores expertos, unos recién llegados “economistas de bolsillo”; por el otro, la cotización del dólar se convierte en un número capaz de hablar a un público cada vez más amplio, un guarismo inteligible no sólo para aquellos que operan con divisas, sino también para simples curiosos”.
Tres
“Estos tres factores -régimen de alta inflación, apertura económica y estrangulamiento del sector externo- son las características que se suelen destacar para explicar la centralidad de la moneda estadounidense en la sociedad y la economía argentinas. Debido a ese razonamiento, con frecuencia la década del ‘70 sería señalada como el inicio de aquella dinámica. En los capítulos precedentes hemos presentado una periodización alternativa. Nuestra hipótesis se encuentra centrada en la categoría de popularización de la moneda norteamericana. Propusimos y comprobamos el desplazamiento del eje temporal hacia final de la década del ‘50, a través de la reconstrucción de las dinámicas socioculturales que facilitaron la instalación del dólar como un tema de discusión pública y como parte del repertorio financiero de grupos sociales cada vez más amplios. Con todo, esa popularización del dólar aparece como un hecho y también como un proceso de lenta y larga maduración. Nuestra interpretación no pretende negar la influencia de los factores explicativos habitualmente señalados (alta inflación, apertura de la economía, un nuevo ciclo de estrangulamiento externo) pero sí sostener un hecho en general pasado por alto: como cualquier otra condición referida a la dinámica macroeconómica, esos rasgos no produjeron reacciones espontáneas ni impactaron sobre el vacío. Al contrario, se apoyaron sobre un proceso que ya había sedimentado significados y prácticas vinculadas con el dólar”.
Cuatro
“Como la temperatura y la probabilidad de lluvias, la cotización del dólar se había convertido en una información clave para la vida diaria, independientemente de la edad, el género y la actividad de los receptores. Había llegado a ser lo que las ciencias sociales llaman un número público, es decir, una cifra que, a la vez que comunica una información valiosa para la audiencia, contribuye a construir representaciones que esta se forja sobre el mundo y a orientar sus acciones. En la década de 1980, a la par del tipo de cambio, otro número resultaba clave para la vida cotidiana: el índice de precios al consumidor, a través del cual se tomaba el pulso de la inflación. La evolución de ambas cifras estaba conectada: pese a las insistencias en contrario de todos los funcionarios públicos de todas las épocas, un alza en el precio del dólar siempre terminaba impactando en un aumento de la inflación. Las historias de una y otra, sin embargo, son singulares: tienen señas e identidades propias”.
Cinco
“El estallido de la convertibilidad a fines de 2001 significó, también, la eclosión de esa etapa de la popularización del dólar en la que la presencia de la moneda estadounidense en los repertorios financieros de los argentinos dejó de ser objeto de controversias y artilugios no siempre lícitos, para volverse legal. En el corolario de ese proceso, que fue también el de la expansión de la bancarización de las familias, la protesta de los ahorristas y de los deudores hipotecarios marcó una novedad. No solamente se trataba de nuevos actores en el paisaje de movilización y de un nuevo tipo de demandas. Por primera vez en la historia, el dólar se asociaba a un conflicto que se dirimía (al menos en parte) en las calles y se enlazaba con un reclamo de derechos ciudadanos. Esa articulación resulta clave para entender las protestas que una década más tarde impugnarían la imposición de nuevas restricciones a la compra de moneda extranjera en la Argentina”.
Seis
“Durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner el dólar como problema cultural se convirtió en pensamiento estatal de primer orden o primera línea de fuego. Para hablar como un clásico de la sociología, el francés Émile Durkheim, la ‘batalla cultural’ contra la dolarización se volvió categoría de acción gubernamental. El nuevo estadio en el largo pero continuo proceso de popularización argentina del dólar vino acompañado de un crecimiento en los modos de presencia pública de la moneda estadounidense. Fundamentalmente la expansión de nuevos formatos para la comunicación instantánea de su valor cambiante: portales de noticias que actúan on line las cotizaciones, aplicaciones especiales diseñadas para teléfonos celulares, blogs especializados con información especializada que se renueva minuto a minuto. A esto se sumó la aparición de escenarios nuevos donde discutir y tratar en público la evolución del dólar: espacios generosos en la programación de interés general en radio y televisión abiertas, programas temáticos en la televisión por cable, publicación y difusión de libros de divulgación financiera y de autoayuda para el gasto, el ahorro y la inversión”.
Siete
“(...) El dólar es pasión de multitudes, interés de mayorías. Si esto es así no se debe a la fortaleza relativa de la moneda estadounidense en comparación con el peso argentino, sino además, y sobre todo, a que el dólar ha proporcionado consistentemente un artefacto de interpretaciones viables de la realidad nacional. Los actores políticos, pero también el gran público, encuentran en la cotización del esta divisa un indicador legible y creíble para evaluar la performance del gobierno y para estimar el futuro electoral del oficialismo y de la oposición (...) La moneda norteamericana ha pasado a formar parte de la cultura económica argentina. Vale decir, de los modos locales de hacer, pensar y tratar la economía. Ahora podemos concluir que esta sedimentación ha sido también política. El dólar es un dispositivo de interpretación para evaluar una realidad en continuo movimiento, y por momentos, profundamente inestable. Difícilmente podríamos dejar de lado o renunciar a este recurso al dólar sin que ello no significara también correr el riesgo de perder o de ver disminuida esa capacidad aprendida de interpretación y acción política”.