Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN
Aunque suelo ser muy puntual, llegué tarde a aquella fiesta de cumpleaños… la mía. Cuando arribé a la quinta familiar llena de globos y adornos, mis compañeros y compañeras de la escuela primaria me estaban esperando. Mi abuelo, quien me llevaba en el auto, abrió el techo del vehículo y me dijo que sacara la cabeza y saludara, ante la atenta mirada de los invitados. Fue quizás el momento más protagónico que recuerdo de mi infancia. Lo que entonces no sabía era que aquella situación fortuita era un buen refuerzo para la salud emocional de un niño.
La celebración de cumpleaños de niños y niñas data de la Alemania medieval. Aunque cada cultura a su manera, hay tradiciones que se comparten desde hace siglos en diferentes rincones del planeta, como la torta con velas. Más recientemente, en 1893, comenzó a cantarse el tradicional “Cumpleaños feliz” (originalmente en inglés). Pero, más allá de las tradiciones, ¿por qué es importante festejar un cumpleaños infantil?
“El cumpleaños de un niño tiene un gran valor simbólico: marca el crecimiento que es parte de la historia de la persona, señala el paso de un tiempo en el que se sucedieron varios hitos”, analiza Sebastián Sequeira, licenciado en Psicología y psicoanalista de niños y adolescentes, y miembro del grupo de profesionales especializados Forum Infancias. Claro, en la infancia, un año es un período significativo en el cual se aprenden nuevas habilidades o experimentan situaciones por primera vez.
El hecho de celebrar el cumpleaños hace resaltar el final de este período. Sequeira destaca que, por ejemplo, antes los cumpleaños eran una fecha en la cual se tomaban fotos, cuando esta práctica no era habitual.
Un estudio separó a 99 niños estadounidenses de entre 3 y 5 años en tres grupos, a los que se les mostraron distintos escenarios. En los tres casos se les mostró un niño a punto de cumplir 3 años. Pero, en el primer grupo, no tuvo fiesta de cumpleaños. En el segundo, tuvo fiesta. Y en el tercero tuvo su fiesta en dos momentos distintos. Los tres grupos entendieron que el niño del caso imaginario tenía 2, 3 o 4 años, respectivamente. En otras palabras, la fiesta de cumpleaños les indicaba si el niño del ejemplo había crecido o no.
“Festejar el cumpleaños es iniciar un nuevo ciclo”, resume Alessandra, una de las lectoras que nos respondió cuando preguntamos sobre el tema en nuestras redes sociales. Su hija cumplirá 13 en abril. Pero, ya desde noviembre de cada año, comienza a preparar su próximo cumpleaños. Y Alessandra la acompaña porque “son momentos que se recuerdan toda la vida”. Alessandra, una venezolana que vive desde hace dos años y medio en Buenos Aires, todavía tiene intactos los recuerdos de su fiesta de 12, la última con piñata.
Carmen, que tiene 47 años y una hija de 15 y uno de 7, cree que celebrar los cumpleaños es una “forma de agradecer la alegría de estar vivos”.
Matilda, otra de nuestras lectoras, comparte esta visión alusiva a la gratitud pero desde su experiencia de hija joven: tiene 13 años. Y dice sobre la celebración de cumpleaños: “Significa que la vida sigue, y eso no es poca cosa”.
Una inyección de identidad y autoestima
Pero celebrar los cumpleaños de los niños (y los adolescentes) no es solo una manera de reconocer su crecimiento. También es una forma de consolidar aquello que los hace únicos.
“Hay algo que tiene que ver con la identidad: se le festeja a alguien, a ese niño en particular. Hay una cuestión de reafirmar el sí mismo, de autoafirmarse como individuo”, explica Sequeira. En este caso, es importante “juntarse con el niño como centro de la escena, decirle: ‘acá estoy para vos’. Es un día especial, con permisos para ser el centro, hacer cosas que no se le dejan, ser mimado, festejado. Para favorecer la expresión, correr, saltar… cosas que quizás no se pueden todos los días. Que los chicos se puedan sentir libres de hacerlo”.
Para el psicólogo, darle a un chico que cumple años la posibilidad de elegir (aunque sea algo sencillo, como el sabor o la decoración de una torta), también es “reafirmar cuánto se lo quiere”.
No por nada, el Observatorio de la Deuda Social en Argentina (ODSA) considera al festejo de cumpleaños como un indicador de desarrollo en la niñez (junto a otros aspectos como la vestimenta o la alimentación). “Es un estímulo intelectual y emocional esencial en el sano desarrollo de los niños y niñas. En caso de no recibirlo, entran a la vida adulta en situación de desventaja”, explican desde Festejo Solidario, una ONG que se dedica a festejar los cumpleaños de chicos en situación de vulnerabilidad.
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“Cada uno, con su estilo, quiere sentir ese día como propio”, cuenta Sonia sobre su experiencia como mamá de tres.
Mora, de 21, tiene recuerdos de cada uno de sus cumpleaños, incluso del primero. “Todos mis festejos respetan una temática, tuve de Minnie, de princesas, de Teletubies, de disfraces. Siempre estrenaba alguna prenda de ropa y ese día para mí lo era todo”, cuenta. Y añade: “Creo que es un momento en el que hago todo a partir de mi personalidad y mis gustos del último año. Los festejos de cada año son una foto, un momento congelado y breve que resume ese año”.
Magalí, de 39, cuenta una historia diferente: de chica no pudo celebrar sus cumpleaños como le “hubiera gustado”, pero hoy, con una hija de 6 y otra de 2, se empeña en hacer del cumpleaños de cada uno un día especial. “Más allá de si es una celebración grande o chica, es ‘el día de uno’. Como mamá, noto lo importante que es para los chicos, especialmente en mi hija mayor, que espera el día con ansias. Creo que es lo que para los adultos es un casamiento o para una adolescente un cumple de 15. Es LA fiesta”.
Ella también destaca el componente lúdico al que aludía Sequeira: “Para quienes vivimos en departamentos en CABA, el cumpleaños puede ser la oportunidad de ir a jugar a un espacio abierto o a un salón y compartir con amigos”.
Liliana, que tiene 58 y vive en San Fernando, recuerda cómo su madre le hacía en cada cumpleaños una deliciosa torta de vainilla con crema moka. Y ella también intentó hacer de ese día algo particular para cada uno de sus cuatro hijos: sus cumpleaños eran la oportunidad de salirse un poco de la dieta. “Comían panchos, pizzas, empanadas, algo que por ahí no era lo regular en casa”, recuerda.
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Incluso con las condiciones que impuso la cuarentena, el valor simbólico de la celebración ameritaba buscar creatividad. “Era importante hacer lo que se pudiera hacer: una torta, una comida, sentarse a jugar. Había maneras de hacerlo especial, aunque el contexto fuera muy desfavorable: lo importante es que hubiera una foto, un canto, la presencia de otros, incluso a través de la pantalla”, considera Sequeira.
Además de los cumpleaños por Zoom, las plazas aparecieron a medida que se flexibilizaban las restricciones sanitarias.
Un momento esperado
Por otra parte, el psicólogo Sequeira considera que “el festejo es algo que se espera con ansiedad en la infancia, casi como un oasis”.
“Siento que es un día exclusivamente para mí y en el cual la celebración te ayuda a olvidarte de las cosas malas”, admite Matilda, nuestra lectora de 13 años.
“Incentivé desde siempre que Constanza pudiera sentir y experimentar ALEGRÍA y ser al menos por un día LO ÚNICO y LO MÁS IMPORTANTE. Ella desde siempre estuvo interesada y muy ilusionada con cada uno de ellos. Se mostraba muy colaborativa y decidida en lo que quería para sus cumpleaños”, recuerda la tía. Apenas terminado el cumpleaños, cada noviembre, Constanza ya comenzaba a planear el siguiente. “Hablábamos de su cumpleaños todo el año, de la ropa que iba a ponerse, de si quería pelotero (siempre lo quería) y algún otro entretenimiento de los pocos que había para contratar en Vera, mi pueblo de Santa Fe”.
Claro, mientras que los niños esperan con ansias su festejo, esto genera una gran tarea para quienes se encargan. “Dos días antes nuestras vidas se paran para organizar el festejo”, dice Carmen en relación a ella y su marido, quienes en esas 48 horas previas recorren Once para comprar cotillón, souvenirs, encargan torta, compran bebidas…
“¿Me seguís queriendo como soy?"
Un momento para compartir
Por otra parte, Sequeira destaca que “no solo es importante generar el festejo, sino que vayan los demás: es un momento en el cual se fortalecen los vínculos, se comparte”. En este sentido, si bien cada festejo debe adaptarse a la subjetividad y los gustos de la persona, hay rituales que tienen una gran carga. Por ejemplo, destaca Sequeira, “la torta es algo que se corta y se reparte, que se comparte”.
“Definitivamente, los festejos de cumpleaños son super importantes e inciden en la autoestima del niño o niña porque se sienten valorados, queridos, apreciados tanto por familiares como por amigos”, comparte Alessandra, la mamá venezolana.
Santiago, de 22 años y de la ciudad de Córdoba, tiene un recuerdo particular de cada cumpleaños: “Yo era el que más lejos vivía del colegio, pero ese día mis compañeros venían a casa. Tener un día dentro de 365 en el que esos chicos y chicas que veías todos los días en el aula vinieran era algo único. Verles fuera de la escuela tenía algo de magia”. Él sentía eso como “una demostración de amor”. “Los afectos de muches niñes a esa edad están en la familia y en la escuela. Entonces juntar ambas cosas en tu casa es reunir esa felicidad en un solo lugar”, agrega.
Niños y no tan niños
“En la adolescencia varía la expresión, pero se sostiene la necesidad de identidad y de ser el centro”, explica Sequeira. Aunque a un adolescente pueda darle timidez que le canten o lo besuqueen, por ejemplo, tiene que haber un momento de atención centrada. Todos quieren recibir un mensaje o un regalo o un saludo en el cumpleaños”, añade.
“Mis ganas de festejar siguen igual. Es un día que siempre quiero hacerlo a lo grande. Mi mamá sigue acompañando, pero desde otro rol”, dice Mora a sus 21. Ella cuenta que “en la adolescencia aparecieron por ejemplo festejos sorpresas” o que, cuando creció, apareció la dificultad para concentrar en un festejo a sus afectos de distintos círculos.
La importancia de que todos tengan un festejo
Joaquín Martínez Christensen y Tomás Ordoñez no se habían detenido a analizar estudios psicológicos o antropológicos sobre la importancia de festejar los cumpleaños infantiles. Pero entendieron que se trataba de algo clave para un niño desde que vieron las primeras sonrisas y signos de alegría al realizar una celebración en un barrio en situación de vulnerabilidad.
“La reacción de los chicos fue tan linda que nos propusimos organizarnos para repetirlo en varios lugares”, cuenta Ordoñez sobre el nacimiento de la ONG Festejos Solidarios. “Contribuimos al sano desarrollo de los chicos en situación de vulnerabilidad mediante el festejo”, explica.
Hasta que comenzó la cuarentena, Festejos Solidarios, que se sostiene mediante donaciones, se acercaba a salones barriales o comedores comunitarios para llevar regalos tortas, animación y, sobre todo, un mensaje clave a los niños y niñas: “Sos importante, estás creciendo, te queremos”.
“El festejo es importante para cualquier niño en el mundo, pero sobre todo en niños en situación de vulnerabilidad, porque las estimulaciones emocionales e intelectuales son menores, su contexto es más difícil y doloroso y hay carencia de amor, acompañamiento y contención. Hay mucha carencia de contención”, cuenta Ordoñez.
En la pandemia, tuvieron que reinventarse: comenzaron a distribuir “cajas mágicas cumpleañeras": constan de una torta individual con velita para soplar y pedir tres deseos; un regalo, que estimule la creatividad y el juego; guirnaldas, globos y cotillón para darle color a la fiesta, entre otros elementos.
Las cajas llegan a los comedores o centros barriales donde, con protocolos sanitarios, se realiza un evento con globos y comidas en el cual los chicos viven un momento de encuentro con sus pares. Luego, en sus casas, disfrutan de un festejo íntimo. Y, entre adornos y velas, escuchan el mensaje que todo niño debiera recibir: “Feliz cumpleaños. Sos muy importante”.