—¿Cómo ves los medios en este momento a nivel global?
—Estamos en un punto de inflexión. Hoy se publicó un informe en Estados Unidos sobre las declaraciones de impuestos de Trump. La investigación era intachable, pero las audiencias que apoyan a Trump, en lugar de enojarse con él, se enojaron con los medios que contaban lo que había pasado. Esto está pasando en todos lados. Es lo que en la jerga se llama sesgo de confirmación de las audiencias: las audiencias quieren escuchar lo que ya piensan y se enojan con quien se lo cuestiona. En La Nación creemos que hay que abrir: mostrar distintos puntos de vista y contar noticias buenas y malas, sin importar si eso favorece o perjudica a quien gobierna.
—¿Cómo te parece que los medios hacen su aporte a la democracia?
—Siendo los ojos críticos de la gente. Cuando la economía anda bien (no es nuestro caso ahora), a la gente no le importa la corrupción. Cuando anda mal, la gente se indigna. La clave es mantener la templanza e investigar sobre cuestiones de fondo. Hoy se va muy rápido sobre las instituciones. Es lo que pasa con el caso de los Cuadernos: ahora el foco no está en los hechos de corrupción sino en dudar de quienes los investigaron. O con el traslado de los jueces: si no se cuenta lo que está detrás de ciertas cosas, terminan pasando. O con el recuento de muertos por COVID en la provincia de Buenos Aires: dos investigadores independientes detectaron inconsistencias y 3.500 muertos se barrían bajo la alfombra si los medios no lo contaban.
—¿Cómo ves la relación redes sociales-medios, que se potencian pero a la vez compiten?
—Es un gran desafío por varias razones. El coronavirus reenamoró en parte a las audiencias de los medios. La posibilidad de cubrir lo que pasaba en la calle, cuando todo el mundo estaba encerrado, hizo que tuviéramos récords de audiencia sobre todo al principio de la cuarentena. Sobre las redes, Twitter es un nanoclima de altísima intensidad que no refleja el mundo real. El desafío es que no te maree: hay aplaudidores y haters seriales, y en el medio va la sociedad. Los extremos se enquistan ahí. Y está comprobado que cuanto más marcás una línea en redes sociales, más seguidores ganás, y para el ego se vuelve atractivo. Creo que no es bueno eso, hay que mantener el equilibrio.
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