El 13 de octubre, el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, anunció el calendario escolar 2022 para la ciudad de Buenos Aires, y también la implementación de varias medidas, en vistas a recuperar las jornadas de clase perdidas por la pandemia. Habrá, por ejemplo, una jornada extendida obligatoria para todos los chicos de 6° y 7° grado de escuelas de jornada simple, clases de apoyo los sábados y durante vacaciones de verano e invierno. Además, se desarrollará un plan titulado “aprovechar cada hora libre”, que propone un uso eficiente de estas horas para que se conviertan en nuevas instancias de aprendizaje, fortaleciendo la figura del preceptor.
Días más tarde, el Consejo Federal de Educación fijó un piso de 190 días de clase para 2022 en todo el país. Se trata de una medida base: es tarea de cada jurisdicción definir su propio calendario y adoptar medidas para sumar jornadas. Por ejemplo , en provincia de Buenos Aires, ya se están implementando clases a contraturno y los sábados para recuperar los contenidos perdidos este año.
En el país, la ley 25.864, sancionada en 2003, establece que el ciclo lectivo mínimo anual debe ser de 180 días efectivos de clase, y esto aplica en todo el país y para los niveles de Educación Inicial, Educación General Básica y Secundario. La ley también establece que, ante el eventual incumplimiento del ciclo lectivo, las autoridades educativas de las respectivas jurisdicciones deberán adoptar las medidas necesarias a fin de compensar los días de clase perdidos, hasta completar el mínimo establecido.
Se contabiliza un día de clase cuando se haya completado por lo menos la mitad de la cantidad de horas reloj de esa jornada.
De más está decir que esto estuvo lejos de cumplirse durante la pandemia. El año 2020 y buena parte del 2021 transcurrieron entre momentos de interrupción total de clases, clases virtuales y presencialidad en bajos porcentajes.
Pero en el país, en realidad, la meta de 180 de clase no se viene cumpliendo desde antes de la pandemia. Un informe de la organización Argentinos por la Educación de comienzos de 2020, antes de la pandemia, ya advertía que nueve provincias no tendrían 180 días de clase, solo descontando feriados. Y si a eso se le sumaba jornadas institucionales, de planificación y vacaciones, se trataba de 14 provincias que no cumplirían con este mínimo.
“Hasta el 2019, previo a la pandemia, nuestro país no estaba bien posicionado en cuanto a la cantidad de horas de clase cumplidas. En general, la preocupación siempre ha pasado por el cumplimiento efectivo de esos tan predicados 180 días que marca la ley. Sin embargo, desde el regreso de la democracia nunca se han cumplido. Previo a la pandemia, los informes hasta 2019 muestran que las primarias estatales argentinas están entre las que menos días y horas tienen, cuando se las compara con los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que promedian 185”, dice Alejandro Castro Santander. Él es referente de Argentinos por la Educación, director general del Observatorio de la Convivencia Escolar de la Universidad Católica de Cuyo, miembro de la Cátedra UNESCO de Juventud, Educación y Sociedad, licenciado en Gestión de Instituciones Educativas y pedagogo.
Castro Santander agrega: “El calendario escolar argentino también está por debajo de países como México, Brasil, Colombia y Costa Rica, todos con 210 días anuales. Superan el promedio de la OCDE, que está ubicado en 185”, agrega.
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El informe de Argentinos por la Educación también reveló que, al terminar la primaria, un alumno promedio en una estructura escolar de 6 años, perdía 73 días de clase, y esto se mantiene relativamente similar entre las distintas jurisdicciones.
Castro Santander también aclara que incluso al comparar el calendario escolar argentino con el de Chile, ambos con 180 días de clase, hay diferencias sustanciales: en el país trasandino se promedian 5,8 horas de clase por días, mientras que en Argentina solo hay 4,3 horas por jornada escolar. “El nuestro es un indicador que nos ubica entre uno de los sistemas que tienen los tiempos más cortos del mundo”, resume.
El especialista añade que “los países de la OCDE lo que han hecho es generalizar la jornada extendida en su sistema”. En contrapartida, dice: “La jornada extendida en las escuelas primarias estatales de nuestro país tiene una cobertura de apenas el 14,4% de los alumnos. Estas son cifras de 2016. En concreto: si se cumplieran los 180 días de clase establecido por ley desde el 2003, los chicos tendrían 774 horas de clase por año. Pero solo se cumple en promedio unos 168 días. Lo que da un total de 719 horas anuales”.
Castro Santander aclara que “no hay un calendario ideal” y pone ejemplos bien disímiles, como el caso de Francia (con un promedio de 162 días de clase, pero con fuerte carga horaria y doble jornada) o Israel, donde hay 219 días de clase al año. “El calendario depende de las condiciones climáticas, las costumbres, y muchos otros factores. Pero sí es importante que sea previsible, para permitir planificar a los docentes y las familias”, opina el referente de Argentinos por la Educación.
¿Por qué se pierden tantos días de clase?
Más allá de la pandemia, ¿cuáles fueron las principales razones por las que no se cumplió con los 180 días de clase?
Entre los motivos por los cuales en Argentina se pierden históricamente días de clase, Santander menciona: problemas edilicios, paros, fallas en los servicios públicos, como el transporte, paros docentes, contingencias climáticas como inundaciones, nevadas, catástrofes naturales, terremotos, y calendarios que contemplan jornadas de capacitación o planificación en días lectivos.
“No solamente se incumplen los calendarios escolares, como puede suceder en los sistemas educativos, sino que tampoco se implementan mecanismos para recuperar los días perdidos. Por ejemplo, el caso de Santa Cruz en el período 2003 a 2018, fue la provincia de mayor conflictividad, y se perdieron 261 días por paros docentes, lo que representa un año y medio de clases que perdieron los chicos. En Chubut pasó algo similar con la pérdida de 208 días. Nos encontramos frente a un sistema educativo que no puede cumplir sus propias normas. Y el gran drama es que esto se va naturalizando”, agrega.
Días de clase: cómo impactan en la educación
Las pruebas PISA 2018, una prueba estandarizada a nivel internacional que mide la calidad de aprendizaje de chicos y chicas de 15 años en 79 países, ubicaron a la Argentina en el puesto 63 en Lectura, el puesto 71 en Matemática y el 65 en Ciencias. Pero, ¿cuán relacionados están estos resultados, que claramente no son buenos, con la pérdida de horas de clase?
Para Castro Santander el tiempo de clase es una variable importante para el funcionamiento adecuado del sistema educativo, pero no necesariamente indica que van a mejorar los resultados. Es decir que la relación no es lineal y que más horas de clase no implican mejores aprendizajes.
“Mientras mejore la calidad del proceso educativo, más efecto va a tener ese día adicional de clase. De hecho, Finlandia representa uno de esos países en los que menos tiempo pasan los chicos en las aulas, y lo reconocemos como un sistema educativo exitoso. Son muchas las variables que entran en juego, como el nivel educativo de los padres, el clima familiar y escolar, el nivel socioeconómico de la familia, cómo se alimenta, cómo descansa el chico. El tema del clima social y escolar es un factor fundamental asociado a la calidad educativa. El tema de la convivencia es muy descuidado pese a que debiera ser considerado con cuidado. En un contexto de urgencias educativas, priorizar la calidad de los contenidos es muy importante pero también hay que dedicar más tiempo a estos distintos factores asociados”, explica.
¿Qué acciones o innovaciones son necesarias a futuro para blindar lo más posible a la educación de estos factores y que se pueda garantizar un mínimo de días de clase?
“La gran pregunta es cómo hacer para garantizar un mínimo de días de clase. Junto con el esfuerzo que hacen las instituciones para gestionar el tiempo, debería ser el mismo Estado el que oriente y busque soluciones para que se cumplan sus propias normas: planificar días de recuperación de clases en el calendario escolar, plantear nuevas estrategias o mecanismos para que los estudiantes puedan continuar también su aprendizaje fuera de la escuela, generar espacios de trabajo institucional, capacitación docente sin obstaculizar el cumplimiento de los 180 días de clase, etcétera”, dice Castro Santander. Y cierra: “Pero también necesitamos que las organizaciones de la sociedad civil junto con las familias exijan al Estado una mejor educación, donde el tiempo de calidad sea una de las variables que se puedan asegurar. Necesitamos un sistema educativo pertinente y flexible, donde haya tiempos para enseñar, tiempos para aprender. Hacer que las horas educativas realmente se transformen en aprendizaje”.
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