En el mismo lugar que en la Buenos Aires de los años 30 se erigió el que sería el ring más famoso y emblemático del país, aquel que vería pelear a algunos de los boxeadores más prestigiosos e importantes del mundo, hoy se levanta otro ring. Se libra una pelea sobre la cual están puestos todo los ojos del mundo. El enemigo que se intenta poner contra las cuerdas, aunque minúsculo e imperceptible, no obedece ningún reglamento, y lleva arrasadas millones de vidas.
Hoy, en Buenos Aires, las personas siguen haciendo cola y deseando, quizás con más fervor que nunca, su turno para entrar “al Luna”. Hoy —nadie podría haberlo imaginado— el espacio que era sede de tantos espectáculos se transformó en el escenario de otro: la vacunación contra el COVID-19. Allí, los adultos y adultas mayores de 70, en este momento de la inmunización, van con ansias a recibir el pinchazo que, esperan, les devuelva algo de libertad.
Y no solo es el Luna Park. También la Rural, Boca, San Lorenzo, Ferro y otras canchas se convirtieron en sedes de la mayor disputa del siglo. En otras ciudades del país se suman tantos espacios más.
Los primeros en las filas son los que también vieron épocas doradas de muchos de esos lugares, lo que acudieron o quizás escucharon por radio una pelea disputada en la “Catedral del boxeo”. Son también quienes se vieron más afectados por la pandemia.
“Las personas mayores son las que más se han cuidado porque son conscientes del riesgo que corren, entonces son personas que han estado (y muchas de ellas siguen) guardando el aislamiento, sin estar en contacto con otros adultos mayores o con sus familiares, con sus hijos o nietos. Y todo esto tiene un efecto importante en el ánimo y en la salud mental, por la dificultad o la imposibilidad de poder tener un contacto más estrecho con sus seres queridos, poder tener un contacto social pero que sea físico, besar a un nieto, abrazar a un hijo. Esto es algo que ha tenido un impacto muy fuerte”, explica Gonzalo Abramovich, psicólogo, gerontólogo y director de la consultora de asesoramiento gerontológico Recursos Mayores.
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“Entonces —sigue— los adultos mayores esperaron, y muchos esperan todavía, ansiosamente la llegada de la vacuna. Porque para ellos implica, no dejar de tomar recaudos, ni de cuidarse, pero sí la esperanza de una inmunización que les permita poder llevar una vida un poquito más normal. Poder salir a la calle, poder ir a un supermercado, con barbijo y todos los cuidados, pero sin estar con ese miedo de que si se contagian pueden tener graves consecuencias. Son los que más han estado guardados, así que la vacuna tiene un efecto liberador. Para ellos es esa diferencia que hace que se pueda salir, sabiendo que tienen un 90% de posibilidades de no enfermarte o que si se enferman no se van a morir. Son más de 7 millones de adultos mayores que hay que vacunar y ahí están, tratando de vacunarse lo antes posible”.
La noticia más esperada
“Antes de darme la vacuna tenía mucho miedo al contagio, ahora lo sigo teniendo porque los números dicen que esto está cada vez peor, pero me siento un poco mejor”, dice Cristina, una miembro co-responsable de RED/ACCIÓN de 76 años que recibió la primera dosis de la vacuna el 1 de abril.
Ella cuenta que aunque el mail con la confirmación del turno le llegó a su hija, que fue quien gestionó su inscripción, cuando le avisó que ya tenía fecha la alegría fue inmediata: “¡Ah! Me sentí superentusiasmada. Pudimos ir las dos caminando, porque vivo bastante cerca de la Rural, y fue todo muy bien. Y además todas mis amigas, que tienen esta edad, se están vacunando: algunas hoy, otras ayer, otras mañana. Hace un año que no las veo”.
¿Cuánto dura la inmunidad de la vacuna para el COVID-19?
Pedro tiene 82 años y vive en Mar del Plata. Su nieta, Malena, quien lo acompañó en el proceso, cuenta cómo fue su experiencia, ya que Pedro tiene una sordera avanzada y hablar por teléfono se le dificulta: “Antes de recibirla no tenía miedo y quería vacunarse lo más pronto posible para agilizar todo lo relacionado con que se termine el covid. Se enteró porque yo me se descargué la aplicación hace tiempo y me fijaba todos los días. El turno le llegó tarde, lo tenía para el 17 de marzo y lo vacunaron el 26 por un problema de sistema y que la notificación nunca llegó. Cuando se enteró se puso contento y apenas le avisamos, mi hermana y yo, se acercó hasta el punto de vacunación, en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Ahí lo esperábamos nosotras que habíamos ido a averiguar por el turno y nos respondieron que seguía vigente y que, si podía, mi abuelo se acercara en ese momento. Él se tomó un remis enseguida hasta la facultad, le tomaron los datos y lo hicieron pasar”.
A Olga, su vacunación le llegó de sorpresa: “Mi nieta, Carolina, nos había anotado a mi marido, que tiene 79 años, a mi madre, que tiene 96, y a mí, que tengo 78. En un momento me sale en el celular, entonces yo hablo con Carolina y era el aviso para que mi mamá fuera a vacunarse. Eso fue el 23 de marzo. Nos llevaron a mi mamá y a mí hasta el Hospital Materno Infantil de Tigre, que es muy cerca de casa. Era solamente para darle la vacuna a mi mamá, pero cuando llegamos la señora que nos atendió me dijo que tenían dosis de más, y me preguntó si me interesaba darme la vacuna, a lo cual dije que sí, de buena gana me daba la vacuna”.
Olga padece la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), una afección que obstaculiza el paso de aire a los pulmones, por eso siempre pensó que si se contagiaba coronavirus se iba a morir rápidamente. La vacuna era realmente importante para ella.
“Nosotros prácticamente desde marzo del año pasado estuvimos adentro. Los que salían eran mi hija y mi yerno que tienen un departamento sobre mi casa, ellos se ocupaban de hacernos los mandados. Así que nosotros no salíamos para nada. Me alegré mucho cuando nos avisaron que mi mamá se podía dar la vacuna, porque una persona de esa edad… Y con más razón cuando me dijeron que si quería me daban la vacuna a mí también. Lo primero que pensé fue: qué pena que no fue mi marido y por ahí nos daban la vacuna a los dos. Igual a él lo citaron el miércoles 6 de abril y le dieron la vacuna”, cierra Olga.
“Ayer, 7 de abril, me llegó un correo avisándome. Yo me empadroné hace una semana, cuando me avisaron que me anote a la espera de fecha de vacunación y llegó ayer”, cuenta Alberto, de 70 años. “Me daban la opción entre 10 o 12 lugares para buscar un horario para vacunarme en el día de hoy y, si no podía, tenía tres días para seleccionar. Así que entré a buscar. En todos los lados que me quedaban más o menos cerca, como el club Comunicaciones o la Rural, no había horarios disponibles, no había turnos. Pero entré en la opción del Luna Park y me apareció la posibilidad de vacunarme hoy. Me agarró un poco de ansiedad, así que me fui a imprimir la confirmación del turno por las dudas se borrara o algo, quería tenerlo”.
En la previa a la vacunación, el mail de confirmación del turno debe ser el correo más fotografiado y reenviado por Whatsapp a las familias, amigos, amigas y personas queridas. El estallido de alegría de los que la reciben de su persona mayor querida también es una reacción que se contagia de teléfono en teléfono, que se festeja, mezcla de alivio y sensación de estar cerca de la línea de llegada de esta carrera desaforada contra el virus.
Las respuestas a tus preguntas sobre las vacunas
El día V
“La experiencia de vacunarme en la Sociedad Rural resultó, como decíamos en mi época: ‘Argentina, año verde’”, narra Cristina. “Una maravilla. Todo organizado, todos distanciados, muy bien atendidos. Una enfermera que se presentó a sí misma me explicó lo que iban a hacer, me mostró la vacuna. Había una médica que rondaba todos los cubículos que había en un gran espacio y preguntaba si alguien se sentía mal, si tenía miedo”.
Y continúa: “Después de que me pusieron la vacuna nos hicieron pasar (digo nos porque yo iba con mi hija, los mayores de 70 o 65 tenían que ir acompañados) a una galería que tenía una especie de gazebo, pero que estaba al aire libre. Había sillas de a dos, muy separadas, había voluntarios del ejército que circulaban preguntando si alguien se sentía mal y ofreciendo agua. Yo pedí whisky pero no me dieron —bromea—. Después de media hora pudimos irnos. Te quedabas ahí ese tiempo por si te bajaba la presión o lo que fuera. Todo me pareció fantásticamente bien organizado. Hacía mucho tiempo que no veía, por parte del Estado, una atención así. Rápido, sin esperas, ni aglomeraciones. En fin: una maravilla”.
Como el relato detallado de Cristina, las experiencias de vacunación se repiten, y los vacunados y las vacunadas no escatiman halagos para la organización y la atención.
“A mi abuelo lo acompañé yo —cuenta Malena, la joven de Mar del Plata— porque al tener un nivel de sordera hay cosas que no escucha o le cuesta. La experiencia fue superbuena, la enfermera fue muy amable, en todo momento nos habló excelente y nos explicó todas las dudas que Pedro tenía. Desde qué debía hacer si tenía síntomas a si se podía vacunar en mayo con la vacuna de la gripe, como lo hace todos los años”.
Olga se suma a los conformes: dice que los atendieron “muy, muy bien”. Que esperaron 20 minutos para chequear que se sintieran bien y después se fueron. “Y no tuvimos ningún tipo de problema. Ni mi mamá ni yo con respecto a la vacuna. A mí solamente me molestaba un poco de noche en el lugar donde me la dieron. Pero mi marido me puso una pomada para los dolores y se me pasó”.
Alberto también retuvo al detalle su experiencia: “Llegamos —él fue acompañado de su mujer— al Luna Park y había una muy buena organización. Afuera había una carpa con sillas por si había que esperar, cosa que no sucedió. Había también un sector con sillas de rueda por si había personas con alguna discapacidad. En la puerta nos tomaron la temperatura, nos pusieron alcohol en gel y nos hicieron pasar. Ingresamos y nos atendió otra persona que nos preguntó el horario de vacunación y nos mandó directamente a la cola para vacunar. Había sectores según los diferentes horarios por si tenías que esperar, para agrupar a las personas en diferentes espacios”.
“En el lugar donde en otra época estaba el ring —continúa— está todo el centro vacunatorio. Fue muy buena la atención de todos. Había unos 50 boxes y se desocupaban enseguida. Cuando me tocó, tuve que esperar que fueran a buscar la vacuna. Las traen por tandas para que no pierdan la cadena de frío. A los 5 minutos trajeron las dosis. Me aplicaron la vacuna y me pasaron a otro sector donde ingresaban quienes ya la habían recibido y después te hacían sentar unos 15 minutos por si había algún tipo de reacción. Ni a mí ni a ninguna personas de todas las que estaban alrededor nuestro le dio ninguna reacción. Así que nos levantamos y nos fuimos. Todo en perfecto orden, muy bien organizado, con mucho personal y con muchos cuidados”.
La foto de las madres, padres, tías, tíos, abuelas, abuelos o incluso bisabuelas y bisabuelos en el momento de aplicarse la vacuna, es otra de las imágenes más enviadas y celebradas por estos días.
Mientras esperan la segunda dosis
“[Después de ponerme la vacuna] no me dolió el brazo, no me sentí mal, no tuve ningún síntoma, nada. Todo perfecto. Pero bueno, me han puesto la misma vacuna que le pusieron al presidente, y el presidente después de las dos dosis se ha enfermado de covid, así que me sigo cuidando: mucho lavado de manos y todo. Ahora, realmente, tengo un cuidado más extremo por el miedo que me da esta ola de contagios y de muertes que va creciendo y no decayendo. Más cuidados de los que tengo no puedo tener. Además solo tengo la primera dosis”, dice Cristina, que aunque contenta por haber sido vacunada no baja las medidas de defensa para no enfermarse antes de que le completen la inmunización.
Malena cuenta que, después de vacunarse, su abuelo Pedro se sintió bien: “Hasta ahora no tuvo síntomas e hizo vida ‘normal’. Se cuida con barbijo y alcohol en gel como desde el principio de la pandemia, ahora está más relajado pero igual trata de no concurrir a lugares con mucha gente”.
Olga también dice que siguen cuidándose: “Seguimos estando adentro, sin salir, a no ser que hagamos algún mandado, siempre moviéndonos con auto, con alguien que nos lleve, pero lo menos posible y lo mínimo. Estamos mucho en casa. Nos cuidamos porque creo que es algo bravo y que no se sabe bien en qué puede terminar. Esperemos que pronto se acabe y retornemos a nuestra vida habitual”.
“La verdad estoy contento y más tranquilo de que ya estoy vacunado, y ahora esperando la segunda dosis”, dice Alberto, y se le escucha la felicidad en la voz.
Gonzalo Abramovich, el psicólogo de Recursos Mayores, cuenta que “muchas personas mayores todavía no salen o salen muy poco”. Según las consultas y charlas que él ha podido mantener, las situaciones de ansiedad, miedo y estrés dan paso al alivio y la felicidad en las personas que se vacunaron.
“La vacuna no es obligatoria pero casi la totalidad de los adultos mayores y las familias están de acuerdo con la vacunación, es muy unánime”, dice. “Conozco muy pocos casos de personas que no quisieran vacunarse o que sus familiares no quisieran. Son casos muy aislados. Por otro lado, lo que pasa con todos aquellos que todavía no se vacunaron o recibieron solamente una dosis, así como el que ya recibió el turno y tiene fecha para vacunarse, es que la alegría es tal que la reacción es mandarle a todos sus contactos, a todos sus seres queridos, sus hijos y nietos, la noticia, la citación, y quizás está toda la familia pendiente de eso. En Ciudad de Buenos Aires escuché mucho esto de que cuando se abría la inscripción, los hijos y nietos estaban desde las 6 de la mañana, varios miembros de la familia, con varias computadoras, tratando de anotar al abuelo”.
La felicidad de vacunados y vacunadas, y la de sus familias, corre por las redes y teléfonos. Aun así saben, —sabemos— la pelea no está ganada. Estamos lejos de asestar un knock-out al virus. Pero seguimos en combate.
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