La energía renovable superó el 3 0% del suministro eléctrico mundial por primera vez en 2023, impulsada principalmente por un aumento en el uso de energía solar y eólica. Según un informe de Ember, esta tendencia marca un posible declive en la generación de combustibles fósiles a pesar del aumento en la demanda de electricidad.
El estudio destaca que el 2023 podría ser un punto de inflexión histórico. Además, señala que la energía solar fue el principal proveedor de electricidad y la energía hidroeléctrica cayó a su nivel más bajo en cinco años.
Marcelo Álvarez, director de Coral Energía y miembro del consejo de Global Solar Council y la Cámara Argentina de Energía Renovable, analiza en diálogo con RED/ACCIÓN la relevancia de estos datos y el avance de las energías renovables en la Argentina y en el mundo.
—¿Por qué es importante esta transición?
—Porque como nunca antes tenemos una restricción externa, en este caso con el cambio climático, que para no pasar el 1,5°C en 2050 nos hace tomar medidas con los gases de efecto invernadero y para poder bajar su concentración en la atmósfera es necesario descarbonizar. Para ello, precisamos un cambio de matriz en la producción de energía primaria y eléctrica y el camino son las energías renovables. No es solo un cambio tecnológico sino un cambio de paradigma, de modelo de producción y de consumo. Las tecnologías tienen que ser más limpias, y se requiere un sistema de gestión para la transición distinto del sistema creado para fuentes despachables fósiles en el siglo pasado.
—¿Qué beneficios podría traer para la Argentina?
—Es una oportunidad única de generar empleo bajando costos y descarbonizando al mismo tiempo. Además, ayuda a ir anticipando las barreras arancelarias a las exportaciones, sean primarias o industriales, que van a tener la Argentina y todos los países emergentes en huellas de carbono e intensidad energética. La primera mide cuánto emito para producir determinado bien o servicio exportable y la segunda mide cuánta cantidad de energía consumo para producirlo. Estas van a ser las tasas del siglo XXI en términos de barreras arancelarias de la Argentina y de todos los países emergentes.
—¿Qué cambios se podrían hacer a nivel nacional para virar hacia las energías renovables?
—Argentina tiene dos problemas en la coyuntura. El primero es un cuello de botella con infraestructura eléctrica para el transporte, específicamente en las redes del Sistema Interconectado Nacional en alta tensión para trasladar la generación de parques grandes de varios megas a los áreas metropolitanas, donde se consume. El 60 % de la demanda está concentrada en el área metropolitana de Buenos Aires y hay que transportarla desde el NOA o Cuyo cuando es solar, o desde Patagonia o sur de la Pampa Húmeda cuando es eólica. Esa infraestructura de redes está cerca del límite porque hace años que no se invierte o se invierte muy poco.
Al mismo tiempo hay mejorar el modelo con financiamiento. Existe una oportunidad de seguir creciendo con el marco regulatorio adecuado, la tarifa adecuada y el financiamiento en pesos para el usuario final adecuado y que se haga más generación distribuida. Me refiero a generar naves industriales, estacionamientos, techos de casas o emprendimientos menores en términos comparados con los grandes parques que directamente autogeneran electricidad.
—¿Por qué no vamos más rápido?
—Hay que bajar la tasa de interés de Argentina y va a llevar tiempo hacerlo. El camino más fácil que tiene, o el único, sería una ley de transición energética en la que estamos trabajando, con una hoja de ruta que permita salir a buscar financiamiento climático de la Convención de Cambio Climático de Naciones Unidas. Los países industrializados tienen que poner en concepto de deuda climática 100.000 millones de dólares al año, y no lo están haciendo porque los emergentes no presentamos nuestras hojas de ruta validadas.
—¿Qué necesitamos para que siga aumentando la transición hacia energías renovables en el mundo?
—Decisión política y financiamiento. Vamos más rápido que nunca, pero mucho más lento de lo que debemos si queremos alcanzar el objetivo de descarbonización y Net Zero para 2050 y estar dentro del 1,5 de aumento de grados que es lo que los científicos coinciden. Estamos negociando quién se hace cargo del financiamiento del cambio de modelo. Hay distintas responsabilidades y acciones tomadas por diferentes países.
—¿En dónde se encuentra posicionada Argentina respecto a esto?
—En términos globales, el país es el responsable del 0,7 % de las emisiones globales, no mueve la aguja, pero países como China o Estados Unidos juntos superan más del 60 % de las emisiones totales. No obstante, la Argentina tiene un 60 % más emisiones per cápita que el promedio de países de América Latina, y eso es lo que lo pone en una posición desventajosa respecto las barreras arancelarias que van a ser las tasas del siglo XXI para nuestras exportaciones. Estamos mal en términos de emisiones per cápita comparado con los mercados emergentes que vamos a competir, y tenemos mala intensidad energética en términos de eficiencia.
Eficiencia energética es lo menos sexy en términos del lobby internacional, pero es por donde debería empezar cualquier política de acción, estimular con distintos mecanismos y que el usuario haga un consumo racional de energía y racionalice su propia demanda. Cuando se subsidia indiscriminadamente, se termina calefaccionando una gran parte simplemente porque está disponible y eso genera consumos innecesarios que el usuario final, al regalarle la energía o cobrársela muy barata, termina haciendo.