—En Diputados el ministro Guzmán señaló que Argentina tiene que pedir una prórroga de los pagos de la deuda y converger hacia el equilibrio fiscal en 2023. ¿Es un planteo posible para los acreedores?
—Si lo tomamos literalmente, el ministro planteó no pagar nada en este período. Presume que en el ínterin, gracias al espacio fiscal generado por la suspensión de pagos, el país crecerá cerca del 2% anual (el promedio argentino desde 1983) para generar capacidad de pago, y que entonces pagará el que sigue. Es improbable que los fondos de inversión acepten una propuesta de este tipo, por cuestiones técnicas (necesitan mostrar a sus clientes que los bonos perciben algún flujo), por cuestiones de incentivos (¿qué asegura que en 2023 el próximo presidente no diga lo mismo? ¿qué asegura que el espacio fiscal irá a inversión y no a gasto improductivo?), y porque sospechan, no sin razón, que el problema de deuda de la Argentina no es de solvencia sino de financiamiento, y que el alivio de deuda que pide el ministro, si es excesivo, sólo logrará encarecer este financiamiento.
—Parece haber un juego del huevo o la gallina: tener un plan económico para salir de la recesión y habilitar el acuerdo con los acreedores, o acordar con los acreedores para luego construir un plan económico...
—Hay algo de eso. El Plan Económico es en realidad algo más simple: un programa fiscal y financiero preliminar, con proyecciones indicativas de crecimiento, balance fiscal y de cuenta corriente, inflación, tipo de cambio, fuentes de financiamiento, etc. De ahí surge de cuántos fondos se dispone para pagar a los acreedores, y cuánto debe reprogramarse o quitarse para que el programa sea sostenible. El ministro dice que no da números preliminares porque suelen no cumplirse. Es cierto, también pasa con el presupuesto nacional, y esto no es excusa para andar sin presupuesto. El programa es un punto de partida para iterar posiciones y expresar prioridades. Es difícil iniciar una negociación de deuda sin estos números iniciales, a pesar de que todos saben que serán modificados en función del arreglo y del avance de la economía. El gobierno ha dicho que prefiere no mostrar el plan para mantener abiertas sus opciones. Pero nadie le va a echar en cara si el plan original se modifica, los gobiernos deciden en función del contexto, y en un contexto incierto como el actual , cualquier programa será una aproximación informada.
—Al discurso "de soberanía" frente al tema de la Deuda en el Congreso, el gobierno implementó una reforma jubilatoria que supone un importante ahorro fiscal. ¿Guiño a la izquierda y giro a la derecha?
—Más que nada, continuidad con el ajuste fiscal que el gobierno de Cambiemos inició tardíamente y forzado por la falta de financiamiento. Sería ideal avanzar en una reforma previsional de consenso, tal como se estipula en la Ley de Reparación Histórica de 2016, antes que en este ajuste apurado que probablemente derive en litigios, costo para el fisco e ingresos para los abogados. Pero decir que la prudencia fiscal es de derecha implicaría que las crisis son de izquierda, en un país donde la imprudencia y las crisis no tienen ideología. Lo mismo aplica para el tema de la deuda: la demonización tribunera del acreedor es inocua, siempre y cuando no nos lleve a un default que nos haga perder otra década.
Esta entrevista formó parte de la edición del 17 de febrero de 2020 de “El Reporte de los Lunes”, el panorama semanal que reciben los miembros de RED/ACCIÓN.