No sorprende que el cambio climático esté impactando en la salud mental de las poblaciones, aunque sí sus efectos y la magnitud del problema. De hecho, una encuesta mundial realizada en 2021 encontró que más de la mitad de las personas de entre 16 y 25 años se sentían tristes, ansiosas, impotentes o tenían otras emociones negativas sobre el cambio climático, lo que equivale a cientos de millones que padecen una respuesta psicológica negativa a la crisis ambiental.
Rodolfo Sapiains es investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) de Chile y precisamente se enfoca en psicología ambiental comunitaria. El especialista advierte que la ecoansiedad es un problema emergente que está afectando cada vez más a la población más joven y también a quienes trabajan en estos temas de manera cotidiana. “Básicamente, se define como un miedo crónico al desastre ambiental que está asociado a incertidumbre y al miedo. La definición original viene de la Asociación Estadounidense de Psicología (American Psychological Association o APA, en inglés)”, explica el académico en diálogo con RED/ACCIÓN.
Al respecto, explica que hay dos grandes formas mediante las cuales el cambio climático puede afectar a la salud mental. Por un lado, “la más evidente es por la experiencia de eventos climáticos extremos que dejaron consecuencias materiales o una percepción de alta vulnerabilidad”, precisa. Por ejemplo, inundaciones, olas de calor o sequías. “Esa experiencia puede afectar, ya sea porque ocurrió un evento que dañó el lugar donde vivías, porque tuviste pérdidas personales, materiales u otras”, agrega.
Por otro lado, puede aparecer porque la persona tiene una perspectiva negativa de que algo podría suceder, como un incendio o un aluvión. Es decir, un temor a cosas que no han ocurrido, pero se cree que podrían suceder. “Tiene mucho que ver con la sobreexposición a noticias catastróficas, que generan pensamientos recurrentes respecto a escenarios futuros que no te agradan. Y ahí es donde aparece la ansiedad propiamente”, profundiza el especialista.
En conjunto, aunque la evidencia científica sobre la ecoansiedad es aún incipiente, se sabe que los grupos que están en más riesgo de sufrirla son niños, niñas y adolescentes. Y se debe, precisa Sapiains, a que “el relato que prevalece sobre el cambio climático es muy pesimista, catastrófico y desempoderante. Y se les está comunicando a esos menores que su futuro va a ser muy malo de una forma muy dañina. En Latinoamérica, en particular, la mayoría de las personas sienten que sus países no están preparados para enfrentar el cambio climático y eso, sin duda, puede contribuir a mayores niveles de ansiedad”.
Cómo mitigar o prevenir los efectos de la ecoansiedad
Sabemos que el planeta se está calentando debido a las emisiones de gases de efecto invernadero; los científicos pueden proyectar las temperaturas para las próximas décadas; también tenemos certezas respecto al aumento del nivel del mar, así como el incremento de precipitaciones extremas, de sequías e incendios forestales. Así todo, “incluso si supiéramos el futuro del planeta con absoluta certeza, todavía no habría una sola manera correcta de sentirnos al respecto. ¿Qué tan bueno o malo es el momento presente? La respuesta a esa pregunta depende de nuestra posición en el mundo”, señaló Adam Sobel, científico atmosférico de la Universidad de Columbia en Nueva York, en un artículo de su autoría en Nature.
Sobre esto, Sapiains aclara que es importante saber que “mientras más recursos tenga una persona para enfrentar el problema, ya sean recursos materiales, emocionales o del conocimiento, más posibilidades tendrá de lidiar de una buena manera con esas preocupaciones”.
Ahora bien, es posible prevenir la ecoansiedad o mitigar sus efectos, asegura el experto. Para ello, recomienda tener espacios para conversar de estas cosas, reconocer cuando efectivamente se siente esa emoción, aceptarla y no quedarse solo con eso, sino intercambiarla por otras. Asimismo, aconseja “llevarlo la acción colectiva: hacer cosas para enfrentar los efectos del cambio climático y los problemas ambientales en general en el lugar donde tú vives puede ayudar muchísimo a bajar esa ansiedad”. Puede ser organizarse con otras personas para hacer cosas —por ejemplo, a través de las redes sociales— para mejorar el ambiente, movilizarse para impulsar cambios a nivel de políticas o para exigir a los Gobiernos que tomen acciones más ambiciosas, ejemplifica.
Por otro lado, aclara que el conocimiento y el pensamiento crítico colaboran a poder distinguir que no todo lo que ocurre a nivel ambiental es por el cambio climático causado por el ser humano. Además, sirve para distinguir qué cosas son basadas en evidencia y qué cosas son fake news, así como diferenciar fuentes confiables de las que no lo son.
Si estás buscando una forma de involucrarte en acciones ambientales, te recomiendo aprovechar el Mes del Compostaje (que termina hoy, 22 de abril, en el Día de la Tierra). En la siguiente nota dejamos algunas ideas de cómo incorporar esta práctica. A continuación también te dejo una segunda sugerencia de lectura: una pequeña entrevista de una edición previa de nuestra newsletter Oxígeno a Eugenio López, técnico en Ecología Urbana que trabaja actualmente en la Fundación Banco de Residuos del Litoral.