¡Buenos días! No sabemos cómo hacen María del Carmen y María Elena para seguir adelante luego de tantos años de que sus hijas se perdieran. Sin embargo, no bajan los brazos. En el marco de un nuevo Día de la Mujer, queremos remarcar su empuje y la enseñanza que nos deja.
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Conocemos dos mujeres, son muy distintas entre sí y sus historias también son diferentes a las historias de la mayoría de las mujeres. Ambas viven una circunstancia muy excepcional y dolorosa: una hija de cada una se perdió. El dolor de una hija que se pierde es inconmensurable, según cuentan. Detrás de cada foto de una persona perdida hay afectos que la rodean. Y cada uno de esos afectos tiene una vida que hay que seguir empujando. Cada uno de esos afectos parece gritar: “¡Díganme dónde está!”.
Estas mujeres excepcionales de las que hablamos son María del Carmen Gallegos, la madre de María Cash, y María Elena Delgado, la madre de Sofía Herrera. Dos mujeres íntegras, sólidas, llenas de valores, generosas, simples. A ellas la vida les generó semejante impacto. En el detrás de la foto de María y de Sofi están ellas —además de sus hermanas, sus hermanos, sus afectos y toda una comunidad—. No es frecuente que pensemos en sus madres, porque se las ve poco, se exponen lo que pueden, tienen que vivir su vida normal, dentro de lo posible. Pero sus historias son tremendas.
Sofía Herrera se perdió a los 3 años en un camping de muchas hectáreas. María desapareció en el medio de un viaje por el norte argentino. Estas dos mujeres admirables se levantan cada día, siguen su vida con el resto de sus familias. Es inexplicable lo que les tocó y toca vivir.
Por supuesto, la estadística en el mundo les trae alguna esperanza. Porque es verdad que incluso luego de mucho tiempo hubo historias de personas perdidas con final feliz.
Pero, alrededor del Día de la Mujer, queremos destacar, dar luz a dos mujeres con una admirable capacidad de resurrección permanente, de empujar, de seguir, de creer. Posiblemente representan a todas las mujeres en lo que significa la continuidad, la lucha, el compromiso. La resiliencia para sobreponerse al dolor. También las queremos rescatar porque no solemos, como comunidad, prestarles atención a quienes están tras esas fotos, en este caso de dos chicas que se perdieron. Que nos hacen suspirar y decir: qué horror, qué tremendo. Dos mujeres que siguen y siguen, que no se detienen y no se comprende cómo logran sostenerse, seguir y continuar. Pero lo hacen. Y ellas mismas dicen: yo tampoco sé, pero sigo. Por supuesto, con la esperanza de que en algún lugar están sus hijas. Ellas nos dan una lección de vida y compromiso que nos conmueve y, un poco, nos contagian su esperanza.
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También sirven estas líneas para decir que María y Sofía pueden estar en cualquier lugar del mundo, de nuestro continente, de nuestro país. Incluso a metros de nuestra propia casa o lugar de trabajo. Levantar la mirada, reflexionar y aplaudir estas dos mamás. Pero también, ante cualquier duda, podemos mirar un poco más, pensar un poco más, y si hace falta decir algo. Es mejor que mucha gente se equivoque buscando a alguien que se perdió que el silencio.
Se pueden aportar datos al 911 o a Personas Perdidas o la Red Solidaria.
Hemos hablado mucho de ambos casos, pero aquí un repaso.
María Cash se perdió en el 2011, con 29 años, mientras viajaba por el noroeste argentino. La última imagen de ella es en la frontera entre Salta y Jujuy. “Mientras exista la posibilidad de que esté viva, seguiré luchando. Nunca vamos a dejar de buscarla”, dijo María del Carmen, su madre en una entrevista del 2022 a La Nación. En esta edición pasada de OXÍGENO repasamos el caso.
Sofía se perdió en el 2008. “Como mamá, nunca perdí la esperanza”, nos contaba María Elena en una charla que tuvimos con ella una década más tarde.
—¿De dónde sacás esa fuerza, esa energía admirable? —le preguntamos.
—El amor tan grande que tengo por mi hija, las ganas, la necesidad de abrazarla, soñar con ese momento, me lleva a seguir buscándola. A creer que ese momento está cerca, que falta mucho menos tiempo.
A fin del año pasado, María Elena ratificó que su esperanza sigue vigente, en la fecha del cumpleaños número 18 de Sofía.
EL caso de Sofía Herrera se convirtió en un ícono de la desaparición de personas en el país y a partir del mismo se creó un protocolo de emergencia para situaciones similares (llamado Alerta Sofía).
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Como dijimos, marzo es el mes de la mujer. Y por eso nuestra campaña en RED/ACCIÓN busca que, humildemente, podamos ayudar a algunas de ellas. Más concretamente a un grupo de mujeres que quieren terminar el secundario pero que necesitan para ello de un espacio de cuidado para sus hijos e hijas.
Este espacio de cuidado se llama La Casita de Nazaria, uno de los proyectos que lleva adelante la asociación civil Bajar a la Calle en Villa Soldati.
Este espacio de primera infancia funciona cada día de 18 a 22. En esa franja, voluntarios y profesionales cuidan, dan de comer y atienden las necesidades de niños y niñas cuyas madres estudian en un secundario de la zona.
Si querés saber cómo ayudar a sostener este espacio, conocé nuestra campaña del mes.
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4 preguntas a Natalia Brinatti y Nuria Jablonski, parte del equipo directivo de la Asociación Civil Bajar a la Calle [Por David Flier].
—¿Qué aprendieron en estos más de 10 años de trabajar por necesidades tan diversas de la comunidad?
Nuria: Aprender a escuchar fue uno de los aprendizajes más valiosos en todo este tiempo. A veces, una tiene tantas ganas de ayudar que en ese afán se olvida de preguntar y escuchar a los demás. Acercarse, conversar y conocer al otro es un ejercicio que nos ha hecho descubrir un montón de necesidades que ni imaginábamos (desde un alicate a un espacio para niños/as para que sus madres terminen el secundario). En esta línea, quiero agregar lo importante que es la constancia y el compromiso. Sostener proyectos solidarios a lo largo de estos diez años, nos demostraron que la confianza mutua es esencial para que las personas con las que trabajamos nos compartan sus necesidades (y también otras cosas lindas) y, así, intentar ayudarlas en aquello que podamos.
Natalia: Creo que también aprendimos a fracasar. Porque uno planea, programa, diseña, pero las cosas no suelen salir como uno las pensaba. Por lo general, la realidad se impone a la idea, como dice Francisco. Y entonces las actividades, los proyectos se concretan, pero de otra forma. Aceptar ese fracaso del ideal y seguir trabajando en el mundo de lo posible nos ha llenado de logros.
—Este mes Bajar a la Calle es parte de la campaña del mes de R/A. ¿Qué pueden aportar para quien no conoce el trabajo que hacen en La Casita de Nazaria?
Nuria: La Casita de Nazaria no sólo es uno de los grandes motivos por los que muchas mujeres pudieron o están en proceso de terminar su secundario, sino que también es un espacio educativo de calidad. Las docentes, profesionales de la salud y voluntarios/as que llevan adelante el proyecto se preocupan y ocupan de las necesidades de los niños/as y familias que asisten. Conocen y se involucran en sus realidades y, en base a eso, preparan proyectos, dinámicas, juegos y encuentros para acompañar las trayectorias educativas de la mejor manera.
—¿Tienen alguna anécdota que las haya marcado en este trabajo comunitario?
Natalia: Son muchos años trabajando con y para la comunidad y entonces como dice ese poema de Casaldáliga, se me abre “el corazón lleno de nombres” cuando me hacen una pregunta así. En casi todas, lo que recuerdo no es un momento si no un proceso. Un niño llega al apoyo porque “le iba mal en la escuela”, unas semanas después de conocerlo la familia se animó a contarnos que, pese a tener diez años, en la escuela habían decidido mandarlo al aula de primer grado. La voluntaria que trabajaba con él sospechó dislexia. Le conseguimos a una profesional para que lo atendiera gratis. En pocas semanas tuvo un diagnóstico y un tratamiento y empezó a mejorar. Terminó el año muy feliz porque lo dejaban estar en clase junto a sus compañeros, en cuarto grado. Terminó su primaria con un excelente rendimiento y está empezando el secundario en una nueva escuela.
Es así, no hacemos mucho, no hacemos ruido, nadie se entera, pero tocamos vidas concretas, historias concretas, porque aprendimos a mirar individualmente y a trabajar en comunidad. Esos nombres son nuestro tesoro, son las marcas que nos va dejando el camino y que nos dicen que vamos en la dirección correcta.
¿Qué es lo más difícil y lo más lindo de trabajar en una organización como Bajar a la Calle?
Natalia: Lo más lindo y lo más difícil son las dos caras de una misma moneda. Lo más difícil tiene que ver con el dolor: compartir el dolor del otro, su límite (que te pone delante de tu propio límite) es desgarrador. Lo más lindo tiene que ver con cómo ese dolor, después de un tiempo, se convierte en vida, de alguna manera que jamás hubiéramos pensado. Porque sirve para acompañar a otros a partir de esa experiencia, porque genera vínculos fuertes entre los que estuvieron ahí, porque hace nacer una vocación donde nadie la esperaba.
Nuria: Lo más difícil es que muchas veces hay situaciones en las que queremos intervenir y ayudar pero que realmente están fuera de nuestro alcance. Eso te angustia, te frustra y te da mucha impotencia. También pienso en personas con las que construís un vínculo y que por alguna razón (mudanza, trabajo, etc.) dejás de ver. Preguntarse qué será de ellos y extrañarlos también es algo que nos resulta muy duro.
Por otro lado, lo más lindo justamente es conocer y compartir con otros. Formar esos vínculos y cuidarlos es muy conmovedor y transformador. En estos encuentros tan especiales, una aprende a relacionarse y mirar a los demás y sus realidades de una manera tan amorosa que luego eso se trasciende a todos los espacios en los que transitás.
Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Te mandamos un gran abrazo.
Juan y David