Las escritoras y docentes Celeste Alegre y Elizabeth Lencina trabajan desde hace más de 30 años con niños y jóvenes. Celeste es docente y bibliotecaria y trabajó en varias escuelas primarias y secundarias públicas, mientras que Elizabeth es maestra y se dedicó a dar clases particulares de distintas materias, especialmente Matemática.
Se conocieron hace seis años, mientras Celeste trabajaba como bibliotecaria en la Escuela N.° 16 de Ituzaingó y en la Escuela Media N.° 21 de Castelar, en la zona oeste del conurbano bonaerense. Elizabeth acababa de publicar en La Plata su primera novela, titulada Algo en común, que relata experiencias de seis adolescentes discriminados por diversos motivos y que se conocen a partir de un grupo de Facebook.
“La ubiqué a través de las redes sociales y le pedí que me enviara su libro”, recuerda Celeste, que lo leyó y le gustó al punto de encargarle varios ejemplares para las escuelas donde trabajaba. Más tarde, convinieron encontrarse para conocerse en la Ciudad de Buenos Aires.
Incentivada por Elizabeth, Celeste publicó su primer libro: Celestopias, cuyo nombre refiere a las utopías que se le ocurrieron transmitir a la autora. Y las carreras literarias de ambas confluyeron en un interés común: con sus libros como herramientas, diseñaron juntas talleres escolares para concientizar sobre el bullying, la violencia y la discriminación.
De escuela en escuela
Comenzaron a impartir sus talleres en escuelas y a sumar aportes de otras docentes y de los propios estudiantes. Así nació Recorriendo Escuelas, el proyecto con el que viajan por todo el país para trabajar codo a codo con docentes de todas las áreas.
En su peregrinar pedagógico, ofrecen talleres para todos los niveles de educación en los que tratan temas sensibles como el bullying, cyberbullying, grooming, violencia doméstica, acoso escolar, estereotipos impuestos, identidad y autoestima.
¿Por qué eligen los libros como disparadores del diálogo en el aula? Porque en las historias hay personajes con los cuales los chicos se identifican fácilmente, ya que les suceden las mismas cosas que ellos viven en la vida real.
“Trabajamos reflexionando juntos, a través de la empatía con los personajes y la educación emocional”, indica Elizabeth. En estas actividades estudiantes y docentes intercambian opiniones y debaten ciertas premisas culturales. “Ofrecemos una modalidad innovadora de educación, prevención y cambio social, ya que trabajamos desde las emociones, el reconocimiento de los sentimientos propios y ajenos, el asombro ante situaciones que son experimentadas a diario miradas desde otro lugar”, agrega Elizabeth. Celeste aporta que los talleres duran generalmente una hora.
Testimonios
En seis años, Recorriendo Escuelas lleva dados más de 1.000 talleres en casi toda la Argentina. “En algunos lugares estuvimos no solamente dando talleres, sino que además participamos de congresos de educación y de ferias del libro. Hemos estado por la costa atlántica, en rincones perdidos de la provincia de Buenos Aires, hemos ido a Chaco, a Santa Fe. En 2018 nos presentamos en el Primer Encuentro Nacional de Educadores, que tuvo lugar en Corrientes. Con nuestro trabajo hemos recorrido miles de kilómetros”, detalla Celeste. Y agrega que el aislamiento por la pandemia de COVID-19 las obligó a reinventarse: “Ofrecimos talleres para docentes, juegos online y actividades de ESI”.
“La franja etaria para la que más nos piden los talleres abarca de los 10 a los 16 años. Y los temas más frecuentes son el bullying, la convivencia, la discriminación, la violencia de género y la violencia intrafamiliar”, sintetiza Celeste.
Una vez, durante un taller que desarrollaban en una escuela primaria leyeron junto a los chicos el cuento “El carrito de Juan”, incluido en Celestopias. El texto trata sobre estereotipos en los juguetes, los colores, el respeto por las elecciones propias y las de los demás. Cuando abrieron el espacio de reflexión, una nena se animó a contar que no se sentía nena.
“Lo contó delante de todas sus compañeras. Era una nena que desde primer grado había tenido problemas de convivencia y de relación dentro de la escuela con sus compañeros y compañeras. A partir del cuento, pudo hablar sobre lo que le pasaba: ella no se quería poner colitas en el pelo, no quería vestirse como nena y que su madre no la entendía. Lloró ella, lloré yo, lloraron las maestras, lloraron las compañeras. A partir de ahí se hizo un trabajo conjunto con psicólogas, con maestras, con las familias. Y la nena tuvo un cambio muy importante en su conducta y en sus relaciones”, relata Celeste.
Este cuento también se implementa en el Nivel Inicial, con la diferencia de que se hace con la presencia de las familias.
En otro taller, un nene les comentó muy angustiado que cuando su papá le decía 'los hombres no lloran' a él le dolía la garganta: “Claramente no podía llorar porque no lo dejaban”, interpretan las docentes.
A lo largo de los talleres, también hubo alumnos que contaron acerca de la violencia en las familias y en sus propios noviazgos. Revelaron situaciones límite, que al ser expuestas permitieron la intervención institucional para hacer un apoyo y un seguimiento. En esos casos, “se trabaja con los profesores, con los equipos de orientación escolar y, claramente, si es necesario, con la Justicia”, dice Celeste.
Para prevenir y detectar abuso sexual infantil y otros flagelos instalados en la sociedad como prácticas cotidianas que dejan huellas imborrables a quienes las sufren se emplea el cuento “¡Pica!”, escrito por Celeste, que ayuda a los lectores a partir de los 4 años de edad a decir “no”.
“Cuando una bibliotecaria en una escuela de Morón contó ese cuento, uno de los nenes dijo: 'Mi tío me toca mis partes íntimas'”, recuerda Celeste. A través del relato se destapó un gran tema, en el que participó luego un equipo de psicólogos e intervino la Justicia.
Los chicos entran en confianza luego de tratar temas que los angustian. Así, una nena contó que ella tenía problemas de riñones, que se hacía pis y que sufría bullying.
En otra oportunidad, “un chico nos llamó aparte y nos contó que la madre lo maltrataba. ‘¿Eso es bullying, seño?’, nos preguntó. Estaba harto de las cosas que su mamá le decía en la casa. El caso fue tratado con él y con el gabinete psicopedagógico de la escuela”, apunta Celeste.
Álbum de emociones
Cuando los adolescentes ya leyeron la novela Algo en común, Elizabeth los guía en un repaso, simulan una conferencia de prensa y los chicos debaten sobre los temas que plantea la obra: acoso escolar, identidad, estereotipos impuestos.
Para quienes no leyeron el texto se les hace una presentación del libro, donde los chicos participan en la representación de los personajes y debaten en base a la empatía y a sucesos que conocen o viven.
Las docentes trabajan con listas de emociones: “Los propios chicos buscan las emociones, las que pueden ocasionar a un compañero o compañera cuando lo dejan de lado, se burlan o lo golpean y, a la vez, expresan cómo se van sintiendo”, dicen.
Los talleres llaman a tomar conciencia sobre situaciones vividas. “Muchos estudiantes cuentan que hacen bullying o que son víctimas de bullying; otros cuentan que han visto hacer bullying. El listado de emociones crece. Se reflexiona acerca de quién podría hacer sentir de ese modo a otra persona, se arman grupos y se plantean posibilidades acerca de cómo cambiar eso, qué hacer en caso de ser testigos de una agresión, qué pueden hacer ellos como individuos y como grupo, qué poderes tenemos de cambiar la realidad a través de una actitud solidaria”, afirman las organizadoras. “Lo fundamental es que los participantes se den cuenta de lo que una palabra o una actitud puede hacer en la otra persona”, sintetizan.
En la novela de Elizabeth hay un nene que es hijo de un hombre preso y que se siente discriminado por la condición de su papá. Luego de leerla, un chico nos contactó por redes y nos dijo que él se sentía muy identificado: su padre estaba preso. Le agradecía a Elizabeth porque se había emocionado mucho.
“Y hasta nos pasó con una adulta en una escuela nocturna de bachillerato de adultos que justamente pasaba por esa situación y se sintió muy tocada con el tema de la discriminación hacia ella por tener un hermano preso”, añade Celeste.
Repercusiones
Luego de los talleres, son los propios docentes quienes recomiendan el trabajo de Celeste y Elizabeth a maestros y profesores de otras escuelas.
“Como les dejamos cosas para que sigan profundizando, luego nos mandan los trabajos grupales que se hicieron, nos cuentan los cambios que hay en la convivencia dentro de las aulas y en la escuela en general. Siempre recibimos cosas muy interesantes y que nos sorprenden”, destaca Celeste.
Carolina del Valle, bibliotecaria de la Escuela Primaria N.°4 de Morón, participó en varios de los talleres de Recorriendo Escuelas. “Creo que estos encuentros son necesarios para la convivencia en democracia y el derecho a decir, a escuchar y hacernos escuchar, alzar nuestras voces para reclamar y hacer valer nuestros derechos”, destaca Carolina, quien comenta que hace más de tres años en su escuela convocaron a Recorriendo Escuelas y sus libros son parte del acervo bibliográfico de la biblioteca.
El ida y vuelta no solo es a nivel docente: “También los alumnos muchas veces nos escriben por las redes, nos cuentan acerca de lo emocionados que están de haber participado, de cómo les gustan nuestros libros. Siempre hay interactividad”, añade Elizabeth.
Y hasta las contactan las familias, que a pedido de sus hijos buscan sus libros para regalar.
En 2019 Recorriendo Escuelas fue declarada actividad de interés cultural y educativo por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. También recibieron una declaración de interés educativo por parte del Municipio de Concepción del Uruguay, Entre Ríos.
Las autoras recibieron pedidos desde lugares remotos de la Argentina, pero el costo de la logística es alto. “Hay sitios a los que todavía no hemos podido llegar, pero tratamos de brindarles aunque sea algún documento para que trabajen”, se lamenta Elizabeth.
Podés comunicarte con Recorriendo Escuelas por mail a [email protected]
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.