En los últimos años, las dificultades de aprendizaje ganaron más visibilidad y conciencia en los ámbitos escolares y familiares. Esto delata la importancia de dar un espacio a los especialistas psicopedagógicos para atender a los alumnos y evitar su marginación.
Hoy, la dificultad más señalada es la dislexia. Pero hay otras menos conocidas pero igualmente importantes. Una de ellas es la discalculia. Camila Mendizábal, psicopedagoga especialista en discalculia y neurociencias -y también mi hermana-, responde las siguientes preguntas con su reflexión sobre este desafío.
¿Qué es la discalculia?
Es una condición del neurodesarrollo. Es un trastorno específico del aprendizaje que consiste en una dificultad consistente y persistente en la comprensión del sentido del número y en la comprensión aritmética (sumar, restar, dividir y multiplicar). Los niños que padecen de esta condición tienen una dificultad en comprender las relaciones numéricas y la relación flexible entre los números.
¿Por qué se desarrolla esta condición?
Esta condición neurológica es de carácter congénito. Esto quiere decir que hay una predisposición genética y un desarrollo atípico a nivel neuronal. Se puede ver en estudios científicos que en el lóbulo parietal es donde hay una mayor difusión en cuanto a la comprensión del número, solución de problemas y entendimiento de ellos mismos. También, es importante aclarar que la discalculia no solamente utiliza o requiere de funciones cognitivas adjudicadas a los números, sino que también requiere de funciones ejecutivas.
¿Qué niños son más propensos a desarrollarla?
Por los estudios resultados hasta el día de la fecha, se puede ver que los niños cuyos padres presentan una condición genética asociada con trastornos específicos del aprendizaje tienen tendencia a desarrollar dificultades ya que es una patología hereditaria.
De todas maneras, nosotros entendemos al sujeto dentro de un contexto de desarrollo. Ese contexto es, por un lado, la parte genética, neuronal, cognitiva y conductual y, por otro, el ambiente. Por ejemplo, si ciertos niños no están expuestos a números, si no reciben la educación numérica correspondiente también puede ser que se presenten dificultades en las matemáticas.
¿Es una dificultad de aprendizaje que se puede sobrepasar? ¿O uno convive con ella toda la vida?
En la clínica no se habla de sobrepasar o recuperar sino que se habla de rehabilitar. Dado que tenemos un cerebro con plasticidad —esto quiere decir que nuestras conexiones neuronales se pueden cambiar con cualquier tratamiento— hablamos de que con una prevención temprana y con un tratamiento adecuado se le puede enseñar a estos niños a aprender lo que ellos no aprendieron de manera correcta. Luego, se puede enseñarles a partir de un tratamiento consistente cómo debe ser el desarrollo numérico y así cambiar las rutas neuronales.
¿Genera limitaciones en otras áreas del aprendizaje o sociales?
Sí, totalmente. No solo en el aula, sino en el contexto de la vida del sujeto tanto en la infancia, la adolescencia como en la adultez. Las dificultades están en todos los ciclos de nuestra vida: arrancando por el entendimiento de la plata, del tiempo, el espacio, la capacidad de poder hacer asociaciones de patrones. Si nosotros no tenemos una prevención o un tratamiento estos niños quizás pueden llegar a la adultez sin poder manejar sus cuentas, sin poder manejar el tiempo de manera correcta. Todo esto puede impactar en su economía y su estilo de vida.
Dentro de una clase, ¿cuál es el porcentaje de niños que tienen esta dificultad?
En un aula de 30 niños habrá 5 niños que van a tener dificultades en el aprendizaje y de esos 5 hay uno que padece discalculia. Hay que aclarar que es una patología heterogénea. Esto quiere decir que cada perfil de cada niño que sufre discalculia es realmente muy distinto entre sí ya que hay muchas condiciones implícitas que pueden verse desfavorecidas o con desarrollo atípico en esta dificultad.
¿Es un tema que tiene la visibilidad necesaria?
Definitivamente, no. Es un tema que apareció en los últimos treinta años, con investigadores como Steve Chinn, que hicieron que esta condición adquiriera mucho más relevancia. La discalculia tiene el mismo porcentaje de prevalencia que la dislexia, por ejemplo. Aún así, no se sabe y no se investiga y no se conoce esta condición tanto desde lo académico como desde lo educativo o médico.
Por más que hubo grandes avances en los últimos diez años, es necesario que todavía se haga más. Hay muchos niños, adolescentes y adultos que sufren de esta condición que no son o fueron tratados y por tanto ven afectada su calidad de vida. Es necesario hacer visible esta patología, entender los recursos que tenemos, cuáles son los instrumentos disponibles hoy en día para poder manejarla y a partir de ahí poder prevenir.