Todos los 23 de julio se celebra el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines, aunque lejos de ser una festividad, la fecha busca concientizar sobre la caza indiscriminada de animales en peligro de extinción y el cuidado de su hábitat natural: los océanos.
La caza de ballenas comenzó antes de la Segunda Guerra Mundial y luego de varios años sin controlar la actividad se redactó el primer documento que buscaba frenar la caza de estas especies con el fin de que su población aumente y así evitar su extinción. El acuerdo fue aprobado en 1972 durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano.
Para 1986, la Comisión Ballenera Internacional declaró el 23 de julio un día especial para recordar el cuidado y la protección de las ballenas y delfines en todo el mundo. Desde entonces, la caza de estas especies ha disminuído, aunque en algunos países siguen realizando esta práctica y, en otros, atrapan a los cetáceos para someterlos al espectáculo comercial en zoológicos y acuarios.
Los delfines también corren el riesgo de ser cazados indiscriminadamente, la mayoría vive en aguas saladas y otras cinco especies viven en aguas dulces. Sin embargo, la caza no es la única vía por la que estos animales son perjudicados, ya que el ser humano también los pone en peligro a través de la contaminación de residuos plásticos que son arrojados al mar. La otra forma de perjudicar a los delfines y las ballenas es la contaminación de petróleo provocada por derrames que generan una contaminación irreversible en el hábitat natural de muchos animales acuáticos.
De hecho, Greenpeace publicó en febrero del 2023 un artículo científico en Frontiers in Marine Science haciendo foco en que se necesita una evaluación urgente de los impactos potenciales en los cetáceos de la minería en los fondos marinos, especialmente en el Océano Pacífico.
Hasta el momento, existen algunos informes sobre derrame de petróleo en distintas zonas del mundo en las que se extrae el crudo, pero son muy pocos aquellos que hablan sobre cómo perjudica la minería en el mar a los ecosistemas marinos y las especies, especialmente a las ballenas y delfines que por sus características, se ven también afectados por la contaminación acústica de las operaciones.