Alan Gauna es médico generalista en Recalde, una localidad de 300 habitantes en la provincia de Buenos Aires que dista unos 30 kilómetros de la ruta y 90 kilómetros de Olavarría, la ciudad cabecera del partido. Estudió en la UBA y realizó la especialidad en el Hospital Italiano de la Capital Federal. “En la ciudad me pasaba que conocía a mis pacientes después de verlos varias veces, pero solo en el consultorio. En cambio, acá formás parte de la comunidad, ves a tus pacientes en distintos lados. El esfuerzo de las intervenciones lo veo a diario. Por ejemplo, cuando cruzo a un paciente que incorporó la actividad física. Es lo lindo que tiene la medicina rural”, cuenta a RED/ACCIÓN.
En honor al nacimiento de Esteban Laureano Maradona, cada 4 de junio se celebra en Argentina el Día del Médico Rural. El también naturalista y filántropo nació en Esperanza, provincia de Santa Fe, fue discípulo de Bernardo Houssay y se dedicó a la salud de los pueblos originarios y de otros grupos necesitados. Para 1935 llegó a Estanislao del Campo, en el interior de Formosa, y pasó la mayor parte de su vida alllí, ayudando no sólo en lo sanitario, sino también en aspectos sociales.
“Es increíble el déficit de médicos rurales, es muy difícil conseguir que las personas quieran alejarse de la ciudad y vivir en el campo, y eso creo que tiene que ver más con un fenómeno global de concentración de trabajo y oportunidades en las ciudades. Pero la verdad es que yo a todos mis compañeros médicos de familia que conozco les recomiendo que se alejen de la ciudad y prueben”, asegura Gauna.
Francisco Javier Pinol Castillo, o "Pancho", se recibió de médico en la Universidad Nacional de Cuyo en 2005, hizo la residencia en Medicina Familiar en la capital de Mendoza y luego trabajó en un pueblo del centro de Neuquén llamado Las Coloradas, que cuando llegó tenía 1.500 habitantes. Ahora trabaja en Malargüe, es el departamento menos poblado de Mendoza.
“Es duro el día a día de estar en el campo, el estar lejos de la familia. Es un choque cultural. Las necesidades son totalmente diferentes, por ejemplo, el agua, la luz, internet. Aunque no tanto como antes, muchos pacientes siguen sin saber leer, escribir, no saben su número de documento ni su fecha de nacimiento. Estando en el campo estoy de guardia casi permanente, porque solamente estamos el chofer de la ambulancia, el enfermero y yo para resolver las distintas situaciones. También coordino visitas en algún puesto, es decir, un lugar donde vive la gente del campo junto con sus animales y que habitualmente está más alejado”, comenta a RED/ACCIÓN sobre su día a día.
Tres preguntas a Alan Gauna
—¿Cómo es tu día a día?
—Atiendo en la sala, donde vienen principalmente niños y mujeres porque cuesta mucho hacer que los hombres se atiendan. Atiendo demandas espontáneas, controles de salud, vacunación. A veces también hago visitas domiciliarias. Al mediodía vuelvo a mi casa y, como cuento cada vez que me preguntan cómo estoy, digo que puedo dormir la siesta todos los días. A la tarde hago actividades comunitarias, doy un taller de ping-pong, clases de alfabetización de adultos, taller de ajedrez, caminatas con la gente del pueblo, doy yoga y aeróbic.
—¿Qué necesidades atiende un médico rural?
—Generalmente si les duele la panza van al gastroenterólogo, si les duele la cabeza van al neurólogo, si les duele la espalda van al traumatólogo, pero no hay nadie que los atienda en general, como personas, y por eso decimos que los médicos de familia o generalistas somos especialistas en personas. Necesitamos más médicos que hagan eso porque es la base de la salud. De hecho, entre el 80 y 90 % de los problemas de salud se resuelven en la atención primaria.
—¿Cuáles son los principales desafíos de la profesión en Argentina hoy en día?
—Se ha perdido un poco la confianza en la medicina en general y estaría bueno lograr volver a ganarla. Otro de los desafíos es que otros especialistas suelen ganar más plata que los generalistas. Y después el otro gran desafío a nivel sociedad es el individualismo, la pérdida del sentido comunitario. Los seres humanos dependemos de las otras personas para que nuestra salud esté bien, nadie puede estar sano solo.
Tres preguntas a “Pancho” Pinol
—¿Recordás alguna experiencia que te haya marcado en la profesión?
—El primer parto que hice. Recibir el bebé, dejarlo en la panza de la madre esperando a que el cordón umbilical deje de latir, mientras se sigue atendiendo un montón de otras cosas más, la verdad que es algo muy emocionante y que me ha completado como profesional. También el acompañar a la mamá y el papá en el periodo de preparto, atender el parto y posteriormente seguir la evolución tanto de la mamá como del niño.
—¿Cuáles son los retos de un médico rural?
—La mayoría de las veces estamos solos, no solamente físicamente porque no hay otro médico, sino porque es difícil establecer comunicaciones por los caminos o la electricidad. Entonces terminamos decidiendo en función de lo que se puede en ese momento. Por ejemplo, si trasladamos o no al paciente o qué tratamiento darle. Por otro lado, está la idealización del médico rural como una persona que lucha contra todas las adversidades y no se tiene en cuenta que hay un equipo de personas, como puede ser un enfermero, un chofer u otros agentes sanitarios. Finalmente, el sacrificio que hay que hacer a cambio de las retribuciones. Es difícil que solamente la vocación nos permita seguir haciendo lo que más nos gusta, tenemos un país tan cambiante que lo que se proyecta muchas veces en una oficina sea imposible de llevar en una zona rural.
—¿Cómo son los pacientes rurales?
—Tienen la particularidad de que el arraigo es muy importante. Dejar su puesto, sus cosas, sus animales, es un problema. Si a eso le agregamos el hecho de que va a ir a un hospital, donde muchas veces no se va a sentir conforme, le genera un trastorno que muchas veces puede complicar el cuadro general. Por eso, algo que es importante es el consenso, ver realmente si eso es lo que le conviene al paciente. Las situaciones no se resuelven como matemáticas y necesitan el acompañamiento del médico.