Lo habrás leído en las noticias o aprendido en Coco, la famosa película de Pixar. Lo cierto es que el Día de Muertos es una de las festividades más importantes ―si no la más importante― dentro de la cultura mexicana y ampara una historia que recorre miles de años.
Su origen está en la tradición indígena de las comunidades autóctonas prehispánicas de la antigua región de Mesoamérica. En estas sociedades, el culto a la muerte era un elemento básico de la cultura: los cuerpos se envolvían en un petate (una especie de alfombra) y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al mictlán (el “más allá” en la mitología indígena).
Los muertos se tenían muy presentes. Por eso, una vez al año realizaban una conmemoración para ellos que, según esta visión, implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos a casa en el mundo de los vivos para convivir con los familiares por una noche para nutrirse del alimento que se les ofrece en los altares.
“En esta celebración de Día de Muertos, la muerte no representa una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido”, explicó en un artículo el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal. “En este sentido, se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular ya que comprende diversos significados, desde filosóficos hasta materiales”, profundizó.
Si bien se cree que la festividad es un día, en realidad es toda una semana: comienza el 27 de octubre y termina el 2 de noviembre. Cada uno de estos días se “recibe” a muertos diferentes. Por ejemplo, el 27 es para mascotas fallecidas; el 28 es para las personas que dejaron el mundo de manera trágica; el 29 se recuerda a las personas que murieron ahogadas; y el 30 se destina a los olvidados.
El punto cúlmine de la celebración es el 1 y el 2 de noviembre. El primero se recuerda a todos los niños menores de 12 años que dejaron el plano terrenal y el último día a todos los adultos que han muerto, de acuerdo con Expansión, un diario mexicano. Esta fecha final es también conocida como el “Día de Todos los Muertos”.
Cada una de estas fechas no son elegidas de manera casual, sino que es el resultado de la fusión de la tradición de origen indígena con las creencias de los españoles católicos. Los antiguos mexicanos y otros pueblos originarios trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, según lo confirma National Geographic. De acuerdo con el calendario católico el 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos y el 2 de noviembre el de los Fieles Difuntos.
En qué consiste la festividad
De acuerdo con CNN, los pueblos prehispánicos colocaban ofrendas y altares dedicados a sus seres queridos decorados con comida que les gustaba, papel picado, flores de cempasúchil (considerada para iluminar el camino) e inciensos para aromatizar el lugar.
Según el historiador Héctor Zarauz, autor del libro La fiesta de la Muerte, luego de la conquista algunos elementos cristianos se fueron agregaron en los rituales. "Las cruces, que son representaciones del catolicismo, o algunas bebidas que se añaden a la ofrenda para los muertos, bebidas destiladas que no existían antes. Como tampoco lo que es hoy muy tradicional, el pan de muerto, ya que entonces no existía la harina”, señaló a CNN.
Además, las festividades también incluyen adornar las tumbas con flores y muchas veces los altares y ofrendas se hacen sobre las lápidas. A su vez, la tradición indica que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, se deben esparcir pétalos de flores de cempasúchil y colocar velas trazando el camino que van a recorrer los muertos para que no se pierdan y lleguen a su destino. Idealmente, van desde la casa de las familias hasta la tumba donde descansan sus seres queridos.
El día está lleno de elementos y símbolos. De hecho, en 2003 la celebración fue distinguida por la Unesco como Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por ser una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y también como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza.