El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, afirmando la visión de que “la voluntad del pueblo” –democracia- debería ser la base de cualquier gobierno. Pero siete décadas después, las democracias del mundo están en peligro. Después de que se cuadruplicara la cantidad de democracias entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y el año 2000, ahora estamos en un período sostenido de regresión política. Las sociedades alguna vez abiertas están virando hacia una dictadura y, en muchos países, las tendencias despóticas se están afianzando.
Estas tendencias se pueden revertir, pero sólo si nos ponemos de acuerdo sobre las causas de la regresión democrática y diseñamos nuestros objetivos en consecuencia.
Ahora bien, es más fácil de decir que de hacer. En su ensayo de 1967 “Verdad y política”, la filósofa Hannah Arendt observó que “la libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se aceptan los hechos mismos”. Desafortunadamente, la farsa de Arendt se ha vuelto nuestra realidad.
Para que toda democracia sea relevante, su pueblo necesita tener acceso a información confiable producida en un entorno libre y pluralista. Pero este requisito básico se está poniendo a prueba como nunca antes. En todo el mundo, los oligarcas están comprando medios de comunicación para promover sus intereses y aumentar su influencia, mientras que los periodistas que informan sobre cuestiones como la discriminación y la corrupción son víctimas de intimidación, violencia y asesinato. ¿Cómo podemos garantizar la libertad de opinión en esas condiciones?
El desafío de democrático en la era digital
Se suponía que las tecnologías de la información y de la comunicación nos darían más libertad, no menos. La Internet incipiente democratizó las noticias y terminó con el predominio de los editores tradicionales y de los conglomerados pro-gobierno. Pero esta promesa inicial ha dado lugar a una “jungla informativa”, donde predadores con grandes recursos superan tácticamente a un público modesto. Hoy, los gobiernos libran guerras de información, los políticos utilizan las redes sociales para difundir mentiras y los lobistas corporativos diseminan contenido engañoso con facilidad. Como determinó recientemente un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts, las noticias falsas se propagan online más rápido que las noticias verdaderas –muchas veces de manera significativa.
Dicho de manera simple, la globalización de la información ha inclinado la balanza a favor de quienes ven en la falsedad una herramienta de control. Los dictadores exportan fácilmente sus ideas a las sociedades abiertas, mientras que el contenido producido en condiciones de libertad rara vez avanza en la dirección opuesta. Este desafío se ha visto magnificado por el crecimiento de las empresas multinacionales de tecnología, que han llegado a dictar la arquitectura de la esfera pública.
En la historia de la democracia, los mecanismos han evolucionado para mejorar la precisión y la ética del periodismo. Aunque imperfectas y muchas veces invisibles, estas protecciones regulatorias han aportado muchos beneficios a usuarios y productores por igual. Pero el ritmo del cambio en la industria de los medios –por ejemplo, entre la televisión y las ediciones impresas, o noticias y publicidad- ha desdibujado las claras distinciones sobre las que se basaban originariamente estas reglas.
El rol del periodismo es más importante que nunca
Proteger los ideales democráticos en este entorno conflictivo es una tarea vital e histórica. Es por eso que Reporteros Sin Fronteras (RSF) se suma a premios Nobel, especialistas en tecnología, periodistas y activistas por los derechos humanos para lanzar la Comisión de Información y Democracia. Como copresidentes de esta iniciativa independiente, nuestro objetivo es volver a focalizar la atención global en el valor de “un espacio público libre y pluralista”, y ofrecer soluciones que les permitan a los periodistas trabajar sin miedo a las represalias y, a la población, acceder fácilmente a información precisa.
En las próximas semanas, redactaremos una Declaración Internacional sobre Información y Democracia y, en coordinación con líderes de varios países democráticos, trabajaremos para garantizar el respaldo de los gobiernos en todo el mundo. Nuestros esfuerzos se acelerarán a mediados de noviembre, cuando los líderes globales se reúnan en París para conmemorar el centésimo aniversario del Día del Armisticio y asistir al Foro de la Paz y al Foro de Gobernanza de Internet.
La democracia, con sus raíces en los ideales de libertad y razón de la Ilustración, debe ser defendida. Los gobiernos y los ciudadanos democráticos no deben ser víctimas de las noticias falsas, de los “trolls” y de los caprichos de los déspotas. La Declaración Internacional sobre Información y Democracia está destinada a fortalecer la capacidad de las sociedades abiertas para combatir las fuerzas autoritarias.
Todos tenemos la buena fortuna de vivir en un período de extraordinario potencial tecnológico. Pero también tenemos la responsabilidad de asegurar que las nuevas maneras de compartir información no se transformen en herramientas de opresión. Como declara sucintamente el comunicado de la misión de nuestra comisión: “La supervivencia de la democracia está en riesgo, porque la democracia no puede sobrevivir sin un debate público informado, abierto y dinámico”.
Shirin Ebadi es premio Nobel y abogada de derechos humanos. Christophe Deloire es secretario general de Reporteros Sin Fronteras (RSF).
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