En vez de preocuparse por equilibrar crecimiento y desigualdad, a los políticos les conviene más concentrarse en el efecto de las políticas sobre el ingreso medio y otros indicadores de bienestar.
¿Cómo afecta la desigualdad al crecimiento? Es una pregunta que los economistas tratan de responder; pero más allá del arduo debate en ciencias sociales, los políticos enfrentan un dilema totalmente diferente: ¿es tan importante la respuesta a aquella pregunta?
Yo creo que no.
La política económica en el mundo real tiene particularidades locales y matices; buscar una única respuesta a cómo y cuánto afecta la desigualdad al crecimiento es una tarea irrealizable. En vez de preocuparse por equilibrar crecimiento y desigualdad, a los políticos les conviene más concentrarse en el efecto de las políticas sobre el ingreso medio y otros indicadores de bienestar.
Políticas más fáciles de evaluar
Las políticas que al mismo tiempo estimulan el crecimiento y reducen la desigualdad son las más fáciles de evaluar y las que más ventajas traen. Son las estrategias que yo llamo “políticas con todo lo bueno junto”, y son fácilmente aplicables a la educación, pero también pueden funcionar en otros sectores de la economía afectados por la competencia imperfecta. Por ejemplo, políticas anti-trust (anti monopolios) más vigorosas pueden mejorar la eficiencia y la distribución del ingreso.
Evaluar efecto real de las decisiones sobre la gente
Es mucho más difícil evaluar políticas que implican una tensión entre crecimiento y desigualdad, de lo que sirve un sencillo ejemplo. Analicemos una reducción del 10% a los impuestos al trabajo compensada mediante un impuesto fijo, usando un modelo de crecimiento neoclásico. Con estos parámetros, el ingreso medio crecerá 1%.
Pero cuando se examinan las cifras que realmente importan, el resultado no es tan bueno.
Al aplicar este modelo a la distribución del ingreso en EE. UU. en 2010, hallé que aunque la mayoría de los hogares obtienen un aumento del ingreso antes de impuestos, dos tercios tienen que pagar más impuestos. Además, las familias tienen menos tiempo libre. O sea que la reforma impositiva perjudica a cerca del 60% de los hogares, aunque el ingreso del hogar medio aumente gracias a las mejoras en la cima de la pirámide.
Esto no nos dice si esa política impositiva es buena idea, pero la mayoría de los políticos cuestionarían una política de crecimiento basada en cobrar más impuestos a dos tercios del electorado y por la que los votantes deben trabajar más por el mismo dinero.
Es tarea de las ciencias sociales analizar el efecto de la desigualdad sobre el crecimiento. Pero los políticos deben prestar más atención a cómo lograr las metas económicas, para lo cual, tal vez haya que pensar menos en datos agregados y debates académicos, y más en el efecto real de las decisiones sobre la gente.
Jason Furman, profesor de Práctica de la Política Económica en la Escuela Kennedy de Harvard e investigador superior en el Instituto Peterson de Economía Internacional, presidió el Consejo de Asesores Económicos del presidente Barack Obama entre 2013 y 2017.
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