¿Quién debería encargarse de atender los problemas de salud mental? Seguramente, la primera respuesta en la que piensa la mayoría es que es una tarea para profesionales como psicólogos o psiquiatras. ¿Sobre quién recae la responsabilidad por las personas en situación de calle? Trabajadores sociales es lo que viene enseguida a la cabeza. ¿Y quiénes se ocupan de los que tienen consumos problemáticos? De nuevo, lo más lógico es pensar en profesionales especializados en esos temas. Se cree que la Policía no es la institución que debe resolver estos casos. Pero, paradójicamente, muchas veces quienes atraviesan estas situaciones llaman al 911 en procura de auxilio.
¿Cómo puede adaptarse la Policía a este desafío? ¿De qué modo puede atender eficazmente las necesidades de una población que la demanda cuando, en realidad, no es la temática en la que se especializa?
Una posible respuesta viene de la mano del ejemplo de Hamilton, una ciudad de la provincia de Ontario, Canadá, que cuenta con algo más de 550.000 habitantes y que, desde hace un cuarto de siglo, se convirtió en referente nacional y mundial sobre el tema.
“La clave es asociarse con la comunidad”, resume Pete Wiesner, supervisor del Área de Respuesta de Crisis (Crisis Response Branch) de la Policía de Hamilton. Este sector desarrolla tres programas que involucran a los oficiales de policía, pero que también incluyen el trabajo conjunto con otras entidades, como hospitales y servicios sociales.
Tres programas atravesados por la misma filosofía
En 1997, una mujer esquizofrénica asesinó a Zachary Antidormi, un niño de 2 años y medio que era su vecino, y en quien ella creía que su hijo había reencarnado. La madre y el padre de Zachary habían advertido en reiteradas oportunidades sobre comportamientos patológicos de su vecina, pero en esas ocasiones la Policía no intervino. Siete meses más tarde del crimen de Zachary, la Policía de la ciudad lanzó el Programa COAST, sigla que refiere a Crisis Outreach and Support Team (equipo de apoyo y soporte de crisis).
Según Wiesner, fue el primer programa de su tipo en Norteamérica.
COAST, que casi un cuarto de siglo después sigue vigente, consiste en dar respuesta a aquellas crisis de salud mental graves pero que no implican un riesgo urgente. Quienes llaman a la línea telefónica específica del programa (o quienes son derivados desde el 911) son atendidos por un profesional de salud mental de Saint Josephs, el hospital psiquiátrico de Hamilton con el cual la Policía trabaja en conjunto. El profesional interroga a la persona sobre su situación, sus preocupaciones y sobre posibles riesgos inminentes. “Puede ser el caso de una señora mayor que tiene demencia, quien llama y dice: ‘Creo que quieren matarme’”, ejemplifica Wiesner.
Luego de la intervención telefónica, en caso de ser necesario dar apoyo en el lugar, la persona que llamó es visitada por una pareja. La dupla está formada por un trabajador de salud mental y un policía. Ninguno de los dos tiene uniformes y van en un auto que no se identifica como de la Policía. La pareja chequea cómo está esa persona en crisis, si está tomando su medicación, con quién se encuentra, y busca ayudarla mediante la asistencia de diferentes servicios comunitarios (incluida su familia). En caso de ser necesario, se resuelve su internación. El Programa COAST recibe unas 34.000 llamadas anuales.
Otro de los proyectos en marcha es el denominado MCRRT, sigla para Mobile Crisis Rapid Response Team (equipo móvil de respuesta rápida de crisis). Este programa, lanzado en 2014, tiene similitudes con COAST: también se trabaja en asociación con el Hospital Saint Joseph y también consiste en visitas de una pareja, integrada por un oficial de la Policía y un profesional de salud mental, a alguien que atraviesa una crisis en esta área.
Sin embargo, se trata de respuestas inmediatas ante situaciones que se perciben como una amenaza para la integridad de alguna persona. Intentos de suicidio u homicidio son los casos más comunes. Los que llaman no pueden requerir esta intervención, sino que desde el 911 se deriva a este equipo, que cuenta hoy con cuatro parejas a cargo de los encuentros cara a cara.
Wiesner destaca algo del programa: la tasa de internaciones a nivel local de personas que atraviesan una crisis de salud mental se ubica actualmente en alrededor del 20 % (ha llegado a ser del 12 %) cuando el promedio de internaciones psiquiátricas llevadas a la práctica por parte de policías uniformados en Canadá ronda el 75 %.
El supervisor del área explica que esto se debe a un abordaje que no solo incluye a trabajadores de salud mental sino una capacitación que reciben los y las policías, en la que se les brindan herramientas para que puedan ayudar a quienes están en crisis a partir de recursos de la comunidad, sin la necesidad de ir directamente a una internación. “Esto significa que más personas son derivadas a lugares más eficientes para ayudarlas”, dice Wiesner.
El tercer programa en nivel de alcance y complejidad se denomina Social Navigator (navegador social), con el cual la Policía de Hamilton busca atender lo que Wiesner llama “el triángulo de la marginalidad”, compuesto por problemas de salud mental, adicción a las drogas y la situación de calle, que él señala como la base del conflicto. “Es un 87 % más probable que una persona en situación de calle lidie con problemas de salud mental o de adicciones que alguien que tiene hogar”, precisa Wiesner.
El proyecto comenzó en 2011. El año pasado atendió a 908 personas en situación de vulnerabilidad. El modelo es el mismo que en los otros programas: asociarse. Pero a una escala más amplia.
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“Poner todas las piezas juntas”
El Social Navigator Program, único en su tipo en Canadá, agrupa a paramédicos, trabajadores sociales y coordinadores que van a las comunidades para ayudar, en palabras de Wiesner, “a personas que no saben cómo navegar el problema”.
“Lo que hacemos es poner todas las piezas juntas para ayudar a esas personas marginalizadas”, sintetiza el supervisor. Así se busca mejorar la calidad de vida de esta población mediante los recursos que hoy están disponibles, a través de distintas agencias y servicios sociales y médicos a los cuales estos hombres y mujeres no saben cómo llegar.
“Debemos reformar el modo en el que enfrentamos las crisis. Y para esto necesitamos converger los ‘silos’: es decir, que todas las agencias de la comunidad trabajen en conjunto para ganar eficiencia”, señala Wiesner.
Entonces, el equipo de este programa acude en busca de la persona con una necesidad y contacta a las distintas organizaciones, estatales y de la sociedad civil, de Hamilton (hoy trabajan con nueve, como los Paramédicos de Hamilton o la Asociación Canadiense de Salud Mental. “No estamos solo para arrestar, sino que podemos ayudar con un abordaje holístico”, resume.
El rol de la Policía
“Entendemos que no son problemas de la Policía [los casos de adicción, salud mental o situación de calle]… hasta que nos llaman a las 3 de la mañana por una situación en relación con estos problemas”, analiza Wiesner, quien cree que el rol de la institución es una conversación que debe darse. “A veces hacemos cosas solo por ayudar y nos abocamos a responsabilidades ajenas”, admite. Pero destaca también que el rol de la Policía es la seguridad pública y que, por ejemplo, una mujer en situación de calle y con problemas con las drogas está expuesta a un entorno de mucha violencia y crimen.
A su vez, no resolver estos problemas deriva en una gran demanda de recursos para la Policía. De hecho, el programa surgió luego de que dos individuos, que afrontaban este tipo de situaciones, llamaran hasta 30 veces por día a los servicios de la Policía.
“No tengo a nadie que me ayude, es difícil enfrentar algunos problemas”, le dijo Jimmy, un joven en situación de calle, a Wiesner una noche en la que el policía hacía recorridas. Al día siguiente, el hoy supervisor del equipo actuó de un modo que ilustra bien el programa: buscó a Jimmy en su auto y, luego de compartir un desayuno, lo llevó a distintas organizaciones que podían ayudarlo a salir de su situación: desde un lugar para comprar ropa usada en buen estado hasta a la oficina de servicios sociales para obtener un ingreso y a un hogar para personas en situación de calle.
Wiesner habla de “poner a todos ante la misma mesa, en un mismo equipo”. A este grupo en la Policía de Hamilton lo denominan con el acrónimo RIST (por Rapid Intervention and Support Team o equipo de intervención y soporte rápido), y lo definen como “un equipo multidisciplinario que trabaja unido para proveer los recursos que necesitan los individuos más marginalizados de la sociedad”. Su tarea permite “llegar a las personas correctas, en el lugar correcto, en el momento correcto”.
Claro, este equipo necesita obtener recursos para funcionar. En este marco, la Policía de Hamilton solicitó recientemente al Gobierno provincial subsidios por 9 millones de dólares para los próximos tres años. De esa cantidad, 8 millones serán destinados a pagar salarios de trabajadores de las distintas organizaciones con las que la Policía se asocia.
A raíz del éxito de programas como COAST o el Social Navigator, la Policía de Hamilton ha recibido contactos de instituciones de otras ciudades de la provincia de Ontario, de otros estados de Canadá y de lugares tan distantes como Australia o Irlanda. “Buscan replicar el servicio”, señala Wiesner. Y el consejo que dan desde Hamilton siempre gira en torno a lo mismo: asociarse con otras organizaciones de la comunidad local.
El policía insiste en esto al contar la historia de Danny, un joven con problemas con el alcohol e ideas suicidas, a quien conoció en el marco de sus recorridas por la ciudad, cuando dormía en un banco. Entabló con él una relación muy cercana, acompañándolo para salir de la situación de calle y adicción que atravesaba. Un par de años después, Danny está sobrio, con un lugar para vivir e ingresos fijos. Ante sus dificultades, fue a Wiesner a quien recurrió para que lo ayudara. El policía, cuando cuenta la historia, no se atribuye una capacidad especial sino que se observa a sí mismo como un puente: “Él me llamó simplemente porque yo conocía las herramientas necesarias para llegar a los otros silos, a los distintos recursos que podían ayudarlo”.
Los programas encarados en Hamilton para atender crisis de salud mental generaron inspiración y buscan ser replicados en otras comunidades, con mirada multidisciplinaria.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 4 de febrero de 2022.
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