Según un estudio de la Universidad de Columbia, la proteína CPEB3 interviene en el cerebro para el almacenamiento de recuerdos. “En el fondo, la memoria es un proceso biológico, no muy diferente al latido del corazón”, dijo el investigador y premio Nobel Eric Kandel.
Pero yo creo que la memoria también está hecha de historias (como la poeta Muriel Rukeyser, que escribió: “El universo está hecho de historias, no de átomos”). No soy el único… 👇👇
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“En Lituania, hasta que llegaron los nazis, pasaban cosas como ésta: cuando en algún diario de la capital no recordaban dónde había aparecido algún artículo, llamaban a un joven de veinte años que vivía en un pueblo de 22 familias y 98 habitantes, y él les daba la respuesta. Lo llamaban a la oficina de correo del pueblo, él dejaba lo que estaba haciendo, atendía el teléfono, les daba la respuesta (la sabía siempre) y volvía a lo suyo”. Así empieza “Yo recordaré por ustedes”, la crónica que Juan Forn publicó el 2 de diciembre de 2011 en la contratapa de Página 12 y que en 2017 le dio título a un libro colombiano que reunió sus mejores contratapas. Es un resumen de los cuatro tomos (argentinos, estos sí) de Los viernes. Ahora aquel Yo recordaré por ustedes vuelve a ser publicado en una versión agrandada de Emecé.
Se entiende, es un libro homenaje. Juan Forn murió el 20 de junio pasado. Se debió a un infarto, tenía 61 años. Forn — escritor, traductor y editor— fue uno de los fundadores del suplemento Radar (de Página 12), escribió libros muy buenos (como Frivolidad, María Domecq y Nadar de noche), hizo de las contratapas un género como nunca nadie lo había hecho antes en la Argentina e impulsó, en su rol de editor, a escritores como Rodrigo Fresán, Mariana Enríquez y Camila Sosa Villada, entre otros (fue un gran descubridor de narradores emergentes de los últimos tiempos). Vivió varios años en Villa Gesell y dirigió la colección Rara Avis, de la editorial Tusquets.
Forn dio una vuelta al mundo y al siglo XX en sus crónicas magníficas rescatando, o mejor recordando, con una mirada llena de empatía (y a veces de simpatía) a excéntricos perfectis, ilustres desconocidos y genios en las sombras. Entre el relato de ideas y la novela condensada, Yo recordaré por ustedes es un viaje por el arte, la ciencia y la política de un siglo convulsionado.
¿Cómo lo hacía? En una conferencia lo contó: “Tengo que trabajar condensadamente por un lado, y por el otro, como a mí me interesa mucho el tema de la deriva, siempre me gusta contar dos historias a la vez”, dijo. “Cuando vos necesitás hacer una pausa en la historia principal, hacés que la historia secundaria pase a primer plano y viceversa. Son los efectos de cámara que hace el cine de poner a la señora de la segunda fila le tomo el foco y dejo a la señora de primera fila en borroso (…) Me gusta que paralelas se toquen y que en el final todas las cosas que fui sembrando, converjan”.
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Recordar también es construirse a uno mismo. La realidad siempre es un caos, y las historias en nuestra memoria son un modo bastante efectivo de darle un sentido a este maremoto en el que estamos inmersos, la vida. Las historias imponen estructuras, tienen fórmulas y elementos que nos ayudan a comprender lo que le pasa al prójimo, e incluso lo que le pasa a uno mismo.
En su libro Me acuerdo, de 2020, Martín Kohan hizo una lista de muchos de sus recuerdos y contó su vida, pero escapó con este truco al formato típico de una biografía.
“¿Cuántos recuerdos hay en Me acuerdo y cuál es el más preciado?”, le pregunté. “La verdad es que no lo sé”, dijo. “Los fui numerando mientras los escribía, pero haría trampa si fuese ahora a fijarme en el manuscrito. Notoriamente iba olvidando los recuerdos a medida que los escribía. De esa manera paradójica funcionó la cosa: al ocuparme de enumerar recuerdos (y no exactamente de desarrollarlos), el olvido ocupó un lugar fundamental. De hecho hay recuerdos que puse más de una vez (me di cuenta al pasar el texto a máquina), porque no me acordaba de que ya estaban. No podría responder con precisión, por lo tanto, cuál sería, de todos, el más preciado, porque ¡no me acuerdo! ¿El penal que Gatti le ataja a Vanderley está? Si está, elijamos ese”.
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Leí el fin de semana una entrevista muy interesante a Tomás Abraham, hecha por la periodista Hinde Pomeraniec a propósito de su nuevo ensayo, La matanza negada: Autobiografía de mis padres, donde el filósofo narra, a partir de la historia familiar, cómo se llevó a cabo el genocidio judío en Rumania.
✅✅ Me quedo con esta cita: “La historia y la memoria son algo que todo el tiempo rejuvenece. Todo el tiempo son nuevas. Y a nosotros, como individuos, nos pasa exactamente lo mismo. Tenemos un relato de nuestras propias vidas que se construye y se borra todo el tiempo y, de repente, aparecen figuras, personajes, imágenes, escenas, palabras, que resignifican el conjunto. Y ese sentido es absolutamente real, y absolutamente transitorio también porque un gesto, alguien que me dijo algo de chico, o una imagen que tengo de una mujer que se cruzó en cierto momento que la había olvidado y me resignifica escenas todo el tiempo. Este libro de algún modo es una resignificación de mi historia […] tiene que ver también con una recomposición temporal, el tiempo cambia. Entonces, sin dudas que la memoria es algo que nadie posee. Nadie tiene la verdad. Nosotros en la Argentina muchas veces ponemos las dos palabras juntas, memoria y verdad. La memoria es más que la verdad: son verdades que se van yendo. La memoria es algo permanentemente inconcluso”.
- Si querés leer el inicio de La matanza negada: Autobiografía de mis padres, hace click acá.
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Sobre la memoria histórica, Yishai Sarid —uno de los principales escritores israelíes contemporáneos— escribió su última novela, El monstruo de la memoria. El protagonista es un joven historiador israelí, experto en los métodos de exterminio nazis, que dirige excursiones a los campos de concentración en Polonia para ganar un poco más de dinero para mantener a su familia. Como “representante de la memoria”, su tarea principal es asegurarse, siempre desde el discurso oficial, de que los jóvenes no se olviden nunca de lo que pasó. Pero lo atroz lo va seduciendo y transformando.
“La memoria no es algo constante”, dijo Sarid en una entrevista (en sintonía con lo que decía Tomás Abraham). “Es un fenómeno humano influenciado por muchos factores. Está abierta a la manipulación por parte de políticos, militares, clérigos y otros grupos, que intentan torcer la memoria para servir a sus intereses. Al final, hay una regla simple que debemos enseñar a nuestros hijos y practicar en nuestras vidas: respetar a otras personas y tratarlas con dignidad y no permitir que ninguna nación, religión o ideología supere eso”.
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Javier