A Edgardo Núñez, un realizador de video de Buenos Aires, le tocó la responsabilidad de decidir sobre el perfil de Facebook de su padre cuando este falleció en marzo de 2018, a causa de una enfermedad neurológica.
Una dolorosa confusión emocional (y burocrática) sobrevino a la muerte y no fue fácil, para Edgardo, llevar la cuenta a la modalidad conmemorativa, pensada por Facebook para que los amigos y los familiares se reúnan y compartan recuerdos de un ser querido que falleció (en el perfil aparece el término “En memoria de” junto al nombre de la persona). Edgardo lo hizo. “Me pareció que quizás sus amigos quisieran buscar o recordar algún evento o compartir imágenes”, dice. “Mi viejo era muy social: muchos amigos y muchas salidas. Borrarlo era un acto algo egoísta”.
Más de 30 millones de personas ven perfiles conmemorativos todos los meses para publicar historias, rememorar eventos y recordar a quienes ya no están aquí (Facebook tiene 2.449 millones de usuarios en 2020, según el informe Digital In 2020: es la red más popular del mundo).
Pero en el futuro podrían ser no sólo 30 millones. El Instituto de Internet de la Universidad de Oxford elaboró un informe en el que sostiene que Facebook corre el riesgo de convertirse a finales de siglo XXI en un cementerio digital: podría alcanzar 4.900 millones de usuarios fallecidos. Si el crecimiento de usuarios se mantiene como en 2018, los muertos superarían a los vivos.
Mientras tanto, en las cuentas conmemorativas de Facebook los amigos pueden colgar recuerdos en el muro (según la configuración de privacidad) y el contenido que la persona muerta haya compartido permanece visible. Pero los perfiles conmemorativos no aparecen en espacios públicos, como las sugerencias de “Personas que quizá conozcas”, los recordatorios de cumpleaños o los anuncios.
“Sabemos que la pérdida de un familiar o amigo puede ser devastadora”, escribió en un artículo Sheryl Sandberg, chief operating officer de la compañía, “y queremos que Facebook sea un lugar donde la gente se apoye mutuamente, mientras honra la memoria de sus seres queridos”.
Cómo una cuenta pasa a ser "En memoria"
Para llegar a estas zonas de la red social hay que pasar por la morgue de Facebook, un rincón frío al que nadie quiere ir. Y como en toda morgue, ahí también hay un formulario. Ese formulario sirve para informar un deceso y solicitar que una cuenta pase a ser conmemorativa. “Ten en cuenta”, advierte ese texto, “que convertir una cuenta en conmemorativa es una decisión importante”.
En un perfil conmemorativo nadie puede iniciar sesión. Pero hay una única persona —quien debe tener su propio usuario de Facebook— que puede administrar los contenidos: el contacto de legado que el titular de la cuenta (ahora muerto) seleccionó alguna vez. (Si el propietario de la cuenta no eligió un contacto de legado, nadie se ocupará de ésta después de que se envíe la solicitud para convertirla en conmemorativa). Sin embargo, a veces pueden surgir problemas: en Kingswinford, Inglaterra, una madre pidió a Facebook tomar el control del “En memoria” de su hija Becky, pero no lo logró y su caso repercutió en la prensa hace algunos años.
Un contacto de legado (rol que Facebook introdujo en 2015) puede aceptar solicitudes de amistad en nombre de una cuenta conmemorativa, fijar una publicación a modo de homenaje en el perfil y cambiar la foto del perfil y la foto de portada.
“Mi primer amor: el chico que me rompió el corazón en la adolescencia y que falleció hace 9 años”, comenta en Facebook Belén Mirallas, una arquitecta mendocina, cuando preguntamos por este tema. “Yo no voy a los cementerios a visitar tumbas, pero entrar al perfil en memoria de él es como estar en frente de una lápida. Tengo un proceso emocional que le quita lo banal a la red social. Y no veo las flores que le dejan en la tumba, pero leo los mensajes y entiendo que hay otros que comparten el dolor conmigo... es como parte del paquete del amor en tiempos de Tinder: la muerte en tiempos de Facebook”.
Se habían conocido en un modelo de Naciones Unidas en el colegio secundario. Él se llamaba Samir Flores. El 10 de julio de 2011 fue a esquiar con unos amigos a Las Leñas, no muy lejos de donde vivían. Al volver perdieron el micro que los traería de vuelta, y le pidieron a alguien que los llevara en la caja de una camioneta. El conductor se apuró en el camino de montaña y perdió el control. La camioneta volcó. Samir, que aún no había terminado el colegio, falleció en el hospital.
“Debo haber visto cada foto que hay en el perfil como 50 veces”, sigue Belén. “Un tiempo después de que falleció, la mamá de Samir le dio like a una foto que tiene conmigo y esa notificación me hizo llorar como una semana”.
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Algunos comentarios de nuestra comunidad
“La muerte es un proceso que sufre una persona, pero también la sociedad que la pierde”, dice Laura Mangifesta, maestranda en Comunicación Digital Audiovisual, docente de Narrativas Transmedia (de la Universidad Nacional de Quilmes), e investigadora del proyecto “Tecnologías, política, cultura popular y masiva. Usos y narrativas de la comunicación en redes”.
“Todas las sociedades organizan ceremonias para conmemorar y despedir a sus muertos”, sigue. “Cada sociedad construye, según su sistema de valores y creencias, una actividad ritual. No debería sorprendernos que en una sociedad mediatizada por las tecnologías digitales las ceremonias funerarias se ensayen también en los espacios virtuales”.
Estos son algunos de los comentarios que recogimos de nuestros lectores y miembros co-responsables en Facebook, Twitter e Instagram cuando propusimos el tema:
- Georgina Trecco Clementoni: “Un profesor. Era muy interesante hablar con él. Sus reflexiones, sus palabras justas. Sus historias increíbles. Cuando falleció, su familia mantuvo el Face In memoriam. Era, además, un estudioso de las lunas. Para cada fecha importante, o para cada luna llena, el grupo con el que trabajaba y muchas veces leía cuentos, deja sus mensajes. Entro a verlo, a recordarlo, a releer sus pensamientos, sus críticas, sus emociones. Él sabía que se iba a morir y pienso (aunque nunca lo pregunté) que fue él mismo que pidió el In memoriam”.
- Mariel Lozada: “Un amor adolescente murió en un accidente. Al principio mucha gente le comentaba, ahora las publicaciones en su muro son muy esporádicas. Igual yo lo reviso, de vez en cuando vuelvo, veo sus fotos y los posts que compartimos”.
- Patricia Kolesnicov Gordon: “Hice In memoriam la [cuenta] de mi mamá. Para etiquetarla cuando le hablo y que sus amigos vean y contesten. Para ver cada tanto sus publicaciones”.
- Dafne Berman: “Creo, como hija de un padre que ya no está, que uno de mis miedos es que la gente se olvide de él. Por eso me hubiera gustado poder entrar a su Facebook y ver las cosas que ponía. Lamentablemente apenas falleció entramos a su cuenta y la eliminamos. Él, obviamente, no dejó la opción de ‘En memoria’, ni creo que haya existido en su momento”.
Como el resto de la red social, los perfiles conmemorativos también evolucionan. Desde 2019 hay en ellos una “Sección Homenajes”: es un espacio situado en una pestaña independiente, donde amigos y familiares pueden compartir recuerdos sin alterar la biografía original de esa persona.
“Antes, cuando perdíamos a un ser querido, volvíamos a encontrarlo en un álbum de fotos o en una anécdota que relatábamos”, dice la investigadora Mangifesta.
“Hoy esa función ritual también la cumplen las redes sociales. Lo que vemos con este tipo de servicios es que, a medida que pasa el tiempo, como sociedad vamos desarrollando más prácticas a través de las tecnologías digitales. Ya no podemos hablar del mundo virtual como algo aislado del mundo tangible”.
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Un duelo virtual
El hermano de Tatiana murió hace dos años en Bogotá. Era un chico de 21 años muy hermético y gracias a la conmemoración en Facebook y a algunos compañeros universitarios que, como parte de su duelo, le escribieron mensajes, Tatiana pudo ver cómo él era percibido y valorado. “Fue lindo”, dice. “Sigue siendo lindo a veces”. Descubrió que era considerado como una persona hipercrítica y participativa en clase.
Aunque su hermano falleció súbitamente en la universidad y la autopsia indicó un defecto cardíaco congénito y desapercibido, Tatiana sospecha que en realidad se suicidó. Pero no lo puede contar porque esa causa de fallecimiento no estaba contemplada por la póliza funeraria que la familia necesitó para pagar los gastos de entierro. De hecho, “Tatiana” no es su nombre real.
“Después de su muerte, tener acceso a las publicaciones de mi hermano me ayudó a notar su espiral depresiva y el bullying que había vivido en sus últimos años escolares”, dice. “Cosas cargadas con emociones de tristeza y desesperanza. Sus interacciones con otras cuentas eran de compañeros de colegio haciéndole burlas”. Las publicaciones post mortem de sus conocidos son de una admiración distante, no de una amistad cercana.
Con el paso del tiempo, la cuenta (que Tatiana no sabe quién hizo “En memoria”) se fue quedando en silencio. “No creo que nadie la visite mucho... a veces yo, pero una vez al año”, dice ella. “Se siente... como más natural que ir a una tumba, ¿sabes?”.